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Alex Owumi, el jugador preferido de Gadafi

17:49 19/07/2020 | Decidió irse a jugar a Libia tras no ser elegido en el Draft. Fue testigo de la guerra civil. Hasta el día de hoy carga con las consecuencias.

Owumi sufrió muchísimo (Foto: BBC)

Platón creía que siempre debía existir algo que se oponga al bien. Eso es el mal y ambos se complementan como el yin y el yang. Si no existe el mal, tampoco puede existir el bien. Uno no vive sin el otro, los dos están estampados en una dicotomía eterna. Quizás fue aquella concepción del filósofo griego. O tal vez fue una mala pasada del destino. Lo que sí está claro es que Alex Owumi sufrió toda la furia del universo, en uno de los territorios más peligrosos del planeta. 

En busca de un mejor futuro  

Nacido en Lagos, Nigeria, el africano creció soñando que podía llegar a la NBA, tal y como lo habían hecho algunos de sus predecesores. Esto se acrecentó cuando su familia se mudó a Estados Unidos. Se asentaron en Boston y allí las cosas comenzaron a salir bien. No solo era bueno con la naranja, sino que también la rompía en el fútbol americano.  

Su talento con la ovalada cambió todos los planes y terminó siendo reclutado por Georgetown University en la temporada 2003/04. Lamentablemente, su deseo seguía siendo convertirse en un jugador de básquet y decidió dejar aquel colegio para volver a enfocarse en lo que verdaderamente quería. Durante los próximos años deambuló por distintas escuelas comunitarias, intentando que alguna universidad de renombre le ofrezca una beca. 

Esto no pasó y su fuego se apagó paulatinamente, al menos para llegar a la NBA, debido a que para el momento que quiso presentarse al sorteo ya tenía 24 años. Con esto dicho, ninguna franquicia lo seleccionó en el Draft del 2008 y tuvo que comenzar a vislumbrar nuevos horizontes. Por suerte, en la temporada 2010/11 lo contrató un equipo de Libia. No era lo ideal, pero deseaba jugar y cobrar por su talento.  

Las cosas cambiaron 

Todo parecía centrarse de nuevo, pero lo que Alex no sabía era que ese país se encontraba bajo el régimen de Muamar el Gadafi. Valijas en mano, Owumi llegó a Benghazi, la segunda ciudad más grande de Libia, el 27 de diciembre de 2010. Iba a jugar en Al-Nasr Benghazi y desde el primer minuto tuvo todas las comodidades. "Me había alojado en algunos lugares agradables jugando para equipos en Europa, pero este departamento estaba en el séptimo piso, en el centro de la ciudad. Era como el Taj Mahal”, contó en un artículo que escribió en la BBC 

La sorpresa no se detuvo ahí y luego comprendió que los lujos se debían a que el Benghazi era el equipo personal de Gadafi. En ese momento la situación empezó a cambiar y en su primer entrenamiento Alex notó que sus compañeros tenían muchos moretones y estaban sumamente tristes. ¿La razón? La fuerza de seguridad personal de Gadafi. “¿Por qué todos están así", le dijo Owumi a Moustapha Niang, uno de sus compañeros. "Venimos perdiendo. No les pagaron a muchos jugadores y algunos de ellos están siendo maltratados físicamente", respondió.  

Dejando eso de lado, Alex y los suyos empezaron a ganar a partir de su llegada y los abusos se terminaron por un tiempo. Todos estaban felices y, especialmente, Muamar el Gadafi. Sin embargo, el mal que Platón veía como necesario volvió a aparecer y el 17 de febrero de 2011 el país explotó. Una protesta de 300 personas fue el inicio de una revolución armada. Se venía la guerra civil.  

Guerra por doquier 

Alex entró en pánico. Las redes móviles no funcionaban y el internet tampoco. No tenía cómo comunicarse con algún conocido. Disparos, gritos y machetes se apoderaron de la escena y el nigeriano decidió quedarse encerrado en su habitación. No salió por muchos días. Incluso, cuando se quedó sin comida debió buscar cucarachas e ingerirlas para sobrevivir.  

Estaba a punto de morir y no había salida. Por suerte, después de dos semanas de encierro sonó el teléfono. Era su compañero Moustapha, que se comunicaba para decirle que el presidente del equipo les iba a ayudar a escapar a Egipto. El viaje duraría seis horas y nadie tenía la certeza de llegar a destino. Tal fue la situación que tardaron seis horas más en llegar a la frontera, en donde los soldados les dejaron pasar tras ver sus pasaportes.  

En Egipto se mantuvieron en un campo de refugiados por tres días y poco a poco todo se calmó. Su primera opción era volverse a Estados Unidos, pero mientras Alex esperaba un colectivo en la frontera de El Cairo, recibió un llamado de Sharif, un antiguo entrenador suyo. "Quiero que vengas a Alejandría, te quedes conmigo y con mi esposa", le dijo.  

Todo tiempo pasado no fue mejor 

Alex no dudó, se despidió de Moustapha y se fue a Alejandría. Su desgaste físico era tal que cuando llegó a destino el entrenador lo vio y le comentó: "Este no es el tipo que conocí. No es él". Sus dientes eran de color marrón podrido, sus ojos estaban completamente rojos y su alma parecía haberse ido. No obstante, el nigeriano decidió rehabilitarse jugando al básquet y paulatinamente mejoró.  

Disputó el resto de la temporada en Egipto y se volvió a Estados Unidos. Allí fue diagnóstico con estrés postraumático y nunca pudo superar lo que vivió en Libia. "Cuando cierro mis ojos me remontó al 2011, veo los ojos tristes, las luchas, los golpes y los asesinatos”, comentó Alex. Ataques de ansiedad, noches de transpiración, nerviosismo y maldad. La más pura, la más dura.  

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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