A 63 años del asesinato de la primera Generación Dorada argentina
22:16 02/04/2020 | Se nos pasó unos días: el 27 de marzo de 1957 el gobierno militar le cortó la carrera a 34 jugadores, incluyendo a los campeones mundiales de 1950. Nunca más volvieron a jugar.
Osvaldo Ricardo Orcasitas fue uno de los grandes protagonistas de la historia del básquetbol argentino, además de maestro de varias camadas de periodistas, sus colegas. En 2007, al cumplirse los 50 años de esta terrible historia, escribió este artículo para Básquet Plus revista. Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario y por eso decidimos volver a publicar aquel artículo, con todos los detalles de una decisión inexplicable.
“Por iniciativa del general Perón nos dieron, como regalo por el título mundial, una orden a cada uno para importar un automóvil. Pero ojo: había que pagar el valor del auto, sólo nos eximían el impuesto a la importación, que entonces estaba cerrada. Por eso casi todos vendimos la orden a un tal Ferro, importador con oficina en la avenida Santa Fe entre Azcuénaga y Larrea…”
En esa época nuestro deporte dentro de la Federación Internacional de Básquetbol Amateur (FIBA) se regía por el Código del Aficionado, que imponía un status amateur (por lo menos en esta parte del planeta) y cuyo tratamiento siempre era polémico.
En esta oportunidad, con la fuerte efervescencia política que había en derredor, se aprovechó esta orden de regalo para denunciarlos como profesionales “porque los jugadores habían infrigido dicho Código”. Se rebuscó y exageró al máximo para tener un motivo que no existía, porque el verdadero móvil fue político.
Se abrió un expediente en la “Comisión Profesionalismo” de la intervención en la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) y se sustanció la causa. Un disparate.
El tema se conectaba con otro caso –también por acusación de “hacer profesionalismo”- originado en la gira realizada por el Racing Club a países sudamericanos del Pacífico en 1953 (ganó los 23 partidos jugados, incluido el triunfo sobre Yale University en Guayaquil), en cuyo plantel había cinco campeones mundiales: Leopoldo Contarbio, Rubén Menini, Raúl Pérez Varela, Ignacio Poletti (no viajó) y Juan Carlos Uder.
En la volteada también cayó la gira por Europa que hizo el Club Atlético Palermo en 1951 (ganaron 11 de los 12 encuentros disputados). Con ellos pasó una situación insólita y que testimonia que esto fue cualquier cosa: varios de los jugadores, cuando fueron citados, se encontraban fuera del país. Como no pudieron venir, quedaron al margen de la sanción. Acotación: ¿No era que se trataba de un juicio muy serio y exhaustivo?
El 3 de abril de 1956 se firmó la sanción al Racing Club, el 8 de enero de 1957 se puso una pena provisoria en la Confederación al resto de nuestros campeones mundiales y el 27 de marzo de 1957 el interventor doctor Amador Barrós Hurtado y el secretario Luis Salluzzi rubricaron la sentencia definitiva: inhabilitación de por vida en el básquetbol por profesionalismo, quitándoles la condición de jugadores amateurs que entonces era necesario para poder jugar.
Así, de golpe, seis años después, nos quedamos sin campeones mundiales. Cuando todo esto contamos en otros países, no lo pueden creer. Las generaciones del básquetbol argentino que vinimos después, tampoco. Más: seguimos horrorizados.
El entrenador profesor Jorge Hugo Canavesi, artífice del título, se refirió así al tema: "Después de 1955, cuando cayó Perón, el interventor de la CABB, Amador Barrós Hurtado, denunció como profesionales a todos los jugadores campeones del mundo. A los del Mundial y a muchos más. Regía el ‘Código del Aficionado’, un reglamento que venía del Comité Olímpico Internacional (COI) y que prohibía percibir retribuciones por jugar. Resulta que, en todo el mundo, había elasticidad y se les reconocía algo a los jugadores, pero nosotros le dimos de baja a un montón sólo por recibir una orden para poder importar un coche. En la FIBA se reían...".
