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Hubo una vez en la que Stephen Curry no era uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA. Quizás muchos ya se olvidaron, pero los constantes problemas en los tobillos del armador fueron una incógnita. Los directivos de Golden State Warriors eran conscientes de la situación y pensaban que eventualmente las lesiones mermarían la carrera del prometedor tirador.  

Por ende, los de la bahía querían deshacerse de él y estaba interesados en Andrew Bogut, que había sido seleccionado por Milwaukee Bucks en el Draft. La temporada era la 2011/12 y algunas de las piezas se movieron para realizar la acción. Sin embargo, el traspaso nunca se dio porque el personal médico de los de Wisconsin no creía que los tobillos de Curry resistirían una larga carrera. 

“Creo que nos deshicimos de ese personal médico cuando compramos el equipo”, le confesó a Bleacher Report hace unos años el copropietario actual de Bucks, Marc Lasry. Aquella decisión, por supuesto, fue fatal, especialmente porque Golden State no solo se quedó con el armador, sino que también contrató a Bogut unos meses después.  

Además, Golden State creó una dinastía con el supuesto chico de cristal, rodeándolo de un sistema que lo potenciaba y mimándolo al punto de cuidarlo hasta que aquel imberbe pájaro pudo volar. Tres campeonatos y un legado histórico. Cambió el básquet para siempre, le guste a quien le guste.