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Candice Wiggins llegó a la WNBA considerada como uno de los mejores proyectos del básquet femenino mundial. Y sus primeras campañas parecieron confirmar ese potencial: promedió 15,7 puntos en su año de novata y 13,1 a la temporada siguiente.

Sin embargo, varios factores hicieron que nunca pueda terminar de transformarse en esa jugadora dominante que muchos esperaban y tras promediar 1,6 puntos en el 2014 y 2,8 tantos en el 2015, dejó la WNBA. Pero mientras la mayoría creía que el problema había sido deportivo, la base dio ahora otros motivos.

Wiggins habló con el San Diego Union-Tribune y fue durísima a la hora de recordar su situación en la liga: "Quería jugar más en la WNBA, pero la experiencia no ayudaba a mi salud mental. Era un estado deprimente. No lo ve nadie. Nuestro valor es disminuído. Es muy duro. No me gustaba la cultura de la WNBA y era tóxica para mi. Me estaba rompiendo el espíritu".

"Me trataban muy mal. Soy heterosexual y lo dejaba en claro. Voy a decir que el 98% de las jugadores de la WNBA son gays. Había un montón de reglas que ellas podían aplicar. Intentaban lastimarme todo el timpo. Nunca nadie me había dicho puta tantas veces como en mi temporada de rookie. Nunca me habían tirado tanto al piso. El mensaje era: queremos que sepas que no nos gustás".

"¿Te das cuenta lo que has hecho?", le contestó a través de una carta abierta, Imani Boyette, pivote de Chicago. "Estás alimentando los estereotipos. La orientación sexual es algo personal. Ahora, debido a tu artículo, será aceptado preguntarle a las jugadores sobre su sexualidad. ¿Les preguntan a los jugadores de la NBA sobre eso?, ¿es siquiera un tema de conversación?".