“Un verdadero genocidio deportivo”, tal lo calificó acertadamente el licenciado Alfredo Armando Aguirre, experto en el fenómeno popular del deporte, en el diario “La Reforma”, de General Pico, La Pampa.
La Confederación Argentina había sido intervenida. El 6 de octubre de 1955 lo cesaron en su cargo al presidente en ejercicio, el doctor Carlos Arturo Juárez, peronista histórico, abogado santiagueño, en total cinco veces gobernador de su provincia. Estaba desde el 7 de mayo de 1952. En su reemplazo el 7 de octubre asumió el capitán ® Fernando Pablo Ayroles, el mismo que fuera director del Comité Ejecutivo del primer Campeonato Mundial efectuado en nuestro país. Duró muy poco: hasta el 23 de febrero de 1956. Al día siguiente llegó el hombre que vino a cortar cabezas: el doctor Amador Barrós Hurtado. Permaneció hasta el 22 de diciembre de 1957. Hizo un desastre.
Doctor en urología y médico psiquiatra, oriundo de Tres Arroyos y radicado en La Plata, había irrumpido como dirigente al ser nombrado primer presidente de la Asociación Platense de Básquetbol, que doce clubes de La Plata, Berisso y Ensenada, provincia de Buenos Aires, fundaron el 16 de mayo de 1940. Estuvo hasta 1946. Era natural y lógico: después accedió como mandamás de la Federación provincial.
En el congreso extraordinario de la Bonaerense cuando pasó a denominarse Federación de Básquetbol de la Provincia de Buenos Aires, el 21 de junio de 1941, fue nombrado en la presidencia, cargo que ocupó hasta su muerte ocurrida, a los 70 años, el 6 de marzo de 1972. Sus tres décadas como titular de la entidad solamente tuvieron las interrupciones de 1947 (Esteban Oliveros), 1956 (Enrique Pérez), 1957 (Saúl Canavessi) y 1958 (otra vez Enrique Pérez).
Durante su largo mandato Provincia de Buenos Aires se consagró campeón argentino seis veces: 1957, 1966, 1967, 1969, 1970 y 1971. De esa época triunfal, se lo recuerda con su porte corpulento, pelo muy blanco y anteojos oscuros.
Afin con su especialidad médica, el doctor Barrós Hurtado fue director de lo que hoy se llama Hospital "Alejandro Korn", de Melchor Romero, partido de La Plata, desde el 16 de diciembre de 1959, cuando asumió por el concurso de la Carrera Médico Hospitalaria. Lo fue hasta el 4 de junio de 1965. Se trata de un establecimiento neuropsiquiátrico ya centenario que funciona desde el 24 de abril de 1884.
Juan Domingo Perón, “el General”, fue presidente de la Nación entre 1946 y 1955, abarcando dos períodos. El último no lo pudo terminar derrocado en septiembre de 1955 por la denominaba Revolución Libertadora en una época donde no había términos medios: o se estaba con Perón (peronista), o se estaba en contra (“gorila”).
A su caída sobrevino un país revuelto en un furioso revanchismo, donde deportivamente, por ejemplo, se actuó con absoluta ceguera sin medir ninguna consecuencia.
Ricardo González, el “Negro”, capitán de nuestros campeones mundiales, hizo esta observación al respecto:
No se salvaba nada ni nadie: todo lo que tenía un tinte de peronismo, olía mal. Hubo una “cacería de brujas” al estilo del “McCarthismo” de los Estados Unidos de América con el comunismo después de la Segunda Guerra Mundial.
Joseph Raymond Mc Carthy (1908/1957) fue un senador republicano por Wisconsin que se hizo famoso con sus denuncias: veía comunistas por todos lados, a toda hora y en cualquier lugar.
