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Shaquille O´Neal fue una fuerza tan divergente como insólita y rebelde. Desde su llegada a la NBA revolucionó Orlando Magic, los tableros y también su propia billetera. Tal fue la confianza puesta en él por parte de los de Florida que en su primer año le dieron un contrato de tres millones de dólares. El pivote, emocionado, sabía que tenía oro en sus manos y así lo demostró en la campaña 1992/93.  

Pero la verdadera historia detrás del episodio es la manera en la que gastó el primero de los tres millones que había conseguido recientemente. En apenas una hora, O´Neal despilfarró un millón de dólares sin siquiera pensarlo. Primero compró tres Mercedes Benz para él, su padre y su madre. Luego, el interno le cumplió un deseo a sus papás y, aparte de los autos, les regaló una mansión en un barrio privilegiado. Además, el de Magic se compró joyas, cadenas y relojes para mimarse y disfrutar el monto recibido por sus servicios. 

La mayoría de las personas ni siquiera gana un millón de dólares en toda su vida, pero desde la perspectiva de Shaq hay que entender que creció en un ambiente pobre, en el que vio como sus padres trabajaron sin parar para llevar el pan a la mesa. El interno se aseguró de que dejaran sus obligaciones para que comiencen a disfrutar de los placeres que él les podía y quería ofrecer. 

Además, hay que destacar que O´Neal regresó un tiempo después a la universidad, educándose en negocios y finanzas para aprender a administrar su dinero, especialmente en un ambiente en el que muchos jugadores y exjugadores gastan sus salarios sin tener una estructura planificada ni un control de lo que hacen. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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