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NBA

Le rezan OKC y Denver; Bill Russell, el santo de los séptimos juegos

14:46 18/05/2025 | El jugador con más anillos de la NBA tenía una afección con las series largas, y con ganarlas. Para él, "Game Seven" eran las mejores palabras del deporte. Acá, su historia.

Bill Russell, el santo de los séptimos juegos

Bill Russell ganó once anillos de la NBA en trece temporadas con los Boston Celtics, pero su legado va mucho más allá de los títulos. En los partidos más decisivos, los famosos Game 7, su récord es absolutamente perfecto: 10 victorias en 10 presentaciones. Ninguna estrella moderna —ni Michael Jordan, ni Kobe Bryant, ni LeBron James, ni Stephen Curry— pudo mantener semejante invicto. El impacto de Russell en estos encuentros definitorios lo eleva a una categoría mítica: la de santo patrono de los séptimos juegos.

Russell no solo ganaba, sino que lo hacía con actuaciones titánicas. En la final de 1962 ante los Lakers, jugó los 53 minutos del partido (incluido el suplementario), sumó 30 puntos y atrapó 44 rebotes para darle a Boston el campeonato ante Elgin Baylor y Jerry West. Cinco años antes, en su primera final ante los Hawks, bloqueó una bandeja que parecía sentenciar el partido y terminó con 19 puntos y 32 rebotes. Era común que, en estas situaciones límite, sumara más de 30 rebotes o marcara puntos clave, pero su verdadero arte estaba en la defensa, en desactivar ataques rivales antes de que tomaran forma.

En 1969, a los 35 años, jugó su último Game 7 como jugador-entrenador. Aquel equipo de Boston, considerado veterano y fuera de forma, sorprendió a los Lakers de Chamberlain, Baylor y West. Russell promedió 46 minutos por juego en los 18 duelos de aquellos playoffs, y cuando Wilt pidió volver a la cancha tras una lesión en el cierre del séptimo juego, el técnico angelino lo dejó en el banco. Russell no ocultó su desdén: “En un partido así, me tendrían que sacar cargado para que no juegue”.

Los duelos ante Wilt Chamberlain fueron el centro de muchos Game 7. En 1965, un error suyo casi le cuesta el pase a la final, pero Havlicek robó la pelota salvadora. En 1962, mantuvo a Wilt en apenas 22 puntos cuando el promedio del pivote era de 50 en esa temporada. Y en 1968, con los 76ers al borde de eliminar a Boston por segundo año consecutivo, Russell selló el juego con un libre, un tapón y un rebote en los últimos 30 segundos. La diferencia no era solo física: Russell tenía un instinto perfecto para saber qué necesitaba su equipo.

Quizás por su juego poco vistoso o por haber compartido cancha con otros íconos de la época como Bob Cousy o Sam Jones, su nombre no siempre aparece en las discusiones sobre el mejor de la historia. Pero los datos hablan solos: nunca perdió un Séptimo Juego. Ganó cuatro de ellos en Finales de la NBA, y su promedio de victoria en esos encuentros fue por apenas dos puntos. En el margen más estrecho y exigente del básquet, donde se mide la grandeza, Russell era infalible. Una leyenda que convertía el vértigo del séptimo partido en su terreno sagrado. Hoy, Oklahoma City Thunder y Denver Nuggets tratarán de honrar su legado en lo que él llamo lo mejor del deporte el "Game Seven".

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