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La visita de Riachuelo a China no será la primera de un equipo argentino. En 1998, Independiente de General Pico, que ya era campeón de la Liga Nacional y de la Sudamericana, viajó a tierras asiáticas, pero lo hizo por una avivada dirigencial increíble. Y es que, a su llegada, los chinos esperaban a la Selección Argentina.

Aquel Rojo pampeano tenía a un Andrés Nocioni que luego firmaría contrato por dos temporadas. En el libro Chapu, Memorias de un Guerrero, se recordó aquel momento:

“Nadie había dado demasiados detalles de cómo se había gestado el viaje, algo que recién se supo años más tarde. La historia dice que un día llegó un fax a la CABB invitando a Nanjing, China, a la Selección Argentina. Y que Vaccaro, antes que nadie, tomó el fax y respondió afirmativamente, pero en lugar de mandar al equipo nacional mandó a Independiente. De ahí la sorpresa de la prensa china, que preguntaba por qué la selección argentina jugaba con una camiseta roja”.

A su vez, Chapu casi no se había entrenado con Independiente y se subió al avión para China. Ahí conoció a sus futuros compañeros: Hernán Montenegro, Raúl Merlo, Facundo Sucatzky, Sergio Aispurúa y demás. “Era un plantel bravo. El viaje fue interminable. Hicimos Ciudad del Cabo, Malasia y Shangai, ya en China, antes de llegar a Nanjing. El Loco Montenegro se quejaba y decía ‘mirá lo que logró Independiente, que me entrene de madrugada’, porque con el cambio horario, entrenábamos a esa hora de entrada”. Fue toda una experiencia para Andrés, que tenía 17 años y ya había pasado varias en su corta pero agitada carrera profesional. “La comida era un desastre. Solo comía langostinos, a lo bestia, porque era lo único que me gustaba. Ahí me hice compinche del Kili Sánchez y del Hacha Sánchez. Salíamos a caminar mucho, sobre todo en Shangai, pero no entiendo cómo hacíamos para movernos, porque nadie te entendía nada”.

En esa misma gira, Nocioni y Montenegro tuvieron una anécdota increíble contada por el propio Loco: “Jugábamos la final contra China, Chapu bajó el rebote, me miró y me dijo ‘matemos a todos los chinos’. Lo miré y le dije ‘todo bien, pero son 1600 millones’. Lo miré con cara de no entender nada, y me dijo, ‘¡no importa…vamos!’”.