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Boca disfruta de un presente prácticamente ideal, como actual campeón de todas las competencias de la Liga Nacional de Argentina y subcampeón de América. Sin embargo, hace 8 años vio el abismo muy de cerca, del que se salvó en un quinto partido.

Un 3 de junio del 2017, el xeneize debió triunfar en el desempate frente a Echagüe por 98-76 para certificar su lugar en la máxima categoría. Un equipo integrado por Lucas Gargallo (goleador de aquella noche con 22 puntos), Lucas Pérez, Carlos Delfino, Nico Gianella, Fotis Lampropoulos y Eduardo Vasirani, con la conducción de Ronaldo Córdoba, que dio la cara para dejar al azul y oro en la Liga.

Un año antes, el hincha de Boca puso el grito en el cielo para evitar que la dirigencia encabezada por Daniel Angelici dejara de apoyar a la actividad. “El básquet no se toca” fue el grito de guerra, que se extendió como un símbolo de resistencia.

A partir de allí comenzó una resurrección paulatina que lo llevó en la 2018/19 a volver a los playoffs de la Liga y a partir de la 20/21 como un habitual protagonista entre los 4 mejores de la competencia, con la llegada de un Alejandro Desimone que impulsó desde su lugar de directivo a la actividad. El paso fuerte fue en la 22/23, llegando a la final después de 16 años, para caer ante Quimsa.

Pero en la 23/24 Boca dio el definitivo golpe al ganar la máxima categoría después de 17 años con Pepe Vildoza como MVP y figuras como Marcos Mata, Leo Schattmann y Seba Vega. Para esta 24/25 redoblaron la apuesta con la renovación del base y de Vega, sumado a las llegadas de Santi Scala, Faca Piñero, Marcos Delía, Andrés Ibargüen, Franco Giorgetti, Loku Cuello y Thomas Cooper.

En este contexto ganaron la Supercopa, la Copa Súper 20 y fueron el 1 de la fase regular después de largos 22 años. Un Boca que estuvo a un paso del abismo en 2017 y que resurgió con todo.