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Día del entrenador

Atlanta, el primer escalón para León Najnudel

19:45 22/04/2024 | En un nuevo día del entrenador en honor al creador de la Liga Nacional, recordamos sus comienzos en el Bohemio.

León en sus primeros pasos como entrenador

Se cumplen 26 años de la partida temprana de León Najnudel, el padre de la Liga Nacional. Y en este contexto lo queremos recordar con un paso clave como fue su inicio como entrenador en Atlanta, contado en el libro León Najnudel, Historia de un adelantado.

Tenía decidido que su profesión sería la de entrenador. El resto de los trabajos que tuvo fueron eventuales. “León trabajaba un poco cuando no tenía plata. Lo ayudaba al padre con la parafina hasta que juntaba unos mangos y volvía a su vida, que siempre fue el básquet. Cuando estaba en Atlanta, el presidente del club, Amadeo Altura, le consiguió un trabajo de vendedor en su fábrica de balanzas para redondearle un mejor sueldo. Pero lo hizo poco tiempo”, contó uno de sus íntimos amigos, Mateo (Cacho) Giordano, quien ya retirado se dedicó a la fotografía y luego tuvo un puesto de artículos antiguos en la feria del Parque Rivadavia.

Giordano jugó en las Inferiores de Atlanta en la década del 60, integró el equipo que ascendió de Tercera a Segunda, en 1961, y también el que subió a Primera de la Asociación Buenos Aires, en 1963, de la mano de un joven Najnudel, de apenas 22 años.

El Ruso había llegado a Atlanta para dirigir las categorías Infantiles, Cadetes y Juveniles, bajo la presidencia de León Kolbowski, uno de los grandes dirigentes dentro de la historia de la institución.

“Cuando llegó León yo estaba en el equipo de Cadetes –recordó Luis Martínez-. El primer partido amistoso que jugamos fue contra Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque y lo perdimos 86 a 4. No le importó. Siguió con sus métodos y cuatro años después salimos campeones”.

A Najnudel le tocó hacer una parte del servicio militar en el Comando Aéreo de Combate, en la calle Juncal al 1.200, y el final en el Aeroparque Metropolitano (actualmente Jorge Newbery). “El mismo día que me dieron la baja, cuando estoy saliendo del Comando, aparece León para entrar”, contó Jorge Arbillaga, quien pocos años después se incorporó a Atlanta para ponerse a las órdenes del Ruso.

“Tenía una motito Vespa y mientras hacía la colimba nos dirigía en las Inferiores. Era un adelantado, experimentaba cosas, éramos sus conejos de Indias. Fuimos los primeros en hacer presión en toda la cancha. Los entrenadores de esa época decían que eso no servía, que León vendía humo con la presión en toda la cancha. Ya en el 69 usábamos la ofensiva Flex, la zona a presión y la match up. Era de entrenar muy duro pero poco tiempo, el tiempo justo, según su criterio”, precisó Martínez. Eran tiempos de tres entrenamientos semanales en la cancha abierta de Atlanta, mucho frío en invierno o lluvia, que obligaba a charlas técnicas y sesiones de gimnasia.

“Le encantaba leer las columnas de Dante Panzeri que se publicaban en la revista Ahora. Después de leer a Panzeri te regalaba la revista porque el resto no le interesaba. Teníamos 22 años y me decía ‘yo quiero que seamos como Estados Unidos y tengamos una Liga Nacional’. Eso era a principio de la década del 60, imagínate si estaba adelantado. Nunca decía boludeces, todo lo analizaba. Además, era de una calidad de tipo sensacional, muy recto, te solucionaba cualquier problema personal. Cuando se nos fue yo lo extrañaba más por eso que por el básquet. Vos le podías prestar tu casa que te la devolvía y con algo más. ¿Viste el estereotipo del judío? Era todo al revés”, dijo Giordano.

León ya se apoyaba en imágenes para analizar los partidos, lo que después se dio en llamar “scouting”. Se compró un proyector y miraba todo lo que conseguía en Súper 8. Ese proyector terminó guardado dentro de una caja en la casa de Cacho Giordano, quien falleció el 10 de septiembre del 2015.