Con el peronismo pasó lo mismo en la República Argentina. La Revolución triunfante le tenía un miedo atroz pensando que podía reaparecer sabiendo de su mayoría ciudadana.
Esta es una definición de la ideología del “McCarthismo”:
Para el deporte, con tal sentido, en dependencia de la Vicepresidencia de la Nación a cargo del almirante Isaac Francisco Rojas, funcionó la Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas Nº 49. Su presidente fue Héctor F. Musitani. Lo actuado por este nuevo organismo fue tenido en cuenta para las futuras sanciones (ver recuadro “Los 105 minutos fatales”).
Un periodista históricamente trascendente en el país como Dante Enrique Panzeri (1922/1978, cordobés de Las Varillas) condenó con dureza al régimen peronista, aunque pecó de ambigüedad en sus notas. Criticaba estas actitudes que destacó como “delito de motorización”, por las órdenes de auto.
Lo expuso en la revista “El Gráfico” el 6 de enero de 1956, número 1898, en una nota que se tituló “A los pecadores: ¿perdonarlos o castigarlos”. Escribió: “El deporte argentino sólo se reconstruirá cabalmente desechando en su futura edificación hasta el último escombro del bochornoso decenio pasado, así sea necesario empezar de nuevo con nuevos atletas, nuevos dirigentes, nuevas reglamentaciones. Esto está viciado y es más aconsejable hacerlo de nuevo que curarlo. La audiencia se dispone ahora a escuchar sentencia. Nosotros, también”.
La nota se extendió en siete páginas y en la 12 se destacaron dos textos. Arriba: “Los que fueron ‘puros’ exigen que ahora se los distinga”. Abajo: “Los que quedaron ‘manchados’ piden que se los comprendan”.
Sobre el básquetbol, en la página 11, dentro de lo que se considera la apertura, se publicó una fotografía de festejo de la conquista mundialista donde aparece el jugador Raúl Pérez Varela en medio de los abrazos de la multitud. Este fue el epígrafe: “1950: Argentina gana el Campeonato Mundial de Básquetbol. En la alegría colectiva de la victoria participa la muy particular de un grupo de muchachos que ve resueltos sus problemas económicos con los automóviles que a cada uno de los campeones les regalan ‘el presidente y la presidenta’”.
Doble difamación del gran Panzeri: 1) No hubo ningún auto regalado a cada uno. 2) Todos siguieron en sus ocupaciones particulares, trabajando para poder vivir, y nadie vio resueltos sus problemas económicos:
Panzeri tiró dardos, pero no estaba seguro de lo que escribía como lo confesó con sinceridad en el comienzo de esa nota: “Este es un tema en el que vamos a encontrar profundas disidencias aún entre los más firmes sostenedores de que el deporte argentino debe ser saneado de raíz”.
El copete marca también el increíble contrasentido: “En el deporte argentino se agita una inquietud: ¿clemencia o profesionalismo para los deportistas que materialmente se beneficiaron con el peronismo? Por una y otra tendencia se encuentran argumentaciones igualmente atendibles”.
Reflexión: ¿Y si había profundas disidencias cómo se cometió la barbaridad de dictar una sanción de por vida? ¿Y se había argumentaciones igualmente atendibles cómo se hizo privar solamente las que condenaban?
Era la sede de la Confederación Argentina de Deportes y el Comité Olímpico Argentino (la C. A. D. C. O. A.). Hacia allí fueron nuestros basquetbolistas. Casi todos los interrogatorios se hicieron en el subsuelo a cargo de militares. Otras indagaciones provinieron de la Dirección General Impositiva, según el domicilio del jugador: querían saber qué recibieron “del régimen depuesto”.
Con total llaneza, el nombrado Ricardo González contó: “Nos preguntaron ‘boludeces’… De mí, por ejemplo, querían saber si en la ceremonia de clausura de Helsinki desfilé con corbata negra y por qué lo hice…” La respuesta fue lógica, realista y contundente: “Les contesté que sí, que a mí, como a todos los integrantes de la delegación, me dieron la ropa, y que esa pregunta debían hacerla al jefe de equipo o al presidente de la delegación…”.
