Durante el Preolímpico de San Juan de Puerto Rico, en 1999, Lázaro Borrell tomó la decisión de desertar, para emprender una nueva vida. Obviamente, la idea estaba cerrada desde antes de salir de Cuba para el torneo. Lázaro se fue de la concentración con otros 3 jugadores, ayudados por Andrés Guibert, que había desertado 6 años antes. En el año 2007, Básquet Plus entrevistó a Lázaro y el cubano habló con detalle de lo que fue ese viaje. Una historia apasionante, emocional y, también, dolorosísima. Hasta ese momento, Borrell no había podido volver a Cuba, pero en el 2014 pudo volver a visitar a su país, aunque sigue viviendo en Miami, Estados Unidos. Recordamos aquí aquella nota y su parte destacada.
-¿Te acordás cómo fue tu último día en Cuba?
-¿Mi último día en Cuba? Todos los días me acuerdo. Hasta te puedo dar la fecha exacta Un 6 de julio de 1999. Al día siguiente salía para Panamá, donde íbamos a jugar unos partidos amistosos antes de ir al Preolímpico de Puerto Rico. Estuve con mi hermana Leonor, la que jugó al básquet, y con mi sobrino de dos años y medio, disfrutándolos a full porque yo ya sabía que no iba a regresar y me iba a demorar mucho en volverla a ver. De hecho llevo más de siete años sin hacerlo. Cuando mi sobrino se durmió, le pedí el auto prestado a mi hermana y me fui de joda con mis amigos, a despedirme. Al otro día me llevó Leonor al aeropuerto. Cuando subí al avión, me tocó un asiento en el pasillo, y en el asiento de enfrente tenía a Angel Caballero, con el que teníamos planeado quedarnos en Puerto Rico. Cuando el avión empezó a moverse nos miramos y yo pensé ‘ya nunca más’. En realidad, él pudo volver hace poco a Cuba, pero yo no pude hacerlo aún.
-¿Tu hermana lo sabía?
- Sí. Leonor estaba nerviosa en el aeropuerto. No sabía qué iba a ser de mi futuro, con qué me iba a encontrar. Ella, mi otra hermana y mi mamá eran las únicas personas de mi familia que lo sabían.
-¿Te intentó convencer de que no lo hicieras?
- No, no. Mi hermana en su momento fue catalogada la mejor basquetbolista de Cuba y una de las mejores del mundo, y estaba sufriendo las consecuencias de no estar en la selección, porque no fue a jugar las Olimpíadas de Atlanta. No fue que no quiso jugar, pero ella tiene un carácter horrible, y quedó embarazada en la preparación. Las autoridades quisieron convencerla de que jugara en Atlanta y ella no quiso, y la apartaron para siempre del equipo. En el 96 ella era pieza clave. Mi mamá tampoco quiso impedírmelo. Recuerdo que la llamé de Puerto Rico un día para decirle que ya me iba. Estábamos hablando y me largué a llorar. Y ella me dijo ‘¿qué te pasa? Si decidiste hacerlo, hay que ir pa’lante’. Yo lo tenía decidido, pero si mi madre me decía eso, era el empujón final que necesitaba.
-¿Quién la pasa peor, el que se queda o el que se va?
- El que se queda. Hay mucha gente en Cuba que se va por un sistema que nosotros llamamos el bombo, que es una especie de lotería. Entonces te preparas, al igual que tu familia, y de última sabes que puedes regresar. Pero mi caso era distinto, porque encima en 1997 me pusieron en el Parlamento. Yo era diputado. Según me contaron, cuando nos fuimos, el Comandante (así lo llamará durante toda la entrevista), salió a decir que éramos unos traidores, unos mercenarios, y que el cabecilla era Lázaro Borrell. Caballero se quedó conmigo y sin embargo regresó. Leopoldo Vázquez desertó en Winnipeg y también pudo regresar. Yo soy un caso especial.
