Los 50 de Marcelo Milanesio

Cumple 50 años Marcelo Milanesio, el histórico capitán

21:37 11/02/2015 | Fue uno de los mejores jugadores de la historia del básquetbol argentino, y la imagen de la LNB por muchos años. Trayectoria y anécdotas en esta nota.

Hablar de Marcelo Milanesio es hablar del básquet en su esencia más pura, y de un jugador que conjugó talento, calidad, carisma, fortaleza y mentalidad ganadora, atributos que paseó por todos estadios donde jugó. Fue un ganador con todas las letras, tanto que en 2002 cumplió el sueño de todo deportista, retirarse campeón.
 
Repasar su trayectoria es casi una obligación, mucho más en el día de hoy cuando cumple medio siglo, porque las nuevas generaciones se perdieron a un jugador genial, único, fantástico y que no solo tenía un tiro infernal, Marcelo poseía la capacidad de hacer mejor a los que lo rodeaban, sin egoísmo y con mucha generosidad. Y a eso había que agregarle inteligencia, visión de juego y capacidad para hacer docencia, porque lo hacía desde el alma.
 
"A mi me pueden dar un manual de golf, lo estudio y después te enseño como se juega" me confió una vez retirado, y eso explica un poco más los motivos por los cuales le gustaba enseñar, algo que se dio el gusto de hacer cuando organizó tres campus en la ciudad de Villa Carlos Paz entre los años 2003 y 2005. Sin embargo, mucho antes fue un factor clave en la carrera de Fabricio Oberto, con quien pasó largas horas en la cancha explicándole fundamentos, y vislumbrando todo lo que podía llegar a hacer ese chico flaco y alto, oriundo de Las Varillas que llegó a Córdoba envuelto en sueños de gloria.
 
Arribó a Atenas de la mano de su hermano Mario, una de las grandes figuras del básquetbol cordobés de los ochenta. El desafortunado accidente automovilístico de Gastón Blasi, un base exqusito como pocos y campeón juvenil con la Selección en el Sudamericano de 1981, le terminó abriendo las puertas a la consagración definitiva. Fue así como de golpe y porrazo, Marcelo se transformó en el conductor del griego antes de cumplir los dieciocho años.
 
La carrera del cordobés nacido en Hernando un 11 de febrero de 1965 transitó siempre por su querido Atenas, la institución de General Bustos que le debe gran parte de su rica historia, porque al fin y al cabo, ambos crecieron juntos y se cansaron de ganar campeonatos. Y cuando se convirtieron en los mejores del básquet nacional, traspasaron las fronteras para conquistar los torneos internacionales, y poner a Argentina en el mapa de la consideración mundial con el tercer puesto logrado en el McDonald's Championship`s de 1997.
 
El avión que trasladó al plantel de Atenas a París ya había hecho una parada en San Pablo y se encontraba cruzando el Océano Atlántico rumbo a su próxima escala, Madrid, antes de arribar a la capital francesa. En el medio del viaje Marcelo no podía conciliar el sueño, se levantaba de su asiento y caminaba por los pasillos, su ansiedad por llegar y agarrar una pelota no lo dejaban tranquilo, y esa locuacidad le permitía cruzar palabras con los otros noctámbulos que tampoco podíamos dormir. Un Milanesio auténtico, deseoso por salir a la cancha y enfrentar a los mejores del mundo, lo pintaba tal como era.
 
La primera vez que hablé con él fue después de un partido que jugaron Atenas y Banco de Córdoba en el Polideportivo Cerutti. Se terminaba el año 1992, el primero de esta hermosa profesión que me abrigó. Cuando le quise hacer una nota en el medio de la cancha, me pidió por favor que lo espere a la salida de vestauarios. Pasaron minutos que me parecieron horas, y en algún momento confieso que creí que se había olvidado. Claro, era el jugador consagrado y el periodista que recién se iniciaba, pero en el momento que me dirigía hacia la salida, miré una vez más en dirección suyo, y noté que me buscaba entre la gente, y cuando me vio me hizo señas para que me acerque.
 
El vestuario del Palais Omni Sports de Paris Bercy rebosaba de locura, porque justamente era eso. Atenas le había ganado a Racing, el equipo local, y había escrito la página más importante de su rica historia. ¡Qué paradójico, justamente un tercer puesto significó más que cualquier campeonato! y es cierto, tanto que después de la derrota ante el Olympiakos Pireos restando siete segundos, nadie imaginaba que ese equipo venido de un país tercer mundista podría dar una nueva sorpresa, tal como había sucedido en la primera jornada del McDonald's ante el Benneton Treviso. Claramente no tomaron en cuenta a Marcelo, quien lideró la transformación de un Atenas golpeado anímicamente para llevarlo una vez más a la victoria.
 
Cuando Argentina organizó el segundo Mundial de su historia, repartió las sedes en varias provincias, y justamente fue en Córdoba donde jugó la primera fase el equipo dirigido en ese entonces por el bahiense Carlos Boismené. Fue el primer torneo grande en el que Marcelo asumió la conducción de la Selección, y lo hizo jugando en gran nivel, siendo pieza clave -junto a Héctor Campana y Sebastián Uranga- para lograr la clasificación a la segunda fase en el recordado partido contra Canadá, donde Argentina remontó un 72-85 a cuatro minutos del final, metió un parcial de 24-3 y se quedó un triunfo que quedará para siempre en las retinas de la gente.
 