La pregunta inquisidora apuntaba a que el 26 de julio de 1952 falleció Eva Perón en pleno desarrollo de los Juego Olímpicos realizados en Helsinki, Finlandia, que empezaron el 19 de julio, y la delegación argentina se presentó a la ceremonia de cierre del 3 de agosto con una corbata negra en señal del luto oficial que se había impuesto.
Comentario: ¿Pero no era que a nuestros basquetbolistas se los acusaba de profesionales? Esta anécdota recordada por el capitán del equipo refleja claramente y de manera terminante que el móvil de esta farsa era exclusivamente político.
Omar Monza, otro de los campeones mundiales, no difiere en su recuerdo: “Nos preguntaban las cosas más absurdas. Nos trataron bastante mal controlados permanentemente por soldados armados hasta cuando íbamos al baño. En realidad, nos hicieron sentir muy mal ¡Nos trataban como a delincuentes por el simple hecho de haber ganado un Mundial!”.
Otra pregunta en esos interrogatorios denunció también que la acusación por profesionalismo a los jugadores de básquetbol era un mero y débil pretexto, un cuento chino.
-¿Quién trajo el contrabando de “Carsei”?
Al parecer, en Santa Cruz de Tenerife, España, donde el barco “Bahía Buen Suceso” (donde regresó la delegación olímpica) se detuvo por aparentes reparaciones, lo cargaron de “containers” con prismáticos “Carl Zeiss”.
“Hicieron teatro para que digamos que esto no era joda. Había que enganchar a algunos salames y nos eligieron a nosotros. Habrán dicho: por lo menos citamos a éstos y ya está. ¡¿De qué Carl Zeiss me hablan?! Yo solamente traje paquetes de cigarrillos…”, les narró Omar Monza con su simpático gracejo porteño a Tulio Guterman y Emilio Gutiérrez para “www.efdeportes.com”.
“Cuando hablamos de dirigentes, estamos nombrando a Amador Barrós Hurtado, capitán Fernando Pablo Ayroles, Luis Andrés Martín, coronel Carlos Alberto Hawkes, Antonio Rueda, Luis Seijo… que eran a quienes se los veía más seguido por la Confederación y estaban o viajaban con nosotros”, resumieron los jugadores.
“Jugaron al oficio mudo…”, ironizó Ricardo González, quien agregó: “Por estar al margen del Código del Aficionado -nos dijeron- nos sacaron de circulación. Pero lo curioso del caso es que quienes nos inhabilitaron fueron los mismos dirigentes que habían estado con nosotros durante el peronismo y después siguieron estando…".
A esta altura hay que empezar a preguntarse por qué se llegó a este absurdo, por qué tanta irreflexión, por qué tanta ceguera, por qué tanta locura. Hurgando en los campeones mundiales, hice esta síntesis de lo que me fueron contando, que puede parecer zonza, pero que es un testimonio real que pulula en estas mentalidades: “Quisieron quedar bien y por eso se pusieron esta escarapela…”.
El profesor Luis Andrés Martín, entrerriano de Concordia, ya fallecido, vastamente vinculado a nuestro deporte, experto en comisiones técnicas y reglas de juego, muy amigo del doctor Renato William Jones, histórico secretario general de la FIBA, estuvo totalmente a favor de la sanción. Para la desaparecida revista “Sólo Básquet”, nuestro director Fabián García le hizo una nota que tituló “El máximo historiador del mundo” en el Nº 102 del 2 de julio de 1991. Dio esta respuesta:
"Cuando uno tiene un reglamento que cumplir, sabe a que se atiene. Y si ese reglamento dice que un jugador no puede recibir ningún tipo de retribución económica por jugar, significa precisamente eso. Los jugadores de aquel entonces no lo entendieron así y no cumplieron. Por eso se tomó la medida, que creo influyó en el desarrollo posterior del básquetbol. Antes, nosotros no teníamos ningún empacho en expulsar a cualquier jugador, así éste fuera una estrella de primer nivel. Muchos podrán criticar nuestra decisión, pero nadie podrá negar que actuamos con el reglamento en la mano".
