NBA

Kobe Bryant, el amo de los imposibles

21:26 26/01/2020 | Un homenaje a uno de los más grandes de la historia de la NBA y el básquet. Consiguió cinco anillos y dos premios al más valioso de las finales.

Bryant fue único (Foto: NBA)

Creían que era imposible que un flaco de Philadelphia se convierta en una estrella de la NBA con apenas 17 años. Decían que jamás podría ganar un premio al jugador más valioso y que nunca conseguiría un campeonato luego de la marcha de O´Neal. Comentaban que estaba viejo, que no tenía nada más para dar y que no soportaría más las lesiones ni los arduos entrenamientos  a los que se sometía día a día. Sin embargo, todos esos prejuicios fueron derrumbados y los paradigmas fueron modificados, logrando probando que nada era imposible sin ética de trabajo y perseverancia. 

Precisamente eso fue Kobe Bryant. Alguien que tumbó todos los esquemas del mundo de la naranja. Un jugador que a base de entrenamiento, mentalidad y personalidad se encargó de ganarles a todos. Y, como Napoleón Bonaparte, lo fue consiguiendo poco a poco, conquistando equipos, países y continentes en donde le tocó lucir su magia. Primero fue Estados Unidos, después Beijing y finalmente el mundo.

Kobe Bryant era el que todos querían ser. Aquel extraterrestre que jugaba contra humanos a su voluntad y forma. Era el Dios Zeus del trueno, el cielo y la energía que dominaba a sus rivales a base de lanzamientos incapaces de convertir por el resto de los mortales. Era el señor Hyde asesinando jugadores como si fueran meros objetivos, un Robin Hood que nunca se vendía, uno de ls mejores de la historia. 

Cuando él estaba en cancha era Murmillo, el gladiador romano que peleaba cuerpo a cuerpo sin mucha protección, que se servía de escudos largos, rectangular y curvos con un casco que tenía forma de pez. Un jugador que podía definir el curso de un partido a su antojo y sin despojo, reclamando siempre la pelota y actuando por instinto, sin miedo, sin presión y con mucha pero mucha decisión. 

Step back´s, crossovers, tiros en suspención y volcadas de las más vistosas eran sus principales herramientas, pero su verdadera esencia estaba en su improvisación, la cual le permitía sacar cualquier conejo de su galera para destrozar a quien se le pusiera enfrente. No importaba quien lo defendía, Kobe lo humillaba y le sacaba toda esperanza de vida como si fuera Lord Voldemort ante sus víctimas. 

Verlo jugar era como levantarse un domingo temprano al amanecer, con el sol apareciendo en la ventana. Observarlo ganar partidos era ver las hojas caer en primavera, una cerveza al atardecer frente al mar y sentir la brisa de una noche en periodo estival. Sus penetraciones fueron como escuchar la orquesta sinfónica de Beethoven. Sus triples provocaron agonías de las más prohibidas y las más vistosas melodías. 

Cinco anillos, dos premios al jugador más valioso de las finales, uno al más valioso de la regular, dos Juegos Olímpicos, 18 apariciones en el Juego de las Estrellas y 11 selecciones al mejor equipo de la NBA cuelgan en las vitrinas de un jugador que tuvo más títulos que Idi Amin Dada, el último rey de Escocia. El cuarto máximo anotador de la historia de la liga, leyenda de Los Angeles Lakers y del planeta. Kobe Bryant rompió con todos los moldes. Fue belleza pura, una revolución del amor, el artefacto más perfecto creado por quién sabe quien. Mitad hombre, mitad Dios. Jamás habrá otro igual. 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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