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La derrota de Minnesota Timberwolves frente a Sacramento Kings por 104-115 no solo dejó una marca en la clasificación (8-10), sino que desnudó los problemas internos del equipo. Anthony Edwards, la estrella del conjunto, no se mordió la lengua en la conferencia post partido. “¿Qué quieren saber? ¿Por qué somos basura?”, lanzó con frustración. El joven de 23 años criticó duramente a sus compañeros, que solo aparecen en los momentos fáciles: “Estábamos abajo, nadie decía nada. Subimos y todos festejando. Caemos otra vez y silencio total”.

La química del equipo, que la temporada pasada brillaba en defensa, ahora es inexistente. Edwards no solo apuntó a sus compañeros, sino también a sí mismo y a los fanáticos: “Somos blandos, cada uno tiene su propia agenda. No hablamos, nos estamos alejando. Es obvio, todos lo ven: los entrenadores, los hinchas. Nos abuchean en nuestra casa, es una locura”. Este descontento expone un plantel con serias dificultades para cohesionarse, especialmente tras la salida de Karl-Anthony Towns y la llegada de Julius Randle, cuyas inconsistencias defensivas y ofensivas han sido evidentes.

El cambio de Towns a los Knicks fue polémico. La intención económica de reducir el impuesto de lujo está costando caro. La dupla Edwards-Gobert no logra cuajar y la falta de Mike Conley por lesiones empeoró la situación: sin él, tienen un récord de 0-4. La ausencia de liderazgo es clara y la rotación que implementa Chris Finch no está funcionando. Edwards sabe que la solución va más allá del esquema: “Tengo que aprender qué decir para que todos rememos juntos”.

El panorama es complicado. Estos Wolves, que soñaron con las Finales la temporada pasada, ahora se enfrentan a una crisis que podría terminar en naufragio. La advertencia de Edwards es clara y despiadada. “No podemos seguir así”, sentenció. Lo que parecía un proyecto prometedor está en riesgo, y el tiempo corre en contra de Minnesota.