La misma pasión se trasladaba a bares y restaurantes del centro porteño para hablar siempre de lo mismo: entrada, primer plato, segundo y postre era solo básquet: cómo jugar mejor, cómo desarrollarlo, nuevos métodos de entrenamiento, intercambiar material gráfico, analizar, contrastar ideas y discutir, charlar, discutir y charlar.

León, un joven que no pasaba los 25 años, era el armador de las reuniones entre jugadores, entrenadores y dirigentes que tenían un circuito bien estructurado para surfear la noche porteña hasta la madrugada, después de las prácticas. Cenas en La Casita o El Mérito para después seguir en los bares La Pura, en Corrientes y Acevedo; Sasha, una whiskería en Las Heras y Callao, o en Cheyenne, propiedad del entrenador Tomás Bello, en avenida Cabildo y Juramento. El mítico y ya desaparecido El Dandy, que cerraba a la tardecita, se convertía en el centro de las tertulias hasta poco después del mediodía.

En la década del 60 el básquet porteño se dividía en dos entidades: la Asociación Buenos Aires, en donde participaban la mayoría de los clubes con fútbol, tal los casos de Boca, River, Racing, Independiente, San Lorenzo, Lanús y Vélez, por citar algunos, y la Asociación Porteña, que contenía a las entidades que supuestamente rechazaban el profesionalismo (aunque igual pagaban “viáticos”), como Obras Sanitarias, San Andrés, Nolting, Morón, Círculo Urquiza, Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, Villa Crespo, Palermo y Hebraica, entre otros.

Atlanta, después de lograr el ascenso a Segunda, se propuso dar el salto a Primera. Así fue que contrató al entrenador Jaime Pérez, de los mejores de esos tiempos, a cambio de un salario muy por encima de lo habitual entre sus colegas de la categoría superior.

Pérez encaró la temporada de 1963 y al mes de competencia le planteó a los dirigentes bohemios que el proceso para ascender podía llegar a durar dos o tres años. Fue su final. Ernesto Benzi, el dirigente que lo había contratado, lo despidió sin vueltas. Quería a Atlanta en Primera ese año. El presidente, Kolbowski, como para meter más presión, prometió como premio por el ascenso un viaje para todo el plantel y cuerpo técnico a Mar del Plata pero si salían campeones e invictos.

El recurso humano más a mano era Najnudel, el entrenador de las Inferiores, que todavía no había cumplido 22 años. Pese a su edad, ya era muy respetado hasta por los jugadores de la Primera. Pérez, el DT saliente, le insistió a León “para que agarrara”. Y agarró.

La campaña fue espectacular pese a dar el hándicap de jugar como local en Imperio Juniors, ya que Atlanta no tenía cancha techada, como exigía la Asociación. El santiagueño Benjamín Arce era la estrella del equipo y también estaban Cacho Giordano y Norberto Escola entre los destacados. El partido por el único ascenso fue ante Deportivo Español, en el gimnasio de Medalla Milagrosa. Y el equipo de León se quedó con la victoria, el sueño de llegar a Primera, invictos, y el premio de viajar a Mar del Plata para todos debajo del brazo.

Najnudel, como no podía ser de otra manera, fue ratificado en el cargo. Se quedó hasta 1971, en su “laboratorio” para seguir experimentando la presión en toda la cancha que trajo de los Juegos Deportivos Panamericanos de Winnipeg, en 1967, a los que asistió para acompañar al entrenador del seleccionado, Casimiro González Trilla, y a la vez sumar conocimientos.

Ahí vio cómo Estados Unidos, con la presión, ahogó al equipo nacional y “no nos dejaban pasar la media cancha”, graficó cierta vez el notable base Ricardo Darío Alix. De los libros que recibía de Europa, traducidos o no, tomó los conceptos del Flex y la zona match up. Pero todo a su manera, no se colgaba de ninguna moda. “Él miraba qué jugadores tenía y después desarrollaba. Te convencía y como daba rédito, mejor”, señaló Martínez. Ese análisis, Najnudel lo tradujo en una frase que alguna vez escuchó de los entrenadores españoles: “Hay que hacer con los mimbres disponibles la mejor canasta posible”. Así de simple.

