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Usar las críticas como motor, la sacrificada historia de Draymond Green

18:03 26/12/2021 | Nació en un hogar de bajos ingresos en un barrio muy humilde, con días en los que no podía comer. Siempre le dijeron que no. Hoy domina la NBA.

Green jugó toda su carrera NBA en los Warriors (Foto: Clutchpoints)

"El tipo puede cambiar de todo: de cara, de familia, de novia, de religión… Pero hay una cosa que no puede cambiar… No puede cambiar de pasión"

Mucho menos si esa pasión representa su vida, una filosofía de juego y el modelo de éxito para convertirse en uno de los mejores basquetbolistas defensivos de la historia de la NBA.

Sí, hablar de pasión siempre es recordar a Draymond Green y esa palabra lo marcó desde el día que nació. Se puede enseñar, pero él llegó al mundo con esa característica. Y nunca cambió.

Muchos lo conocen hoy en día como un sólido titular que desempeñó un papel clave en los tres campeonatos de los Warriors. Un hombre que realmente defiende la frase que dice hay que luchar por cada rebote y cada balón suelto.

El corazón y el alma de Golden State, nunca teme ser físico o sacrificar su cuerpo en pos del beneficio del grupo.

Este es el lado de Green que la mayoría de los fanáticos conoce. Sin embargo, su historia demuestra cómo siempre logra compensar su falta de tamaño y habilidades técnicas con ética de trabajo, sacrificio y un corazón que no entiende de razones que le digan que no puede hacer algo.

Draymond Green nació y creció en Saginaw, Michigan, Estados Unidos, en un hogar de bajos ingresos en un barrio muy humilde, con días en los que no podía comer.

No se daban muchos lujos y de pequeño tuvo que ponerse a trabajar para apoyar a su mamá, Mary Babers. Se esforzó y ayudó a mantener a su familia con trabajos en lavaderos de autos y comedores locales.

Green no tenía tiempo para hacer nada fuera del trabajo, ni siquiera jugar al básquet. No fue hasta la secundaria cuando la futura superestrella fue reclutada por el entrenador Lou Dawkins, que vio que Green tenía un don para este deporte.

Presionó a Green para que jugara y cuando el joven aceptó se encontró con una situación deplorable por parte de los compañeros más veteranos. A menudo, Draymond era objeto de burlas por parte de los más grandes. Lo metían en los basureros y todo el tiempo lo molestaban.

Se dice que así es como se convirtió en un jugador tan físico, ya que respondió al acoso actuando de forma más agresiva en la cancha.

"No se trata de vencer a la persona que tenés adelante, sino de vencer a la persona que llevás dentro. La mayoría de la gente no puede vencer a esa persona", le dijo una vez su madre.

¿Cómo respondió Dray? Siguió practicando y trabajó durante innumerables horas para mejorar todos los aspectos de su juego y así poder convertirse en el mejor que pudiera ser.

También recibió un gran apoyo de su madre, que no solo le dio ese consejo sino que le animó a trabajar por lo que le apasionaba.

Empezó a pasar de los comedores y los lavaderos a las canchas y creó una ética de trabajo que le empujó a convertirse en el jugador número uno del equipo de su escuela en su último año, llevando a Saginaw High School al puesto número cuatro de la clasificación nacional.

Promedió una media casi inhumana de 20 puntos y 13 rebotes por partido y finalmente fue reclutado por Michigan State Spartans para competir en la NCAA.

Al irse de la universidad ganó tres campeonatos, dos medallas de oro y muchos millones. Pasa las vacaciones en Francia y los veranos en el sur de California, y LeBron James se convirtió en uno de sus mejores amigos. Todo en base al trabajo, jamás paró.

Pero cuando Green se matriculó en Michigan State estaba con algunos kilos de más tras sufrir un esguince de tobillo en el último año de instituto.

