La historia dice que su abuelo fue presidente y que sus padres, ambos, tuvieron distintos cargos en la entidad. Entonces era imposible que Diego García no terminara picando la pelota por primera vez en Rivadavia de San Cristóbal, su ciudad de nacimiento, ubicada a 180 kilómetros de la capital provincial, donde luego terminó afincándose el actual hombre de Quimsa.
- No tenías otra opción de que Rivadavia.
. No. En San Cristóbal hay dos clubes: Rivadavia y Racing, pero mi viejo jugó en Rivadavia, mi abuelo fue presidente y mi vieja también estaba metida en el club. Así que a los 5 años ya estaba yo también ahí, al igual que mis hermanos, María Paula, que es la más chica, y Ariel, el más grande. Yo soy el del medio.
-¿Qué recuerdo tenés de esa época?
. Buenísimo. Era ir de la escuela al club y estar todo el día ahí, porque mis viejos estaban metidos en la Comisión para poder jugar y recaudar el dinero para comprar las camisetas, entre otras cosas. Por ahí hacíamos algo de fútbol también, pero básicamente básquet. Nos quedábamos hasta la noche tarde mientras los grandes se quedaban reunidos.
- Contame cómo era el club.
. Normal, como todos los de una ciudad chica. Tenía la cancha cubierta, con vestuario, con un típico escenario atrás del aro, parecido al viejo de Libertad de Sunchales. Incluso a los vestuarios les pusieron mi nombre.
- Ah bueno.
. Sï, de hecho soy ciudadano ilustre de San Cristóbal (se ríe).
- Sigamos: ¿pelota paleta, buffet, metegol, pool?
. Pelota paleta no, las otras tres cosas sí. Y cancha de bochas.
- Otro clásico. ¿Cancha de fútbol?
. No, había un sector con césped donde armábamos el fútbol, pero no era una cancha.
-¿Qué torneo jugaban?
. Jugábamos con Racing, y una liga que se llama la cristobalense, donde también estaban equipos de Ceres, de Tostado...clubes de la zona. Hacíamos encuentros también, albergando a chicos y después yendo a la casa de otros.
-¿Ibas solo al club?
. Sí, íbamos caminando solos, o en bici, con mis hermanos. Además estaba toda mi familia ahí, mi tío también. Y mi abuelo, aun después de ser presidente, siempre siguió yendo para vernos jugar a nosotros.
- Eras el dueño de la pelota.
. Y, más o menos, je.
-¿Qué añorás o rescatás de la vida de club?
. Que estábamos todo el día ahí, y no en la calle. Y aprendimos a disfrutar y a compartir las cosas con otros chicos de nuestra edad. Incluso con las chicas, porque había básquet femenino. Mi abuela, mi vieja, mi tía jugaron. La pasábamos de diez. Valoro mucho que te da amigos, y que aprendés a ganar, a perder...todo.
- Qué especial era el día que llegaban las camisetas nuevas, ¿no?
. Ahhh, una locura. Estabas días esperando y cuando llegaban querías ver qué número te tocaba y cómo te quedaba. A mí hermano y a mí, como éramos flaquitos, nos tenían que hacer el nudo arriba de las mangas para que no se nos saliera.
-¿Pasás de vez en cuando por el club?
. Paso porque tengo familiares, pero menos desde que me fui a vivir a Santa Fe. Además esto de ser profesional del básquet te hace vivir en cualquier lado. Igual, cuando voy, me esperan con unos asadazos bárbaros. Al club hace un tiempo que no voy, porque se había fusionado con Racing y ahora se separaron de nuevo. Está muy lindo el club, lo arreglaron bastante.
- Además si los vestuarios llevan tu nombre no podés permitir que no esté impecable.
. Obvio. Cuando le pusieron mi nombre tuve un agasajo, hice una conferencia...es un orgullo que tu club te halague de esa manera.
- Teniendo en cuenta la tradición familiar: abuelo presidente, padres dirigentes, ¿no te da por hacer algo en algún momento para Rivadavia?
. No sé, pero podría ser. Estaría bueno.
-¿Fomentás la vida de club para tus hijos?
. Sí, el de 6 ya va a un club acá en Santiago y nosotros lo acompañamos para verlo jugar, nos llevamos el mate y la pasamos bárbaro. Hacemos lo mismo que lo que hacían mis viejos cuando yo era chico.