El amor y el compromiso de Marcelo con la Selección fue algo único, casi imposible de definir. Y como muestra nada mejor que remontarnos al año 1993. Atenas había perdido la final de la Liga con GEPU de San Luis. El poderío puntano y la ventaja deportiva en la serie final había resultado determinante. Al mismo tiempo, en Guaratinguetá, se había iniciado el Campeonato Sudamericano, al cual Milanesio había sido convocado una vez más. Con el ánimo por el piso, porque jamás le gustó perder a nada, aún estando en desventaja, Marcelo hizo un periplo increíble para trasladarse a la región céntrica de Brasil.
 
Después del último partido contra GEPU, Marcelo se tomó un avión a Buenos Aires, donde tuvo que esperar ocho horas, de ahí partió hacia San Pablo, donde tomó un colectivo que lo dejó en la sede del torneo después de recorrer los últimos doscientos kilómetros. El base llegó a las 15:30 horas y debutó con el equipo nacional a las 19 contra Chile. Sus palabras fueron: "Estoy cansado y triste por la derrota ante GEPU pero a mi me gusta jugar y la Selección es un orgullo". Solo para dejar constancia, en ese Sudamericano, Marcelo Milanesio fue el mejor jugador del equipo argentino que fue dirigido por Guillermo Vecchio. El base terminó con 17.4 puntos (53% dobles, 39% triples y 85% libres), 4.6 asistencias y 1.4 rebotes. Años después ampliaría el concepto sobre el amor que tenía por los colores nacionales: "La Selección fue lo máximo, y la pongo por arriba de Atenas, y con eso te digo todo".
 
El Mundial de Toronto marcó la consagración de Marcelo como conductor, aún cuando Argentina no pudo pasar la primera fase y debió conformarse con la Ronda Consuelo. Sin embargo, se le ganó a España y Alemania para terminar en el noveno lugar, es decir, se clasificó como el mejor del segundo lote de equipos. Y Milanesio se adjudicó el trofeo de mejor asistente de la Copa del Mundo, superando a jugadores de la talla de Tony Kukoc y Kevin Johnson entre otros. En el partido por el tercer puesto entre Croacia y Grecia, la delegación argentina sufrió los cuarenta minutos, a excepción de Marcelo que prefirió no ir a la cancha, y festejó al final porque el ex jugador de Chicago Bulls no pudo superar la marca del cordobés.
 
Como jugador de Selección, Marcelo formó parte de la misma desde 1985 a 1998. El primer entrenador que lo convocó fue León Najnudel para un amistoso con Uruguay, mientras que el debut oficial se produjo en el Mundial de España de 1986. En total fueron 17 torneos oficiales con la celeste y blanca, incluyendo Mundiales (4), Juegos Olímpicos (1), Pre-Mundiales (3), Pre-Olimpicos (2), Sudamericanos (4) y Panamericanos (3). La única medalla dorada la consiguió en Mar del Plata 1995, cuando Argentina se coronó campeón invicto de los Juegos Deportivos Panamericanos derrotando a Estados Unidos en la final.
 
En 1995 formó parte del histórico equipo dirigido por Guillermo Vecchio que logró el boleto a los Juegos Olímpicos después de cuarenta y cuatro años. Marcelo se destacó en el FIBA Américas, pero en Atlanta '96 fue una de las figuras de un equipo que tenía a Juan Espil como máximo referente. Aún faltaba recorrer otro camino para convertir a Argentina en potencia, o más bien para situarla entre las mejores del mundo. Sin embargo, ese grupo de basquetbolístas liderados por Marcelo Milanesio, quien fue el base indiscutido durante ocho años y doce torneos, sentaron la piedra angular para lo que vendría después.
 
A fin de 1993 puso al básquet como primer deporte en Argentina, porque desde la creación de los premios Olimpia, otorgados por el Círculo de Periodistas Deportivos de la Capital Federal, ningún básquebolista había logrado la estatuilla de oro. Ese año Marcelo fue elegido el mejor deportista argentino coronando así una temporada excepcional, donde fue subcampeón de LNB y campeón Sudamericano con Atenas, logrando por primera vez un título internacional con el griego.
 
Pocas veces he visto en mi vida, la defensa que le practicó a James Thomas en las finales de la LNB 1989. Marcelo borró de la cancha al norteamericano de Ferro Carril Oeste, y junto a su hermano Mario dieron vuelta un partido que perdían por paliza. Es cierto que no se destactó en ese costado de la cancha, pero hay que tener presente que Marcelo creció en una época distinta, donde se valoraba más un buen ataque que una defensa intensa, donde los entrenadores estaban cambiando su filosofía, pero aún seguía imperando aquella que era más importante de anotar en el cesto rival sin tener en cuenta el propio. Cambiaron los tiempos, pero si Marcelo Milanesio habría nacido hoy, no tengo dudas que habría sido el mejor de la historia, porque así como Steve Nash llegó a la NBA y triunfó en ella, el cordobés tenía los mismos atributos del canadiense para dar el gran salto.
 
Dejó su legado, importante para todos los que lo vivimos, especialmente los cordobeses, pero gracias a la competencia creada por León Najnudel pudo ser disfrutado en todos lados, y fueron sus acciones dentro de una cancha, que Marcelo Milanesio fue la imagen viva de la Liga Nacional por mucho tiempo, el muchacho que asume el papel de héroe y termina la película con un final feliz. Para los que conocimos su magia, solo nos resta decir, gracias por tanto talento, tantos logros, por esta emoción y por el básquetbol todo.
 
Roberto Martín
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @robertofmartin

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