Antes, compartió la dirección técnica del seleccionado de Capital Federal con Grynberg (entrenador de Villa Crespo) en el Campeonato Argentino de Entre Ríos, en 1967. Le fue mal a la dupla y el equipo porteño terminó en un oscuro noveno puesto. “Lo nombré asistente porque León fue mi ideólogo, armaba todas las estructuras de entrenamiento, era como mi maestro”, dijo su amigo.

León, justamente con Grynberg, en medio de su primer año como DT principal de Atlanta- con apenas 22 años, viajó a Brasil a ver el Mundial de 1963, que se jugó entre el 12 y 25 de mayo en Belo Horizonte, Curitiba, San Pablo y Petrópolis.

“Yo había dirigido a Villa Crespo en el 62 y salimos campeones. No había sueldo pero los dirigentes me dieron como premio un traje y $20.000. Y se nos ocurrió ir al Mundial. No sé de dónde sacó la plata León. Nos acreditamos por Noticias Gráficas, como periodistas. Hicimos Buenos Aires hasta Montevideo en el Buque de la Carrera. Y de ahí en micro a San Pablo, no sé cuántas horas. León durmió todo el viaje. En esa sede jugaba Argentina. Luego nos tocó la sede de Petrópolis y seguimos con el equipo. Él tenía parientes en Río de Janeiro, que estaba a unos 70 kilómetros. Nos quedábamos a dormir en alguna habitación de los jugadores o en lo de los parientes y a veces hasta nos daban de comer”, contó Grynberg.

Argentina, dirigida por Francisco Andrizzi, con dos pivotes de dos metros por primera vez en el seleccionado (Zoilo Domínguez y Alberto Caña Desimone) tuvo una falsa actuación en el Grupo C (perdió ante México, Italia y Estados Unidos) y cerró con un digno octavo puesto (venció a México, Japón, Uruguay y Perú, y perdió ante Canadá) en la etapa de reclasificación, que se jugó en Petrópolis.

León, inquieto desde la cuna, aprovechó para tejer relaciones, especialmente con el entrenador de Italia, Carmine Nello Paratore, un exjugador de Egipto (campeón europeo) pero luego afincado en el “pallacanestro” donde disfrutó de sus años de gloria deportiva.

“Hicimos buena relación con Garland Pinholster, el entrenador de Estados Unidos, campeón del Panamericano de ese año, pero nosotros en ese momento no sabíamos inglés –cuenta Grynberg- y eso era una gran frustración. Teníamos al mejor de la época cerca, que nos daba bola y no nos podíamos comunicar. Entonces, León empezó a charlar con Paratore, a preguntarle de todo, y lo seguía a todos lados para consultarlo. Llegó un momento que Paratore lo veía llegar a León y se escapaba, jajaja. Era muy insistente”.

En San Pablo, Najnudel lo consultó a Paratore sobre la estructura competitiva de la liga de Italia, creada en 1920, que se disputaba regularmente con mucho éxito y era la mejor de Europa. Eso ocurrió 19 años antes del lanzamiento de la Liga Nacional. El Ruso ya tenía en la cabeza la idea de copiar a los mejores, adaptar lo que se pueda a nuestro medio y cambiar el sistema competitivo para pegar un salto de calidad.

Más allá de los viajes de inmersión a los torneos internacionales, el pan de cada día se retiraba por la sede de la calle Humboldt 374, en donde el fútbol coqueteaba con jugadores de la talla del goleador Luis Artime, los primos Mario y Carlos Timoteo Griguol y un joven Hugo Orlando Gatti, todos compinches “con los muchachos del básquet”.

Para Atlanta, sin el presupuesto de los grandes equipos de fútbol, no era fácil competir en el alto nivel porteño. San Lorenzo, Boca, River y Racing, hasta que se pasó a la Porteña, se llevaban los títulos. No alcanzaba con las innovaciones tácticas de Najnudel y la incorporación de jugadores del Interior o descartes de otros clubes porteños.

