Río 2016

Se van el corazón y el alma de Argentina

15:22 18/08/2016 | Con el retiro de la selección de Nocioni y Ginóbili, se van dos de los referentes máximos del equipo que hizo historia y se ganó el amor popular.

Chapu y Manu, hace 10 años, cuando todavía el futuro era de ellos

Si esto en vez de ser una web fuera una hoja de papel, la tinta quedaría borrosa en varios sitios. Y es que reprimir la emoción es tan difícil como fácil es decir que no habría que llorar en un caso así, porque hay que mirar para adelante. 

Es cierto, hay que mirar para adelante, pero la reacción natural es la opuesta. Mirar para atrás. A cuando comenzó todo esto. A cuando Julio Lamas, en una tarde de julio de 1998, le dijo a Emanuel Ginóbili que lo elegía por sobre Jorge Racca y que jugaría el Mundial de Grecia de ese año, donde el 30 de julio se puso la camiseta (la 13, no la 5), por primera vez ante Nigeria, luego de no entrar en el debut ante Australia. 

O al momento en el que Chapu, también con Lamas, casi un año después, el 14 de junio de 1999, en Bahía Blanca, se calzaba por segunda vez en su vida (solo había jugado 4 años antes un Sudamericano de cadetes), la camiseta que dejaría 17 años más tarde. 

Después los recuerdos los empiezan a tener a los dos juntos. Es que uno habla de este equipo y nunca ve a un jugador solo. Ve a una piña. A todos defendiéndose entre ellos. Parecen la película 300. Son pantallazos. Recuerdo el robo con volcada de Chapu ante Brasil en Indianápolis 2002 y el pechazo con Scola, en un momento que los cuartos de final se habían complicado después de dar el batacazo mundial un día antes contra el Dream Team.

 

Recuerdo, el día anterior, ver cómo se miraban entre ellos en el último cuarto y no entendían que le iban a ganar por primera vez en la historia a un Dream Team. Manu con 25 años recién cumplidos, Chapu con 22, Scola con 22.

 

 

Y salto después al 2004, en Atenas, con Ginóbili primero metiendo la palomita inolvidable en el debut ante Serbia y Montenegro y después destrozando a Estados Unidos otra vez en semis y el racimo, otra vez, como siempre, con la corona de laureles en el podio, sonrisas que no entraban en sus caras...la hermandad, la recurrida hermandad.

 

 

Salto al 2006, al pase de Manu para Chapu (cosas del destino), para el tiro ante España, ese tiro que nadie mereció meter más que Chapu, y la tristeza de no poder coronar un ciclo perfecto. ¿O no? Porque hubiese cambiado algo el legado de estos tipos con ese título en Japón? Nada, absolutamente nada.

Me viene entonces a la memoria el vestuario previo al bronce en Beijing, con Manu llorando desconsoladamente porque no podía jugar tras haber probado su maltrecho tobillo lesionado ante Estados Unidos. Y el equipo, entero, jugando por él, en el que probablemente haya sido el partido más emocional de toda esta historia de 17 años juntos. Nocioni tirándose de cabeza ante los lituanos con el juego 20 puntos arriba, y aplastando al rival sin su máxima figura en la cancha.

 

¿Y Turquía? Otra vez lágrimas. Porque Nocioni quería jugar, como siempre, y los Sixers se lo impidieron 48 horas antes del inicio del torneo. Y otra demostración de espíritu de grupo para sobrellevarlo. Tendrían su gran revancha un año después en Mar del Plata, con el oro en el Preolímpico, todos juntos, frente a su gente. Otra vez también con emoción, tras la lesión de Chapu ante Brasil, ¡en el salto inicial! Pero festejando el campeonato como si nada le hubiera pasado. La semi y la final las jugó con el resto, desde el banco. 

Y el himno final, el más emotivo de siempre.

 

Londres 2012 era la despedida que se había casi planificado desde varios años antes. Era el límite, por edad, que casi todos, ellos mismos, calculaban. Y volvieron a meterse en una semi, tras un tremendo cuartos de final ante Brasil, para estar a segundos de otra medalla, frustrada por Rusia. ¿Era el final?

 

 

No, quedaba bastante más. El destino hizo que no coincidieran ni en el Premundial 2013, ni en el Mundial 2014, una gran frustración para Manu, porque él quiso estar en España y los Spurs no lo dejaron. Hasta en eso vivieron situaciones similares. Y en el 2015, con Chapu adentro y Manu afuera alentando, quedó claro que habría despedida en Río 2016.

Y llegó Río. El torneo que todos queríamos que empiece y que nunca termine. Y otra vez la hermandad, y otra vez el compromiso, y otra vez el corazón, y las ganas, y la reacción de la gente con estos tipos que científicamente no podían estar haciendo esto. Y Manu que lo quería matar a Chapu después de Lituania, y que 48 horas después se quería casar con él tras lo que hizo contra Brasil. Amor. Mucho amor. 

 

Pero los partidos pasaron, quizá muy rápido, y el cruel destino hizo que, a pesar de una gran fase inicial (récord 3-2, el mismo de Atenas 2004), Argentina quedara cuarto y tuviera que enfrentarse ante los Estados Unidos. Fue un cachetazo a la ilusión, pero nadie puede contra los hechos, y el último partido fue contra los mejores. Quizá, un buen final. El intento de hazaña duró 6 minutos en los que se gambeteó a la realidad, pero después ella, dura y fría como siempre, puso todo en su lugar. 

Y la historia se terminó. Para los que amamos esto que hacemos, es casi como un duelo. O un duelo. Porque cuando algo se pierde para siempre, es un duelo, que tajea el corazón de una manera en la que uno no puede hacerse el distraído. Pero dicen que lo más justo, sobre todo para los que se van, es no llorarlos con dolor, sino llorarlos con alegría. Soltarlos. Dejarlos partir. Ese momento, en que uno separa sus dedos y los deja ir, es único e irrepetible. Para nosotros, para mí en particular, ese momento es éste. Los suelto. Los dejo ir. Chau Manu. Chau Chapu. Los quiero como si fueran mis hermanos. Y juro que, ni muerto, los voy a olvidar.

 

Fabián García / [email protected]
Enviado especial a Río de Janeiro, Brasil
En Twitter: @basquetplus

 

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