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De la nada al estrellato, la historia del incomprendido Russell Westbrook

21:30 20/10/2021 | Se crio en uno de los barrios más peligrosos de California. Medía menos de 1,80 antes de terminar la secundaria. Explotó, la rompió y triunfó en la NBA.

Westbrook llegó esta temporada a los Lakers (Foto: NBA)

"Un título no cambia mi vida. Soy feliz. Fui campeón una vez que llegué a la NBA. Crecí en las calles. Soy un campeón. No tengo que ser uno en la liga. Conozco a gente que lo consiguió y es miserable, no hizo nada por su comunidad ni la gente de nuestro mundo".

Compton, California. Indestructible. Tiene que serlo. Sus residentes también.

Hay belleza en ese asfalto. Ritmo. Historia. Conoce situaciones injustas, los dolores.

Pero no todo el dolor es un mal. A veces viene unido de una extraña forma de esperanza que no puede entender si no sos de ese hostil lugar.

Y de ahí viene Russell Westbrook. Su pasión, intensidad, energía y corazón. Todo, absolutamente todo, viene de ahí.

Russell Westbrook III creció a 22 kilómetros del Staples Center. Nació en 1988, bajo el aura del showtime de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y compañía.

Su papá, Russell Westbrook Jr., trabajaba en una fábrica de pan y jugaba al básquet en su tiempo libre en los parques cercanos.

Russell Jr. era estricto y devoto, decidido sobre todo a mantener a su familia fuera de los problemas en una zona que los tenía a cada hora. Cuando Westbrook mostró interés por la naranja, su padre ideó un sinfín de ejercicios que realizaban, los dos solos, durante horas.

Se centraron en el tiro de media distancia, en el tiro de algodón, como le decía su progenitor porque quería que la pelota solo toque la red, practicándolo a un pie y a dos, en movimiento y estático.

Westbrook aprendió a identificar todas las formas posibles de lanzar incómodo: estando desequilibrado, moviéndose demasiado rápido, sin tener los pies correctamente colocados. "Muchas veces, lo hago cuando esas cosas no están bien. Eso es todo de mi padre. Eso es todo él y yo, básicamente", dijo en una nota para NY Times.

También realizaban un entrenamiento militar no apto para el resto de los chicos de su edad. Hacían ejercicios militares, todo era cuestión de ética de entrenamiento.

Flexiones, abdominales, sprints interminables y ejercicios de agilidad en areneros. “Trabaja más que los demás", le decía su padre. "Trabaja más que todos ellos".

Más allá de eso, el pequeño Russell seguía siendo un don nadie. Como jugador de instituto, Westbrook pasó desapercibido de forma espectacular y era el más bajo de su equipo, ni hablar de que nunca la había podido volcar.

Aunque ya tenía algunas habilidades como la velocidad, el cuerpo desarrollado y un corazón que no entendía de razones, la altura es nodal para soñar con el más alto nivel y Russell simplemente no contaba con ella.

Entonces llegó un milagro. Cuando estaba por terminar la secundaria explotó físicamente y pasó de medir 1,75 a 1,92. No lo podía creer. Solo eso necesitaba. De repente, todos sus dones se unieron y generaron un jugador formidable.

Pero el tiempo había pasado y pocas universidades conocían la grata noticia.

Tenía que seguir la historia en California… No podía ser de otra forma.

Ben Howland entró en el antiguo gimnasio del instituto Leuzinger de Lawndale (California) a las 6:30 de la mañana. El entrenador de baloncesto de UCLA estaba emocionado porque nunca había visto a Westbrook en persona.

Los jugadores aún no habían llegado y, aparte de Howland, la única otra persona en el gimnasio era un chico escuálido que estaba barriendo el suelo.

Unos minutos después, el técnico de Leuzinger, Reggie Morris, se reunió con él. Los dos conversaron un poco y el coach le aseguró que le iba a gustar lo que veía de Westbrook.

-¿Dónde está Russell?
-Ahí mismo, con la escoba

Cuando Westbrook acabó con la limpieza, reunió a sus compañeros en el vestuario. Les habló un rato y procedió a motivarlos como si se tratara de un gimnasio repleto en una noche de partido. Westbrook salió corriendo a la cancha, y empezó a organizar ejercicios y una línea de tiro.

Líder. Howland no necesitó más nada. “Este chico no es un base”, comentó a un asistente suyo que había estado siguiendo a Russell. “Pero puede jugar”, respondió el scout.

No sabían lo que tenían. Pero sabían que les gustaba. Y resulta que en UCLA lo conocía desde hace mucho...

Kerry Keating era el asistente en cuestión y vio a Westbrook jugar seis veces en su último año, que era el máximo permitido por la NCAA en ese momento.

Se aseguró de que su padre lo viera en los partidos, lo que era fácil porque no había otros ojeadores. Soportaba partidos horribles a los que tardaba horas en llegar. "Era un rufián que jugaba como un murciélago del infierno", recordó Keating en Bleacher Report. "Un perro enloquecido".

Con esto dicho, logró ganarse una beca de última hora en UCLA después de que uno de sus jugadores estrella se declarara inesperadamente para el Draft de la NBA.

Westbrook era un jugador suplente, un especialista defensivo. Su trabajo consistía en entrar en el partido y causar estragos. Durante su primer año sólo promedió nueve minutos y 3 puntos por partido.

Ese mismo año, en Texas, Kevin Durant jugaba 36 minutos por encuentro y promediaba 26 puntos y 11 rebotes para ser, según muchos expertos, el mejor curso de novato en la historia del baloncesto de la NCAA. Una pavada.

Durante su segundo año, Westbrook desempeñó un papel más central en la universidad, y sus potentes volcadas lo convirtieron finalmente en un tatuaje de los resúmenes colegiales de ESPN.

Sin embargo, nadie corría el riesgo de confundirlo con Kevin Durant, que por entonces había ganado el premio de novato del año de la NBA.

Los promedios de Westbrook en su segundo año siguieron siendo relativamente modestos (13 puntos, cuatro asistencias y cuatro rebotes) pero fueron suficientes para que los SuperSonics (que pronto sería el Thunder) lo eligieran en el Draft de 2008.

Lo seleccionaron en el cuarto lugar, una posición que casi todos los demás consideraban un gran hito. Su tarea ya estaba hecha. Se consagró al llegar a la NBA y triunfar en un lugar en el que los sueños son destrozados.

Compitió en finales, estuvo en Houston, Washington y volvió a su hogar, recibió, recibe y recibirá todo tipo de críticas, se fue y volvió a empezar.

Jamás dejó de intentar, ni de jugar con pasión. Un latido incesante, una mente galopante y una pasión verborrágica que carga la furia de una zona que no perdona.

Russell Westbrook es un campeón, le guste a quien le guste, le pese a quien le pese. 

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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