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Mientras Kristaps Porzingis firmaba uno de los peores partidos de su carrera reciente (un punto y un rebote en 12 minutos), Kornet se transformaba en el baluarte defensivo del equipo. Con 10 puntos alcanzados con 100% de efectividad en tiros de campo, 9 rebotes y la friolera de 7 tapones en 26 minutos, el ex Knicks y Bulls fue un muro en la pintura y permitió que Boston no solo sobreviviera sin su estrella, sino que dominara en ambos costados. 

Más allá del brillo de Derrick White (34 puntos) y Jaylen Brown (26 puntos, 12 asistencias), el partido le pertenece a Kornet. Su impacto no fue solo estadístico: Boston ganó por 20 puntos los minutos en los que él estuvo en cancha, mientras que perdió por 12 cuando jugó Porzingis. A sus 29 años, Kornet podría estar firmando el capítulo más importante de su carrera, justo en el momento indicado: será agente libre al terminar la temporada y, tras años jugando con contratos mínimos, tiene argumentos para negociar un salto de calidad.

Lo más destacable es cómo su irrupción reafirma una de las grandes virtudes de este Boston: la profundidad. Los Celtics construyeron un plantel largo, con jugadores listos para aportar cuando sea necesario. Y ante la desgracia de perder a Tatum, su estructura no se desplomó. Kornet, que promedió 6 puntos y 5.3 rebotes en 18.6 minutos esta temporada, demostró que los roles secundarios también ganan partidos cuando el contexto lo exige.

La serie ahora viajará al Madison Square Garden para un sexto capítulo con aroma a clásico. Boston todavía está en desventaja (2-3), pero encontró un nuevo eje en su estructura, inesperado pero eficiente. Con Kornet como símbolo de resiliencia y entrega, los Celtics estiran su vida y sueñan, incluso sin su figura principal.