- Es como que se podía ir cualquier, pero nadie esperaba que te fueras vos.
- Mira, se han ido cantidad de deportistas. Pero me han dicho que hubo tres casos que se tomaron distinto, que fueron dos beisbolistas y yo. Y no sé por qué yo. Era jugador de la selección, sí, pero no éramos un gran equipo. Ganábamos algún Centrobasket, pero nada más. Calculo que fue por el hecho de ser figura de la selección y, principalmente, por ser diputado, que me pusieron en esa lista negra.
-¿Cómo fue que llegaste a ser diputado?
- Yo nunca viví en mi provincia. Soy de Santa Clara, pero viví siempre en La Habana. Un día llamo a mi mamá y me dice ‘te tengo una noticia. Estás elegido para ser diputado’. Mi hermana ya había pasado por esa experiencia, pero ella había sido diputada provincial. Y cada vez que se juntaba el Parlamento de la provincia, Leonor nunca estaba, porque estaba viajando o en algún otro lado. Y tuvieron que darla de baja. Yo pensé que lo mío sería similar, pero mi madre entonces me dice ‘no, no, tú vas para diputado nacional, en La Habana’. Yo no lo podía creer. A mí me pusieron porque era representativo, porque de política, cero. Y salí elegido por un municipio que ni conocía.
-¿Y ejerciste?
- En unas sesiones del Parlamento en 1998 tuve que ir tres veces.
- Nunca terminé de entender bien cómo funciona el Parlamento en Cuba.
- Yo tampoco.
-¿Tenías relación o contacto con Fidel Castro?
- No, nada. Lo ví dos veces en mi vida. Y nunca hablé con él. Una vez estaba en los Panamericanos de La Habana en 1991 viendo otro deporte, y de repente todo el mundo se empezó a correr como abriendo el paso, y aparecieron los custodios y atrás él, pero yo me fui rápido, no fuera cosa que me hicieran ir a saludarlo. Hasta que nosotros nos quedamos en Puerto Rico, él nunca apareció en las concentraciones previas de la selección. Después sí lo hizo. Con mi hermana sí tuvo más contactos personales, porque él solía ir a verlas a los entrenamientos antes de algún torneo importante.
- Contame un poco cómo fue lo de Puerto Rico.
- Arrancó mal. Yo cometí un error grave porque en mi visita a la Argentina por seis meses en 1998 le dije a una persona lo que tenía pensado hacer. Y cuando volví a Cuba, me empecé a perseguir por el miedo de que esta persona se lo dijera a alguien y eso llegara a Cuba. Cada vez que salía a la calle, me imaginaba que había gente siguiéndome o que todo el mundo me miraba. Estaba paranoico. Y para colmo, cuando estábamos por salir para Panamá, viene Ruperto Herrera padre a decirme que tenía la visa para todos los jugadores menos la mía. Nosotros necesitamos visa para ir a cualquier lugar del mundo. Cuando viajábamos, nos daban el pasaporte antes de subir al avión, nos lo retiraban cuando llegábamos y lo mismo a la vuelta. No te imaginas el susto que me pegué. Ruperto hijo ya me lo había anticipado el día anterior, pero con la locura que yo tenía, creía que se iba todo al diablo. Su padre me había dicho que fuera al aeropuerto igual a ver si llegaba. Al otro día fui, empezó a repartir los pasaportes y el mío finalmente estaba en regla.
-¿Y cómo fue el proceso para dejar al grupo, ya en Puerto Rico?
