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Pocos jugadores tiene los argumentos necesarios para servir como representación de un tiro, de un fundamento o incluso de una instancia. Pero, a la hora de hablar de las Finales de la NBA, la lista se achica mucho más. Quizás uno de los ejemplos más claros sea Michael Jordan, el único atleta capaz de ganar todas las que disputó y además ser el MVP de cada una de ellas. Su dominio en esas series no es difícil de observar, pero profundizar sobre sus récords puede dimensionarlo. Más precisamente, en tres de ellos.

El emblemático exescolta es, para muchos, el mejor y más feroz anotador de todos los tiempos. Diez veces líder de ese rubro en la competencia, ha sabido explotar no sólo en temporada regular sino también en los momentos más delicados. Lo demostró a la perfección en las Finales de 1993, cuando estableció el mayor promedio de puntos por partido en la historia de esas eliminatorias: 41 tantos por enfrentamiento. Superó a Ricky Barry (40,8) y a Elgin Baylor (40,6) y le dio el campeonato a su franquicia.

Esa capacidad anotadora le ha servido para aparecer siempre que los Bulls lo necesitaran. A la hora de presentar razones para elegirlo como el más grande de todos los tiempos, una de las más utilizadas es la que refiere a su nivel en las definiciones. Esta marca ratifica esa condición: es el único jugador que jamás bajó de las 20 unidades en un cruce de Finales. En total, disputó 35 juegos y siempre estuvo por encima de dicha cifra.

Aunque MJ es uno de los deportistas más exitosos y ganadores que se hayan visto, le costó bastante poder llegar al final de una campaña con chances de pelear el título. Debutó oficialmente en la liga en 1984 y recién pudo alcanzar esa instancia en 1991, año en el que Chicago se midió con Los Ángeles Lakers y levantó el trofeo por primera vez. Ansioso por mostrar sus virtudes en el escenario mayor, el 23 se adueño de otro récord: encestó 13 tiros consecutivos sin fallo durante el segundo choque, que terminó en victoria para los suyos por 107-86.