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Si buscamos la palabra anotación en el diccionario podremos ver que está definida como la acción y efecto de anotar. Ahora bien, si aplicamos esa definición a la Liga Nacional de Básquet aparecerá Héctor Campana, el anotador más empedernido de la historia argentina. Un ser humano capaz de finiquitar a cualquier rival con un par de fintas y un lanzamiento exterior sublime y perfecto. 

Talento puro, desmedido y desubicado, sin filtros, lleno de títulos y gestas que le permitieron ser considerado uno de los mejores jugadores nacionales de la historia. Partido a partido el Pichi brindaba recitales, tocando la naranja como si fuera una guitarra, haciendo música y divirtiendo a todos en el intento. Año a año se llenó de campeonatos, de reconocimientos, fama y récords. 

Precisamente la mejor de todas esas marcas se dio el 1 de febrero de 1990, cuando Héctor Campana jugaba para River. El rival era Sport Club de Cañada de Gómez, que poco pudo hacer cuando el Pichi empezó a sentirse cómodo y a anotar a caudales. Nadie lo pudo frenar y lo que lanzaba, entraba. Primero llegó a los 20 puntos, luego a los 30, después a los 40 y finalmente a los 62, los cuales le permitieron batir el récord de puntos anotados en un partido de la Liga Nacional, cifra que hasta el día de hoy se mantiene como la más alta para un jugador argentino y como la segunda mejor de la historia del torneo doméstico en general, ya que posteriormente lo terminó superando el foráneo Andrew Motten, quien marcó 63 tantos. 

Lo curioso es que, a pesar de la extremadamente alta cantidad de puntos que anotó Campana, River no logró llevarse la victoria y terminó cayendo por 107-96 en condición de visitante. Sin embargo, el partido fue secundario y el hito se apoderó del lugar. Aquella temporada fue legendaria para Campana y el de Córdoba fue el goleador en los 26 partidos de la temporada regular que disputaron los millonarios.

Unos meses después, Campana se fue del club por falta de pagos, y River descendió a la segunda categoría. Pero Héctor fue indómito y en esa campaña se transformó en una máquina anotadora que en nueve partidos llegó a convertir 50 o más puntos y que en sólo seis partidos marcó menos de 40. Ver para creer. Aunque aquella vez ni mirándolo parecía verdad. Sólo Campana o simplemente el Pichi.