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Especial

Carta de un chico que soñaba con jugar la Liga

16:42 27/07/2020 | Un ejemplo de cosas que muchas veces no se tienen en cuenta a la hora de acompañar a los jóvenes que arrancan en el básquet, amateur o profesional.

Kevin (derecha), con su amigo Titi Cortés
Mi nombre es Kevin Gorfinkel y desde que tengo 7/8 años me acuerdo que lo único que tenía en la cabeza era ser jugador profesional de básquet. No me interesaban muchas cosas más y ese sueño se fue prolongando a lo largo de los años. Siempre fui un cabeza dura y cuando algo se me ponía en el medio trataba de superarlo con una gran fuerza de voluntad y poniendo siempre mi sueño por delante: SER JUGADOR DE BÁSQUET PROFESIONAL.
 
Mi primera mala experiencia surgió en un torneo argentino de preinfantiles, representando al seleccionado de Capital Federal. Dos días antes de viajar me enfermé de anginas, seguramente un poco por la autopresión y las expectativas que tenía por mi primer sueño cumplido. Afortunadamente los técnicos decidieron llevarme igual al torneo, mas allá de no poder asistir a la última práctica.
 
En el primer partido nos tocó perder contra Río Negro. Entre de titular ante mi sorpresa, ya que no me encontraba del todo recuperado de la fiebre, y perdimos por 3 puntos, habiendo perdido yo una pelota importante al final del partido.
 
Con 13 años, desde ese momento el entrenador de turno me remarcó durante todo el torneo que era un cagón y el castigo por perder esa pelota fue jugar pocos minutos en lo que restaba del torneo. Lamentablemente no fui yo solo el que tuvo que pasar por ese trago amargo, sino que todas las charlas técnicas que teníamos el énfasis era que habíamos ido a ganar, que no seamos cagones y que no nos achiquemos, que si queríamos vivir de esto teníamos que irnos acostumbrando a tener carácter fuerte.
 
Después de un año hermoso que me tocó vivir en Obras, club que se convirtió en una familia en un momento difícil de mi vida donde falleció mi padre y el deporte fue mi sostén, estando en el club de 3 de la tarde a 10 de la noche prácticamente todos los días, y entrenándome y enseñándome valores de la vida con muy buena gente como Heriberto Schonwies, Nacho Narvaja, Titi Cortés, entre otros, me tocó vivir mi segundo sueño: ser citado a una preselección argentina. 
 
Lo vivi como un sueño pero lamentablemente no lo pude disfrutar del todo ya que los turnos de entrenamientos eran muy duros y éramos tratados un poco como máquinas de practicar, ¿pero a quien no le gustaría estar ahí no?
 
En esa época, casi a fin de año, llegó una persona al club, cuya función era ser asistente en el equipo de la Liga y encargado del reclutamiento del club. Lamentablemente, como pasa en la mayoría de esos casos, los que somos de Capital pasamos a un segundo plano, porque hay que justificar los gastos de traer a un chico de afuera. Pero esta persona no se encargó de traer a 2 o 3 reclutados, sino que sumó a a 11 en un solo año para solo 2 categorías. ¿El resultado?  Todos grandes proyectos que ninguno terminó siendo una realidad, y sobre todo muchos sin terminar el colegio tampoco. 
 
Después de un tiempo de seguir desarrollándome, entre experiencias en primera y torneos argentinos, al finalizar la secundaria me tocó mi primera experiencia como profesional y fuera de casa: Sebastián González y el Lobito Fernández, dos grandes entrenadores pero sobre todo mejores personas, me reclutaron para ir a jugar y seguir creciendo en 9 de Julio de Río Tercero, un hermoso club, con una hermosa gente, en una hermosa ciudad.
 
Pero la suerte no me acompañó. A los 3 meses los entrenadores firmaron un contrato para ir a dirigir Liga A y en su lugar vino un técnico con su asistente que ya conocía por haber ido a entrenar unos días a su anterior club, donde no fui fichado.
 
Esa no fue la peor parte de la mala suerte, sino el maltrato que tuve que pasar durante la temporada siendo juvenil, no por parte de mis compañeros, porque era un plantel de excelente calidad humana, con tipos que me ayudaban constantemente, sino que el maltrato se convirtió en una pesadilla de parte del grupo técnico hacia mí, muchísimas veces haciendo hincapié en que era porteño y que los porteños nos pensábamos el centro del mundo y no sabíamos ni tomarnos un colectivo, pero si hacer muchas preguntas boludas.
 
Mi próximo desafío a la siguiente temporada lo tuve en Entre Ríos,  donde tengo un hermoso recuerdo de su gente, pero lamentablemente una nueva mala experiencia profesional.
 
Me tocó ser dirigido por una persona para él que un día era un chico dedicado y que se la pasaba entrenando en horas extras, siendo un ejemplo, a pasar a decirme que nunca iba a llegar a nada y que en 3 años me iba a escribir a ver cómo estaba jugando en la primera de Capital.
 
Ya para ese momento mi fanatismo por el básquet seguía en pie,  pero había cosas que me daba cuenta que no me hacían tan bien, pero quería mantener mi sueño de jugar la Liga Nacional.
 
Esa temporada hubo muchas anécdotas divertidas, como cuando me tocó entrar y jugar unos buenos minutos basura y hacerlo de buena forma y al día siguiente que me venga a increpar el asistente técnico (creería que enviado por el entrenador), diciéndome por qué escribía comentarios en paginas de básquet pidiendo al entrenador que “se despierte y me ponga mas tiempo” cuando yo no tenia ni idea de lo que hablaba.
 
Muchas de estas cosas fueron las que hicieron que mi preciado sueño se convirtiera en otra cosa, algo que me daba más ganas de levantarme y vivir otro estilo de vida.
 
Seguí jugando un tiempo más donde compartí equipos con gente muy buena, caso Las Parejas, y por suerte ahora vivo mi vida con algo que no esta ligado para nada al básquet. Pude conformar mi propia empresa de publicidad, organización de eventos y prensa, pero juntándome a jugar con amigos 1 o 2 veces por semana, siendo feliz como cuando era chico, aunque muchas veces me surge la curiosidad de que hubiese pasado si.

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