"Le llamaba mi Pillsbury Dough Boy (algo así como el niño de las masas) y jugaba poco como estudiante de primer año. A veces, no lo hacía en absoluto. Una vez llegó al punto de que lloró en el colectivo de vuelta a East Lansing”, recordó un compañero suyo en The New York Times.

"Nadie lo veía como titular en un corto plazo. Definitivamente fue un proceso, y él era de la vieja escuela en ese sentido. Mejoró con su cuerpo, con su juego, con su inteligencia. No paraba de crecer, y eso es parte de lo que lo hacía tan gratificante", siguió su excolega.

Es notable la falta de paciencia de la gente en la actualidad, no sólo en el básquet universitario, sino en todos los ámbitos de la vida. Éxito instantáneo. Recompensas rápidas. Resultados inmediatos.

Green no. Su desarrollo fue una construcción lenta. Trabajó duro durante cuatro años y absorbió las lecciones que el cuerpo técnico le ofreció.

Al final de su carrera universitaria fue el jugador del año de la Conferencia Big Ten, el máximo reboteador de todos los tiempos de Michigan State y una de las figuras más queridas de la historia del programa. Pasó por varios momentos difíciles con su entrenador, pero eran almas gemelas. Como luego ocurriría con Steve Kerr.

Antes de la llegada del interno en 2012, los Warriors eran un sinónimo más de la palabra derrota. Sólo habían llegado a los playoffs una vez en las 18 temporadas anteriores.

En la 2011/12, la campaña acortada por el lockout, habían ganado apenas 23 partidos, perdiendo 17 de sus últimos 20 para conseguir la séptima elección del Draft. Con ella, esperaban encontrar un salvador. En su lugar, eligieron a Harrison Barnes, que no lo hizo nada mal, aunque el verdadero mesías llegó en la elección 35.

Green fue subestimado al llegar a Michigan State y también cuando arribó a la NBA. Las razones son innumerables, pero quizá su principal aliciente que lo modificó todo sea este: “su enfoque representa un híbrido, si no una revolución. Se trata de una agresividad americana mezclada con una insistencia igualitaria europea en mover el balón. La intuición nos dice que los grandes anotan en racimos, creando su propio tiro a voluntad. Green lo hace todo, excepto crear su propio tiro. No es casualidad que tenga el récord de puntos positivos en una temporada”, dijo ESPN acerca de su perfil.

"¡Eh, Steph!", grita Draymond mientras dirige a Curry hacia un espacio abierto en la esquina es tener a un jugador que no sólo ve al hombre abierto, sino que les habla a sus compañeros de equipo para que se ubiquen. Intangible, y hay pocos de ellos. Green es uno.

Durante la mayor parte de su carrera, no tuvo que esforzarse mucho para encontrar críticos, ya que los informes sobre sus defectos le persiguen perpetuamente como una sombra: demasiado lento, demasiado gordito, demasiado inexperto, no sabe tirar.

No le importa. Tanto en Michigan State como en Golden State, se hizo un hueco en sistemas ofensivos que no tenían un lugar natural para un tipo con su tamaño y habilidades.

"La mayoría de la gente diría que ahora soy una superestrella. Yo no lo creo. Promedié diez puntos por partido en una temporada. Eso es muy modesto. Así que si pensás en eso, significa que lo hice de una manera diferente. Eso significa que lo hice a mi manera. Y ese fue siempre mi objetivo número uno: hacerlo a mi manera".

En la actualidad está mejor que nunca, en un nivel físico imponente y con un equipo que se adecua a su ritmo, y que cada día se desarrolla más. Todavía falta Klay, mientras tanto Draymond y Curry cargan con la responsabilidad del liderazgo y los Warriors lideran en el Oeste.

En su historia reside una enseñanza y es que el trabajo duro puede derrumbar cualquier pronóstico que la sociedad les imponga. No importa qué tanto les digan que no pueden con algo, demuéstrenles lo contrario con esfuerzo y sin rendirse. Jamás dejen de intentarlo, todo siempre se acomoda. 

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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