Diez años después todavía está presente el título que ganó Ben Hur, de Rafaela. Ese equipo dejó dos marcas que refrescan el recuerdo: el mejor porcentaje de triunfos de la historia, 83.6% (récord 46-9), y su estilo de juego en conjunto y solidario que se imponía por demolición. En esa temporada se redescubrió el valor de pasarse la pelota sin cortar los sistemas y del "extra pase" como método para crear ventaja sobre la defensa del rival.
La dirigencia de Ben Hur, apoyada en los ingresos de la Mutual de Socios, tuvo el soporte económico para realizar pocas pero buenas contrataciones con el fin de meterse entre los mejores de la competencia, tras el séptimo puesto de la temporada anterior.
En primer término captó al entrenador Julio Lamas, quien luego de tres años regresaba de España tras dirigir al Alicante y Real Madrid. El DT fue por Leonardo Gutiérrez, quien después de un paso fallido en Mallorca y la liga de Colombia, jugó la 02/03 para Obras Sanitarias. Su rol era el de líder, arropado por el áurea de ser parte de la Generación Dorada; y el escolta Diego García, de buen final en Estudiantes (Olavarría), buscaba una oportunidad luego de evitar el descenso.
Los extranjeros fueron Jason Osborne, de gran técnica individual y talento pero inestable emocionalmente, e inicialmente Herb Jones, que había jugado fugazmente en Gimnasia (Comodoro) en la 96/97 y ya más cerca en TDK Manresa y Ourense. Jones, un escolta-alero, había sido un gran proyecto NBA tras sus dos campañas universitarias en Cincinnati (su camiseta número 34 fue retirada), incluso con presencia destacada en el Final Four 91/92, opacando a su compañero Nick Van Exel. Pero cuando llegó a Ben Hur tenía 33 años y una lesión crónica en la rodilla. Jugó 7 partidos y Lamas lo reemplazó por Ramzee Stanton, procedente de la liga de Chile, zurdo, debutante en nuestra competencia, un alero atlético, sin tiro exterior pero gran penetración y rebote en ambos tableros.
En el plantel también estaban Raimundo Legaria (base, zurdo, peligroso en el tiro largo y la penetración), Walter Storani (pivote, rocoso, limitado técnicamente, pero aplicado en defensa), Fabián Elías Saad (escolta tirador) y los pibes Guillermo Sacavino, Alberto Pastori, Ignacio Ravellino y Leandro Else, que casi no tocaban la cancha.
El equipo se terminó de consolidar de forma casual. Lamas hizo contratar a Pablo Albertinazzi con la idea de que compartiera la conducción con Legaria. Pero el cordobés se rompió los ligamentos de la rodilla derecha y debió ser reemplazado; en su lugar llegó Eduardo Calvelli, otro ayuda-alero, que fue pieza clave de recambio por su buena defensa, además de aportar un peligroso tiro externo.
El puesto de base suplente, se le confió a Daniel Felipe Ederra, un pibe de 17 años del club Sportmen, de Rosario, debutante en la Liga, y que recién se incorporó a mediados de diciembre, cuando terminó el colegio secundario y el torneo de la liga rosarina. La apuesta salió redonda por la adaptación a la categoría y el rendimiento de un pibe hasta entonces desconocido.
Después de la debacle económica del 2001/2002, para la temporada 04/05 con la situación más estable y con el dólar a $2.90 los presupuestos empezaron nuevamente a crecer. Boca era el equipo del momento, campeón, con Sergio Hernández muy sólido en la conducción, se caracterizaba por desplegar un juego más vertical, rápido y apoyado en una buena parte en la inspiración de sus grandes jugadores. Su receta se imponía y a la vez se contrastaba con la de Ben Hur.
Boca tenía a Paolo Quinteros en todo su esplendor, tanto que terminó como goleador de la competencia, tras diez años de dominio de jugadores extranjeros en esa estadística; Martín Leiva como centro; Paco Festa inició la temporada hasta que fue cortado por inconducta (jugó 18 partidos); Juan Sartorelli en la base; Fernando Malara como especialista defensivo; Alejandro Burgos como otra referencia en la pintura; Matías Sandes, al final elegido Mejor Sexto Hombre; repescó para el último tramo a Diego Guaita, que venía de España; y como extranjeros a los probados Byron Wilson y Dwight McCray, ambos compañeros de títulos con Hernández en Estudiantes (Olavarría), en la 00/01.
El equipo de Hernández no paraba de cortar redes y festejar: de arranque ganó el Sudamericano de Clubes y la Copa Argentina. Un par de meses después agregó el Súper 4, en Santa Fe. Justamente en la final venció a Ben Hur, por 82-81. Fue el ensayo para preparar la gran final, al mejor de siete juegos.
Ben Hur se quedó con el 1 de la temporada regular (11-3 en la primera fase y 25-5 en la segunda) y Boca con el 2. Los santafesinos, aunque en forma apretada en la definición de algunos partidos, pasaron a Gimnasia (Comodoro) y Conarpesa-Madryn por 3-0, mientras que los porteños mandaron de vacaciones a River (3-0) y Libertad (3-1).
De cara a la serie final, en la mirada fina, posiblemente se podía considerar que Ben Hur era más sólido y partía con alguna ventaja. Pero tenía que ratificarlo justamente ante un equipo de fuerte personalidad. Y cada uno fue con su libreto y no renunció a sus características de juego. En partidos de diferencias amplias, en los que prácticamente se cerraban temprano y en donde en el tercer cuarto de cada uno se perfilaba el vencedor, los santafesinos lograron frustrar a Paolo Quinteros, imponer el liderazgo de Gutiérrez y "ganar la batalla táctica" con sus defensas mixtas: Triángulo y 2 (sobre Quinteros y Wilson) o Caja y 1 (contra el tirador que estaba en la cancha mientras el otro descansaba), como se mencionó por entonces para reducir a una frase el análisis de una final entre grandes jugadores y entrenadores, que finalizó 4-1.
A lo largo de 30 años de historia de Liga Nacional, los que fueron testigos de la totalidad de los torneos, pueden discutir qué equipo fue el mejor de siempre hasta hoy. Hubo otros muy recordados, pero seguro, seguro, que Ben Hur está entre los que ocupan el podio.
Marcelo G. Nogueira
Prosecretario de Redacción del Diario Olé
Especial para Básquet Plus