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De Steph Curry se habla de que cambió el baloncesto, que su manera de jugar y encestar hizo que todos los niños hoy quieran meter la bola desde el logo antes que aprender a tirar las bandejas con igual naturalidad con ambas manos. Pero no es culpa de él, porque si de trabajo se trata hizo mucho para poder llegar adonde está hoy y básicamente siendo joven le costaba destacarse como para disimular su físico endeble y ser tenido en cuenta.

Bob McKillop fue el primero en confiar en Stephen Curry y se dio de una manera especial, dado que fue a verlo en un partido jugando para un High School en Charlotte y lo que vio allí no fue un buen juego de la futura estrella NBA. Sin embargo no dudó en darle la beca por un detalle que contó en una entrevista: “Jugaba en uno de los gimnasios auxiliares, no en el principal. Lanzó pases a las gradas, regateó con el pie y falló tiros. Pero lo que me gustó es que ni una vez durante ese mal juego culpó a los jueces o a un compañero, siempre estaba animando ni más sea desde el banquillo. Miraba a los ojos al entrenador y nunca se inmutó por ese mal día, por eso es que lo elegí para que se quedase conmigo”.

A partir de esa elección empezó la gran relación de Steph con su entrenador de la universidad y una carrera en Davidson donde logró llamar la atención del mundo NBA y tras tres fructíferos años decidió dar el salto y en el puesto número siete del draft del 2009, los Warriors lo eligieron para  dar inicio a una leyenda que al día de hoy sigue escribiendo páginas gloriosas.