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El día en el que Oscar Schmidt hizo dudar a todos de su humanidad

18:36 27/07/2021 | Doncic estuvo muy cerca de superarlo, pero lo que el brasileño hizo en ese partido todavía resuena. 55 puntos y un dominio absoluto del Mano Santa.

Schmidt fue una leyenda FIBA (Foto: Grantland)

El 6 de febrero de 1988 empieza a formarse un hito histórico. Argentina y Brasil invitan a Uruguay a integrar el Mercado Común del Sur (Mercosur) y exactamente dos meses después, el 6 de abril, el país vecino se suma al proceso tras la firma del Acta de Alvorada, poniendo el sello de lo que sería un acuerdo de cooperación que se mantiene hasta hoy.

Desde abril hasta septiembre pasó un buen tiempo y Brasil volvería estar en el foco de la cuadro. No por el escenario político que se estaba gestando, sino por lo que conseguiría un representante del país verde y amarillo en los Juegos Olímpicos de Seúl, en un partido en el que hizo dudar a todos de su humanidad.

El Mano Santa, Oscar Schmidt Becerra fue el culpable y España la víctima de su despotismo de una noche. 55 puntos que todavía nadie pudo superar, ni siquiera Luka Doncic después de su asombroso encuentro ante Argentina. 55 puntos que dejaron en claro que era uno de los mejores de la historia. 55 ilógicos puntos. ¡55!

La antesala de lo que sería la mejor actuación de todos los tiempos en la rama del básquet masculino en los Juegos Olímpicos inició con un aviso en los Panamericanos de 1987, cuando O metralhadora dio un show indómito para que Brasil diera la sorpresa ante Estados Unidos, tras marcar 35 puntos en la segunda mitad (46 en total) que lideraron una remontada de 20 tantos en contra que sufrieron los sudamericanos.

Entre coqueteos con la NBA y los Nets unos años antes de ese certamen, decidió no marcharse porque eso implicaba que no podría volver a competir con su querida selección por reglas de aquel entonces y se quedó a luchar por mantener en lo más alto a Brasil.

Llegó Seúl y, como Doncic, en Asia destrozó la rutina para convertirse en un mitómano de lo que parecían verdades absolutas. En el poste bajo, tras recepción, triples infinitos, controlando el pick and roll, con fintas, cargando al rebote ofensivo… No era Matusalén, pero ese día estuvo omnipresente como él.

El resultado estaba claro. 55 puntos que llegaron tras 11/17 en tiros de dos puntos, 6/11 en triples y un excelso 15/16 en libres, con el detalle negativo de que no pudo evitar la caída de los suyos ante un equipo español que se repartió mejor el goleo y triunfó 118-110.

Cinco Juegos Olímpicos fueron testigos del talento de Oscar (entre 1980 y 1996) y en los últimos tres se despidió como el mejor anotador del torneo, aunque nunca brilló como en esos legendarios partidos en Seúl.

36, 44, 31, 39, 55, 46, 46 y 41.

Los totales en puntos en cada uno de los cotejos en el torneo de 1988, con un promedio absurdo de 42,4 tantos que sirvieron para justificar su Mano Santa.

Dicen que tiraba triples hasta quedarse sin aliento en cada práctica, que pudo haber triunfado en la NBA y que es uno de los más grandes de todos los tiempos.

Esas consideraciones no son incorrectas y Oscar Schmidt justificó la entrada de cada espectador que lo fue a ver. Solo sabía con su juego entretener y esos 55 puntos todavía son imposibles de comprender.

¿Cómo lo pudo hacer? 

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
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