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Esto sucedió en aquel enfrentamiento entre dos de los conjuntos más dominantes del momento, Chicago Bulls y Portland Trail Blazers. Resulta que durante la temporada 1991/92 la prensa se cansó de comparar durante toda la regular y los playoffs a Michael Jordan y a Clyde Drexler.

En todos los medios de comunicación se debatía quién de los dos era mejor. Pero Michael sabía lo que pasaría. Estaba completamente enloquecido de que lo comparen con otro jugador. Sabía que era el más grande de todos y no quería que nadie esté en su nivel.

Pero en la previa no dijo nada y espero su momento. Haciendo alusión a la frase de que la venganza es un plato que se sirve mejor frío, Jordan esperó hasta las finales de 1992 para presentar su caso. En el primer partido de la serie Michael derrumbó todo argumento y marcó un récord de finales al anotar 35 de sus 39 puntos en el primer tiempo. Además, igualó el récord de más triples en los dos primeros cuartos (seis). Al convertir el último de ellos dejó el inolvidable gesto con los hombros encogidos.

También dejó una enseñanza: nunca lo comparen con nadie. Él era el más grande de todos, y nadie estaba a su nivel. ¿No lo creen? Miren aquel partido.