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La lucha por el MVP de la NBA vino más exigente y discutida que nunca en esta 2016/17. A diferencia de otros años, donde la carrera parecía ser entre dos o a lo sumo tres, en esta ocasión hay múltiples candidatos firmes para llevarse la distinción. Y para potenciar aún más el debate, la liga decidió que anunciará al ganador recién en junio, si bien los votos ya fueron emitidos. Con esto en mente, nos propusimos realizar una serie de notas repasando los puntos fuertes de cada uno de los favoritos. Luego de analizar los casos de James Harden y LeBron James, hoy vamos con el señor triple doble: Russell Westbrook.

Luego de la salida de Kevin Durant del equipo (y los pocos refuerzos para reemplazarlo) todo el mundo esperaba una temporada explosiva de parte de Russell Westbrook. Si el base habitualmente mostraba su juego furioso, ¿qué se podía esperar que hiciera, jugando más enfadado que de costumbre y sin otra estrella que le quitara el balón de la manos? De todas maneras, si bien es cierto que su 2016/17 estaba destinada a ser extraordinaria, seguramente nadie imaginaba lo que el ex UCLA nos tenía preparados.

En la NBA se baten récords constantemente, aunque no siempre tienen demasiado peso. Son tantos los datos a disposición, que podemos llegar a escuchar que tal jugador es el primero en anotar 25 puntos y 10 rebotes en una noche de jueves, con una camiseta roja, jugando en el estado de California. Y dentro de esa vorágine de hitos, a veces se pierde dimensión de lo que es realmente significativo e histórico. Bueno, en el caso de Westbrook no hubo absolutamente ninguna duda: alcanzó uno de esos récords grandes, sagrados y aparentemente intocables... el famoso triple doble promediado por Oscar Robertson, allá por la 1961/62.

El base de OKC tuvo una media de 31,6 puntos, 10,7 rebotes y 10,4 asistencias, batiendo además la marca de más triples dobles en una misma campaña (42 contra 41 de Robertson). Para enmarcar el logro, hay que decir que jugadores todoterreno como LeBron James o Magic Johnson nunca consiguieron semejante hazaña, a pesar de su versatilidad y ventaja física con respecto a Westbrook (al menos en cuanto a centímetros). Varios intentaron alcanzar aquella histórica producción de la Gran O, pero solamente Russ lo logró. Y eso no puede pasar desapercibido ni por sus críticos más duros.

Mucho se puede decir sobre su falta de juego en conjunto y la realidad es que hay argumentos para entrar en ese debate. Sin embargo, hay otra verdad insoslayable: de todos los candidatos a MVP, ninguno tuvo tan poca compañía como el oriundo de Los Angeles. Sin tiradores confiables, ni una segunda opción anotadora definida, Westbrook se las tuvo que arreglar en soledad para mantener al Thunder competitivo. Y más allá de matices o distintas opiniones, la realidad es que lo logró: su equipo ganó 47 partidos y terminó sexto en el ultra competitivo oeste.

¿Pudo Westbrook haber involucrado más a sus compañeros? Seguro. ¿Hubiera representado eso un mayor éxito en la fase regular? Difícil de saberlo a ciencia cierta, pero cuesta imaginar una respuesta afirmativa. ¿Se hubiera transformado Roberson en buen tirador de la noche a la mañana?, ¿Adams hubiera desarrollado de golpe movimientos de espaldas?, ¿u Oladipo mayores fundamentos técnicos y regularidad? De nuevo, parece poco probable. Lo cierto es que el base hizo todo lo humanamente posible para que su equipo sintiera lo menos posible la salida de Durant y con muchos más aciertos que errores, acabó redondeando una temporada histórica.

¿Por qué debe ser Russell Westbrook el MVP de la 2016/17? Porque su campaña será recordada en los próximos 50 años, así como aún se habla de lo conseguido por Robertson en 1962. Se puede poner en tela de discusión si la estrella de OKC fue el más eficiente de este torneo NBA... lo que no se puede debatir, es la inmensidad de un logro que era impensado hasta hace algunos meses y que deja una huella inaludible en la competencia.