El título de la nota tenía que ver en que la historia de nuestro deporte fue una afición de Martín, quien fue elegido por la FIBA como uno de los cinco editores del libro “El básquetbol en el mundo” publicado en 1972.
En la reunión de la intervención en la CABB del 3 de abril de 1957 pidió la palabra el secretario profesor Luis Salluzzi, que había viajado como delegado al 2º Campeonato Mundial Femenino realizado en Brasil. En el acta correspondiente se escribió:
“Manifiesta que durante su estada en Río de Janeiro debió aclarar al señor secretario de la Federación Internacional, Mr. Jones, que la Argentina no había hecho gestión alguna para levantar las penas impuestas a jugadores por actividades al margen del Código del Aficionado”.
Carlos Fontanarrosa fue periodista especializado en básquetbol en la revista “El Gráfico” durante la década del ’50, y después se desempeñó como director editorial de Atlántida. En junio de 1971 escribió la nota necrológica de su amigo Roberto Luis Viau y, pasados los años y en esa triste circunstancia, no pudo contenerse de no tocar el tema:
Repárese en la edad de Roberto al momento de la inhabilitación, el benjamín de aquellos campeones mundiales, un enorme talento de nuestro deporte: ¡¡¡ a los 24 años no pudo jugar más !!! Un crimen. El propio “Fontana” advirtió lo siguiente también en la revista “El Grafico” cuando se aprobó la sanción al Racing Club:
“Los fusilamientos en masa nunca han sido un ejemplo de justicia tranquila, conciente, meditada. Cuando se toma el montón, se lo pone contra la pared, se le apunta y se grita ¡fuego!, se corre el inmenso riesgo de dejar en tierra, agujereados, a inocentes y a culpables con atenuantes”.
Cuando salió la sanción provisoria, Fontanarrosa puso en aprietos a la dirigencia con otro realismo escrito en “El Gráfico” el 18 de enero de 1957:
“Si los miembros de la Confederación de Básquetbol se muestran hiper sensibilizados en aplicar la ley (una ley que tiene mil facetas) a deportistas de nuestro medio, este medio tiene el derecho entonces a exigirles la misma pureza en el ámbito internacional y pedirle a la Confederación que se mantenga aislada, santamente aislada, de todo centro semiprofesionalizado. Desde el mismo momento que sanciona a los de aquí, debe retirarse de la Federación Internacional porque allí hay muchos pases que hacen profesionalismo. Si así no lo hicieran, creemos entonces que todo es una farsa, una triste comedia, que el mentado amor al deporte purísimo es nada más que razón de interés”.
El primer triunfo logrado con conmoción popular durante el primer gobierno de Perón, cuando todavía no había aparecido la televisión entre nosotros (que ocurrió en 1951), fue la medalla de oro ganada dramáticamente por Delfo Cabrera en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Su condición de peronista confeso potenció el rédito partidario del éxito. La euforia del momento se multiplicó porque simultáneamente Pascual Pérez (mosca) y Rafael Iglesias (pesado) también fueron campeones olímpicos.
Después, en la cronología, siguió la explosión del Mundial de básquetbol de 1950 por lo impecable de su conquista. Tuvo enorme repercusión. Directa o indirectamente, se le dio connotación con el gobierno de turno y fue una bandera. “El General” le tenía simpatía a nuestro deporte, no era raro que apareciese públicamente en los partidos, y todo eso fomentó una indisimulada aureola peronista. Del otro lado, no tardó la represalia: ¡¡¡ duro con ellos!!! Fue fatal.
