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Nick Anderson, el hombre marcado por cuatro tiros libres

23:12 19/05/2022 | Fue la primera figura grande que tuvo Orlando Magic, fue partícipe principal del boom Penny-Shaq, pero una noche perdió su confianza y el encanto.

Nick Anderson y su noche negra desde la línea (Foto: getty)

Orlando es una franquicia que llegó a la NBA en 1989 y salvó un par de temporadas, siempre está en la cola de la liga, solo en un breve lustro de cuatro años mientras Shaquille O’Neal estuvo allí, con Penny Hardaway y Horace Grant sumándose en años consecutivos. Dennis Scott y Nick Anderson eran los actores de reparto, pero que muchas veces se convertían en protagonistas por la eficiencia que tenían en sus roles y sobre todo Nick era uno de los mimados del público por ser el primer jugador seleccionado en la historia de la franquicia en el puesto 11 del Draft de 1989.

Anderson provino de Illinois y en sus primeros años en Orlando fue ganando consistencia en su juego, subiendo sus números de goleo y en su tercera temporada, una antes de que llegué Shaq metía 19.9 puntos por partido, una media que lo convertía en la figura del equipo. En la lotería de 1992/93, la suerte puso al Magic en el primer puesto para seleccionar y Shaquille O’Neal era un número uno indiscutido de pies a cabeza, era aquel que cambiaba la ecuación y lo fue, mucho más de lo que se imaginaban. La opulencia del pivote y el carisma fueron el maridaje ideal para el boom Orlando en la NBA y en el mundo, dado que por esos años la liga comenzaba a globalizarse y Shaq le daba un toque de distinción desde la simpática franquicia que tenía a Disney World como referencia.

Mientras tanto, Nick Anderson continúo preparándose y con la presencia de un centro dominante los espacios para él y para Scott iban a ser mayores; y entonces lo aprovechó al máximo.  Shaq fue el goleador del equipo con 23.4 puntos y por detrás, otra vez rozando los 20, Anderson lo secundó con 19.9, en un equipo que mejoró muchísimo, pero no le alcanzó para llegar a playoffs. Eso sí, todo el mundo basquetbolístico ya conocía a Orlando Magic.

Al año siguiente apareció el mote del equipo de las pelotitas de ping-pong dicho a modo peyorativo por la suerte de que nuevamente les tocó el uno en el draft, en años consecutivos, demasiada fortuna para las probabilidades que había. Entonces Shaq hizo su primer pedido a la dirigencia en condición de figura y era que quería en su equipo a Penny Hardaway, aquel base con altura, destreza y recursos que emulaba a Magic Johnson según la prensa. Chris Webber era el número puesto para todos y así fue que la dirigencia de la franquicia escogió al surgido de Michigan y antes de que Shaq se enoje, en una movida bien sorpresiva, lo canjearon a Golden State por Penny y tres futuras primeras rondas.

La química Shaq-penny fluyó de entrada y el acople de Scott y Anderson hacían un cuarteto de mucho talento y bien integral, aunque demasiado jóvenes como para aspirar muy alto, a pesar de que llegaron a playoffs por primera vez en la historia. Eso fue un hito que alimentó el boom del baloncesto en la ciudad. Los Pacers los barrieron por 3-0 en primera ronda, pero faltaba un ala pivote y Horace Grant se marchaba de Chicago, luego de que Michael anunciara su retiro.

Con la llegada del mítico jugador con anteojos, después de Kareem Abdul-Jabbar obviamente, Orlando ya estaba listo para algo grande y así lo demostró toda. Desfiló en la fase regular y en los playoffs se hizo fuerte ante Jordan y los Bulls, eliminando a Su Majestad recién reincorporado al básquet. Hubo venganza con Indiana para la final del Este y Houston esperaba del otro para la final de la NBA, algo que la franquicia, público y jugadores festejaron casi como un anillo. Nick Anderson siguió siendo importante, bajó su número en puntos 15.8, cediendo su protagonismo a Penny y entiendo a la perfección su papel dentro del andamiaje y era esa tercera espada a la cual los rivales no podían descuidar mucho.

La noche legendaria que se hizo pesadilla

Orlando disputó su primera final de la NBA un 7 de junio de 1995 ante Houston, sexto equipo sembrado en el Oeste y campeón vigente. Los veteranos Rockets contra los jóvenes Magic y esa adrenalina de lo novedoso camino a hacer historia. Así arrancaron los dueños de casa, barriendo al rival en la primera mitad con una distancia de 20 puntos y entendiendo que el primer chico ya estaba casi adentro. Pero no, hubo reacción de los de Texas y el duelo se hizo cabeza a cabeza en el cierre, con Orlando tres puntos arriba a falta de 10” y dos libres en las manos de Anderson.

A pesar de lo increíble que le pasó en ese lapso de libres, Nick nunca fue un gran tirador de simples, salvo una temporada donde tiro 74.5, siempre estuvo entre 70 y el 65 por ciento de los libres encestados. En la campaña de la final no estaba mal desde la línea, sobre todo en playoffs donde había tenido una noche de 7/7 y otra de 6/8, generalmente no iba mucho a los libres, pero cuando lo hizo siempre al menos uno embocaba, es decir un 50 por ciento mínimo.

Aquella fatídica noche, Houston acechaba y entonces Nick tenía que hacer su trabajo y meter como siempre al menos un tiro libre del viaje a la línea por dos lanzamientos. Corto el primero, corto el segundo y él mismo se hizo de su rebote para recibir la falta nuevamente. Otro viaje, y ahí la pesadilla se desató, falló nuevamente los dos y los Rockets empataron el juego para luego ganarlo y marchar en las finales.

“Intenté que no me afectara, pero mi confianza tambaleó”, recordó el propio Anderson un tiempo después. Sus porcentajes en libres nunca más llegaron al 70 por ciento y terminó siendo un flojo lanzador desde la línea con guarismos que oscilaron desde el 60 por ciento hasta el 40, apenas dos años después de las finales ante Houston.

En Magic Moments, el documental que se hizo para recordar ese efímero gran momento de Orlando, el alero prestó testimonió y contó: “Todavía sigo escuchando al día de hoy ‘si Nick Anderson hubiera embocado los libres que hubiera pasado’. Han pasado 20 años y no lo he podido olvidar”. Luego agregó: “Deje que me afectase mentalmente, perdí el perro que llevaba adentro. El perro estaba adentro, pero ya no mordía”.

Cuatro tiros libres que cambiaron la carrera de un jugador, la cual venía espectacular en un equipo plagado de talento joven, pero que se desintegró de la noche a la mañana con la salida de Shaq, las lesiones de Penny y esa fatídica noche de no haber ganado la primera final ante Houston cuando solo hacía falta meter un libre.

¿Qué hubiera pasado si Nick Anderson metía un simple? La pregunta eterna de una franquicia que aún no conoció la gloria, pero la alegría de esos cuatro años con Shaquille O’Neal no se la saca nadie.

Mauro Osores / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

En Twitter: @osoresmauro

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