“Siempre sentimos mucho respeto por León –agregó Martínez-. Como entrenador siempre tuvo relación cercana con sus jugadores. Claro, también pasaban cosas risueñas: antes de un partido nos teníamos que poner resina en las zapatillas para no patinar, como se usaba en esa época. El Gallego Juan Carlos Rodríguez se sentó arriba de la resina y se la refregaba. León, dijo ‘qué hacés, Gallego’, y el Gallego le dijo ‘me pongo resina en el culo para pegarme al banco, total vos no me ponés nunca’. Y tenía razón, el Gallego jugaba poco”.

El 16 de junio de 1969 León sufrió la primera pérdida familiar importante. Raquel, su madre, la modista del barrio, falleció tras padecer cáncer de colon, a los 55 años. “Mi vieja era brava. Corina es como era ella”, me contó mucho después el Ruso, mientras observaba a su única hija mujer, una nenita rubia que empezaba a caminar, la más pequeña, fruto de su segundo matrimonio con la santafesina Mónica Elena Marinsalda.

Una vez que terminó el torneo de 1969, en noviembre, León fue contratado por la Asociación de Junín para dirigir el seleccionado local en el Campeonato Provincial. Hizo dupla con Heriberto (el Alemán) Pablo Schonwies, el mismo entrenador que años después fue enemigo íntimo en los duelos Ferro-Obras. Y con el Alemán -al que respetaba muchísimo- terminaron en el tercer lugar.

Recomendado por González Trilla, León fue el entrenador de Santiago del Estero en el Campeonato Argentino que se jugó en Catamarca, entre el 5 y 14 de marzo de 1970. A los 28 años se ponía al frente de jugadores con cartel de leyendas locales como Alfredo (El Amo) Tulli, Gustavo Chazarreta, Antonio Tozzi, Roberto (Dupla) Carrera, Ramón Jorge, el Benja Arce y un joven Daniel Corvalán, los dos últimos jugadores de Atlanta. La base de ese equipazo ganó el Argentino de 1968, en una recordada final a Buenos Aires por 76-75.

En el Grupo C, Santiago venció a Jujuy, Corrientes, Río Negro y Chubut. Terminó invicto, como se esperaba. En la segunda fase venció a Mendoza y Santa Fe pero perdió ante Buenos Aires (67-62), que lo relegó al segundo puesto de la Zona B. Era el famoso seleccionado de Provincia liderado por Alberto Pedro (Mandrake) Cabrera, Atilio (Lito) Fruet, José (Polo) De Lizaso y Ernesto (Finito) Gehrmann.  Por el tercer puesto, ante Córdoba (2º del A, Samuel Oliva y Guillermo Riofrío como estrellas), Santiago cayó por 66-61 y se tuvo que conformar con el cuarto lugar.

De vuelta al barrio, pasaron ocho años hasta que Los Bohemios consiguieron el primer título en Primera, la Copa Santiago N. Barkley, el sábado 28 de agosto de 1971. Atlanta llegó a final ante River. El escenario elegido fue el Luna Park. El partido empezó a las 11 y fue transmitido por Canal 7, con relatos de Oscar Gañete Blasco, voz identificada con el deporte en general y mucho con el básquetbol.

El gran detalle era que Najnudel había sido suspendido por la Asociación de Buenos Aires unos partidos antes y se tuvo que mezclar entre el público para pasar algunas indicaciones. El entrenador de ocasión fue Luis Martínez, base titular, en recuperación de la rotura en el menisco de la rodilla derecha. León preparó el juego y largó a los suyos mientras fumaba en una de las plateas.

El final llegó con un apretado triunfo para Atlanta por 86-82, lo que desató el ruidoso festejo de los hinchas, los más bravos y pendencieros del básquet. “River tenía todo reservado para una fiesta. Nosotros ganamos y nos fuimos en subte desde el Luna Park a Dorrego para comer en el club unos sánguches de mortadela y queso”, recordó Martínez.

El plantel estuvo formado por Martínez, Benjamín Arce, Horacio Seguí, Daniel Corvalán, Eduardo Armer, Ernesto Rambozzi, Jorge Arbillaga, Hugo Píccoli y Antonio Gornatti. Además, como refuerzos (permitidos para las Copas o torneos amistosos) estaban Néstor Delguy, Luis Casarín y Rubén Maina, los tres de Boca.

Luego siguió el torneo y León, como en todos lados, dejó su huella en el club del que era hincha. Lo esperaban nuevos desafíos.

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