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Zion Williamson, el jugador elegido para liderar la reconstrucción de New Orleans Pelicans tras la salida de Anthony Davis, vive una historia marcada por las lesiones y el desencanto. Desde su llegada en 2019 como el pick número uno, Zion ha mostrado destellos de su inmenso potencial, siendo dos veces All-Star y dejando huella con su poder ofensivo cuando está sano. Sin embargo, la realidad golpea con fuerza: en seis temporadas, Williamson solo ha superado los 60 partidos en dos ocasiones, y las lesiones lo han privado de pisar una cancha en los playoffs. Este año, una nueva dolencia en el gemelo lo tiene marginado desde noviembre, mientras los Pelicans acumulan un pobre 5-22 en un Oeste que no perdona.

El problema va más allá de lo físico. La franquicia no ha logrado consolidar un equipo competitivo alrededor de Zion. Las apuestas del verano, como Dejounte Murray, no han dado resultados y las lesiones de piezas clave como Brandon Ingram y CJ McCollum han empeorado la situación. A pesar de contar con jóvenes talentos prometedores como Herb Jones y Trey Murphy III, la rotación se desmorona en ausencia de su estrella. Los rumores de traspaso empiezan a ser más que simples especulaciones, con informes que señalan que, por primera vez, Zion no está entre los "intocables" de la plantilla. La extensión de su contrato, firmada en 2022 por cinco años y 197 millones, ahora luce como un arma de doble filo para ambas partes.

Zion Williamson encarna la paradoja de los Pelicans: un jugador con el potencial de ser generacional, pero atrapado en un ciclo de lesiones y frustraciones. A medida que el tiempo avanza, la paciencia de la franquicia y los fanáticos comienza a agotarse. El proyecto en Nueva Orleans, seis años después, sigue estancado, sin éxito en playoffs y con más preguntas que respuestas. Si Zion no puede liderar ni mantenerse en cancha, el fin de su etapa con los Pelicans podría ser inevitable, dejando tras de sí una reconstrucción fallida y un futuro incierto.