- Empezamos jugando contra Uruguay, al que normalmente le ganábamos. Pero perdimos. Luego perdimos también con Canadá y después contra Argentina. Con esos resultados, nos quedaba jugar sólo contra el Dream Team y quedábamos afuera del torneo. Al primer partido vino a vernos Andrés Guibert, que se había ido en 1993 y que jugaba en Puerto Rico. Mis compañeros tenían algo de miedo de ir a saludarlo, pero yo fui y lo abracé y le dije al oído ‘tengo que hablar contigo’. Andrés me miró, supongo que entendiendo lo que necesitaba decirle, y me dijo ‘ya hablaremos luego’, como dándole mayor importancia al encuentro después de tantos años que a lo otro. Como que no iba a haber problemas. Como no lo ví durante un par de días, empecé a preocuparme y a buscar otra opción, a través de una gente, pero los tipos me mandaron a una persona a golpearme la puerta de la habitación, y yo casi me muero. Enfrente de mi pieza estaba Miguelito (Calderón, el entrenador). Entonces le dije a esta gente que si hacían así las cosas, la iban a embromar. Entre Argentina y Estados Unidos teníamos un día libre, y finalmente quedamos en ir a cenar con Andrés. Antes de salir, le dije a Angel (Caballero), si era consciente de lo que estábamos por hacer. Me miró como dudando y le dije entonces ‘bueno, quédate, yo me voy’, y enseguida vino conmigo. Roberto Herrera vino con nosotros y, cuando le contamos, nos dijo ‘sin ustedes dos se acaba el básquet en Cuba, me voy con ustedes’ y también se sumó Héctor Pino, que era mi compañero de habitación. Fuimos a comer por ahí con Andrés, y cada vez que quería sacar el tema, él me decía que me quedara tranquilo, que nos iba a ayudar, pero que lo hablábamos luego. Chupamos, nos divertimos y, al final, nos llevó a una villa en construcción donde nos quedamos a dormir.
-¿Fue difícil el día 1 posterior a la decisión?
- No. Era chupar, comer, pileta, chupar, comer, pileta. Había que estar todo el día en pedo para no pensar demasiado (se ríe).
-¿Y qué pasó cuando se enteraron en la delegación?
- De mí y de Héctor no se dieron cuenta tan rápido porque compartíamos la habitación, pero los compañeros de Roberto y de Angel, al otro día, le dijeron a Calderón que no habíamos llegado a dormir. Yo creo que él sabía lo que estaba pasando, pero dijo que seguro nos habíamos quedado por ahí y que íbamos a aparecer para el partido con Estados Unidos, cosa que no ocurrió, claro. Incluso se llegó a decir que nos habían secuestrado.
-¿Y cómo siguió tu vida?
- Enseguida nos contactaron de la fundación Cubano-Americana ahí en San Juan. Nos pusieron custodia, incluso, para que no corriéramos peligro.
-¿Podrías decir cuál fue el motivo principal para que tomaras la determinación?
- Fue un cúmulo de cosas, pero para serte sincero, el principal fue por la que era mi novia de entonces, la actual madre de mi hijo, que se había ido de Cuba un par de años antes, a Miami. A mí el tema de la libertad de expresión no me afectaba tanto, porque no era de decir mucho, y cada vez que me hacían un reportaje no había problemas. Es gracioso. A mí varias veces antes me habían intentado convencer para irme a los Estados Unidos. Una vez, en un torneo internacional, Bobby Knight me ofreció ir a jugar a la Universidad de Indiana. Recuerdo que me preguntaron si quería ir a los Estados Unidos y yo contesté que ni loco. Al otro día, en un diario cubano, había una nota con el título “Ni loco iría a jugar a los Estados Unidos”. ¿Cómo pude yo haber dicho eso? (se ríe con ganas).
-¿Pero fue un tema más deportivo o económico el que te hizo decidir, más allá de lo de tu novia?
- Mira, a mi hermana le dieron en su momento un departamento, pero así y todo nunca tuvo un gran pasar económico. Mi modelo de lo que sucedía era Leonardo Pérez, un jugador que llegó a estar en un Mundial y fue sexto anotador del torneo. Para mí, fue el mejor jugador cubano de la historia. Y él se fue construyendo su casa poco a poco, con muchísimo esfuerzo. ¿Si a él le pasaba eso, que era el mejor, qué me esperaba a mí?