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Parece que fue ayer la llegada de Facundo Campazzo al Real Madrid. Algunos dudaban de su arribo, otros creían en él. Se fue a Murcia por un tiempo y volvió para tomar por asalto el club, España y toda Europa. En la actualidad es uno de los mejores bases del Viejo Continente, dueño de un linaje de armadores argentinos que cotizan en oro en la mayoría de los clubes del mundo. 

Pero el Real Madrid fue uno de los equipos que más lo disfrutó. Allí salió campeón, sonrió y se metió al público en su bolsillo luego de cada aliento y grito de guerra. Hoy, ante Burgos, ese pequeño gran hombre cumplió 250 partidos defendiendo la camiseta blanca y nadie podría estar más contento.  

Ganador nato, desde que llegó al club el base consiguió dos Euroligas, tres Ligas ACB, dos Copas del Rey y tres Supercopas. En total fueron diez títulos en un pequeño lapso. Al menos eso parece, pero quizás sea un engaño de la percepción. El cordobés vio el retiro de Nocioni, la partida de Doncic y el crecimiento de uno de los clubes más grandes del planeta. 

En la actualidad va en busca de su título número 11 con el conjunto merengue y, a pesar del golpe de hoy, nada le quitará de la mente su objetivo final. Inconsciente, indómito, atrevido, irrespetuoso. Es Facundo Campazzo y, como siempre, va a todo o nada. Sálvese quien pueda. Pero, por favor, mujeres y niños primero.