Argentina en esa década del ’50 ya los tenía. Fueron campeones mundiales en 1950 y semifinalistas olímpicos en 1952, pero de un plumazo, sin ton ni son, increíblemente, los tiramos a la basura. Se tuvo que empezar de nuevo.
La otra consecuencia nefasta fue que, de inmediato, dejamos de tener protagonismo en la competencia internacional. Sin poder trascender, jugábamos los Campeonatos Sudamericanos languideciendo, mientras se sucedían los años: cuarto puesto en Santiago de Chile 1958, tercero en Córdoba 1960, tercero en Río de Janeiro 1961, cuarto en Lima 1963… Recién en Mendoza 1966, después de ocho participaciones y 23 años sin títulos, Argentina volvió a ser campeón sudamericano por obra del aquel equipo que pasó a la historia con el apodo de “Los Cóndores”, con Ricardo Alix, Tomás Sándor y Ernesto “Finito” Gehrmann.
A nivel mundial estuvimos 28 años sin clasificarnos para los Juegos Olímpicos. Lo logramos en 1980 para Moscú, en San Juan de Puerto Rico con un equipo donde sobresalieron Eduardo “Tola” Cadillac, Carlos “Chocolate” Raffaelli, José Luis “Tatote” Pagella y Gustavo Aguirre, pero nuestro país se terminó adhiriendo al boicot liderado por el presidente norteamericano Jimmy Carter y renunció a participar. Se inutilizó así una brillante oportunidad ganada de manera inobjetable en la cancha.
Volvimos a los Juegos Olímpicos en Atlanta 1996 con Marcelo Milanesio, Juan Espil, Marcelo Nicola y Diego Osella, 44 años después de la última vez de Helsinki 1952.
La Generación Dorada liderada por Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Pepe Sánchez y Luis Scola llegó a la cumbre con el subcampeonato mundial de Indianápolis 2002 y la conquista de la medalla de oro en Atenas 2004. Y para demostrar que este desastre que cometieron nuestros dirigentes nos costó matemáticamente medio siglo para volver a estar en la elite del básquetbol internacional.
Esta nota también puede titularse “Crónica de un disparate”. Como en el juicio a la Junta Militar, habrá que repetir con voz fuerte, lo más claro posible y sin cansarnos: nunca más, nunca más, NUNCA MAS.
Se formó una “Comisión Profesionalismo”, que trabajó sobre las actuaciones elevadas por la Comisión Nacional Investigadora de los Deportes Nº 49 reunidas en “10 cuerpos con un total de 1.500 fojas”.
Entre los considerandos se puntualizó: “Que se encuentra fehacientemente comprobado que numerosos jugadores recibieron por parte del gobierno depuesto órdenes para la introducción de automóviles. Que algunos de ellos fueron premiados, además de las órdenes, con sendos empleos en la administración pública. Que a estudio de las actuaciones surge la plena prueba de que los jugadores han violado el estatuto de la Confederación Argentina de Basket-Ball y el Código del Aficionado…”.
El 27 de marzo de 1957 se realizó la reunión definitiva, que fue la 45ª. ordinaria, con la presencia del doctor Amador Barrós Hurtado (interventor), del profesor Luis Salluzzi (secretario) y del escribano Antonio J. Zolezzi (tesorero). Comenzó a las 18:25 y finalizó a las 20:10 horas.
En esos 105 minutos consideraron que la Confederación Argentina de Deportes (C.A.D.C.O.A.) aprobó la medida adoptada con carácter provisorio y, en consecuencia, llegaron a la resolución: “Declarar inhabilitados para actuar como jugadores aficionados”.
En esa época era frecuente que las reuniones continuaran con carácter secreto. “Acto seguido se pasa a ‘sesión secreta’” fue la frase que consta en actas. Ese día, sin embargo, no hubo “sesión secreta”. No resultó necesario. Porque fue público y notorio que se había asesinado al básquetbol argentino.
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