La historia de la famosa frase “Ball don’t lie”
16:25 12/06/2022 | Cómo surgió el típico dicho que los jugadores gritan cada vez que no están de acuerdo con una falta.
Rasheed Wallace fue uno de los pívots más dominantes en la década de los ‘2000 en la NBA. Su físico formidable, su predisposición al contacto con sus oponentes y su atrevimiento le dieron el mote de hombre malo en los Detroit Pistons, en donde consiguió un campeonato en 2004 ganando unas históricas finales a Los Ángeles Lakers de Shaquille O’neal.
La fama de hombre rudo del flamante asistente del nuevo entrenador de los Lakers, Darvin Ham, surgió luego del enfrentamiento más grande que hubo entre jugadores en la liga, cuando Ron Artest protagonizó un altercado con el plantel de Pistons, principalmente con Ben Wallace. Rasheed formó parte de la trifulca, aunque desde un rol más secundario.
El jugador que llegó a la NBA en 1995 de a poco fue ganándose el respeto de sus rivales por su verborragia y su afición por el trash talker, una práctica que hoy en día no es tan común pero que en ese entonces era casi una estrategia más del juego en la liga y en eso Rasheed era un especialista.
Cuando el jugador consideraba que la falta pitada contra él no era justa, no podía resistirse a seguir protestando aún con su rival en la línea de libres. Al pívot siempre le costó controlar sus emociones, lo que le llevó acumular varias faltas técnicas por sus comentarios a lo largo de su carrera.
Una vez, dijo una frase que lo acompañó por el resto de su carrera, en el momento en el el rival se preparaba para tirar el libre. Lanzó el dicho “Ball don’t lie” como forma de expresar que el balón no había entrado por una especie de justicia poética atada a los equilibrios del karma. Como él tenía razón y no fue falta, le parecía normal que el balón sea justo y “elija” no entrar.
La frase fue acuñada por varios jugadores desde ese momento para expresar el mismo descontento de Rasheed, al que más de una vez le valió recibir faltas técnicas por su famoso grito de queja hacia los propios árbitros.