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NBA

Steve Nash, el otro MVP que tampoco estaba destinado a serlo

21:42 09/06/2021 | Al terminar la secundaria su entrenador envió más de 30 videos suyos a diferentes universidades. No lo quiso casi nadie. Hizo que todos lo deseen.

Nash tuvo una carrera majestuosa (Foto: Clyde Graffix)

Shai Gilgeous-Alexander, RJ Barrett, Dillon Brooks, Luguentz Dort, Kelly Olynyk, Tristan Thompson, Khem Birch, Dwight Powell, Brandon Clarke, Cory Joseph y Brissett… Todos ellos crecieron con una figura a la cual admirar, con un espejo que los guiaba sin brújula al deambular.

Ese omnipresente símbolo era Steve Nash, pero ese no fue exactamente su caso. Cuando él era pequeño nadie en Canadá soñaba con ser jugador de básquet. El cielo era la NHL y el deporte que estaba en todos lados era el hockey. Nadie esperaba que eso cambie, mucho menos que unos años después llegara a la NBA y aún más improbable que se robara en un par de noches dos premios seguidos de MVP.

No es una película, tampoco un libro. Es la ilógica vida de Steve Nash, el otro MVP que tampoco estaba destinado a serlo.

Porque ese sendero era inconcebible y hay que trasladarse a Swansea Bay para comprenderlo. En ese recóndito lugar de Gales creció Jean Hall, la mamá de Steve, antes de conocer (y luego casarse) a John, un aspirante a ejecutivo de publicidad del Tottenham.

La joven pareja decidió dejarlo todo y luego de una drástica decisión se embarcó hacia una nueva vida, emigrando a Sudáfrica. En eso apareció Steve, su primer hijo, quien nació en Johannesburgo un 7 de febrero de 1974 y rápidamente aprendió a ser un trotamundos que se mudó a Regina, Saskatchewan tras 18 meses de vida. Luego, la familia se estableció en Victoria, Canadá, y allí comenzó a moldear su inesperado camino.

Su padre jugó al fútbol de forma profesional en varias partes del mundo antes de que llegara el pequeño Steve y era un hincha acérrimo del Tottenham, por lo que a su hijo no le quedó otra que enamorarse rápidamente de la blanca y negra. De hecho, recién probó con el básquet a los 12 años…

“Mamá, algún día jugaré en la NBA y me convertiré en una estrella”

Si volverse futbolista era difícil, terminar siendo un basquetbolista profesional en la mejor liga del mundo era algo completamente utópico. Pero allí fue el bueno de Steve, empezando a entrenarse a una edad tardía y siempre destilando dotes innatos que lo acompañarían para toda la vida, como la paciencia para hacer jugar al resto y la detección de ángulos que para otros chicos de su edad eran imposibles de encontrar.

“Era tan cerebral en la forma en que abordaba las cosas. Incluso a una edad temprana se notaba que buscaba ciertos ángulos que nadie veía, buscaba tendencias en los oponentes que no entendíamos. Estaba muy por delante de nosotros en su desarrollo”, contó en una nota Al Whitley, un compañero de Steve en el equipo de secundaria.

 

 

Asistió al Mount Douglas Secondary School en su adolescencia y luego, cuando sus notas bajaron, se mudó al St. Michaels University School, un instituto que le daba mucha relevancia a los deportes. Y tan bueno era Steve en ellos que en su primer año no pudo jugar ni al fútbol ni al básquet y para no quedarse quieto probó con el rugby. ¿Resultado? ¡Quedó en el equipo y ganó el campeonato provincial de esa temporada! Una verdadera locura que no tenía fin.

A pesar de tanta diversidad, su objetivo era el que le había contado a su madre y aquel admirador de Maradona y Messi, hincha del Tottenham y visitador de la Bombonera tuvo que pasar por un calvario para conseguirlo.

Al terminar su etapa secundaria su entrenador envió más de 30 videos de Steve a diferentes universidades de Estados Unidos. Todos lo rechazaron. Bah… Ni siquiera le prestaron atención. Un milagro lo puso en boca de Dick Davey, el coach de Santa Clara University, y se dirigió a otra zona aislada y desconocida con su primera y única beca deportiva.

Como no podía ser de otra manera, en Santa Clara no la tuvo fácil y debió desempeñarse de escolta por casi todo su año de novato, ya que el base titular era John Woolery. No se inmutó y siguió entrenándose con la disciplina que lo caracterizaba. Era una rata de gimnasia que no pensaba en otra cosa que en practicar y mejorar sus falencias, con una mentalidad muy madura.

Entre juegos humillantes a figuras contundentes como Stephon Marbury, críticas de los reclutadores por su falta de altura y pobre defensa, allí fue Steve Nash, quedándose los cuatro años en su tan querida universidad que luego retiró su camiseta número 11, ostentando hasta el día de hoy los récords de asistencias y tiros libres de la institución.

“En ese momento no te das cuenta de lo bueno que es y lo ves todos los días y solo estás tratando de compararlo con algunos de los grandes nombres. Para mí, era mejor que todos los jugadores de renombre que enfrentamos en esa época”, contó un tal Paul Pierce en esa época. El ex Boston formaba parte de Kansas University y había eliminado a Santa Clara en el partido despedida de Nash en la NCAA. Todo parecía posible, también susceptible y fácil de romperse…

Debilidades:
-Defensa
-Hombre blanco

Su etiqueta no era la mejor. Lo guiaría su talento. “Con el pick 15 en el Draft de 1996 los Suns seleccionan a Steve Nash, de Santa Clara University”. Desde 1969 que un jugador de su universidad no era elegido en la primera ronda, en un puesto mucho más alto del que incluso él pensaba que estaría. Lo mejor asomaba, aunque, otra vez, iba a tener que probarse a sí mismo y salir adelante con trabajo y ética obsesiva.

 

 

Con una licenciatura en sociología bajo sus brazos y algunos abucheos de los fanáticos el día de su elección, el tímido base se embarcó en su propia travesía del desierto y la promesa que le hizo a su madre se concretó.

Durante sus dos primeras temporadas en la NBA, Nash jugó un papel secundario, pero absorbió los cerebros de armadores de primer nivel como Kevin Johnson, Sam Cassell y, más tarde, Jason Kidd. Apenas 10,5 minutos en su año de novato pasaron a aumentar considerablemente en el segundo periplo, que no fueron suficientes para evitar su partida.

Donnie Nelson era el motivo. El hijo del innovador entrenador fue asistente en Phoenix cuando Steve estaba en el equipo y acababa de aceptar un puesto similar para mantenerse detrás del gerente general de los Mavericks bajo la dirección de su padre, el gran Don Nelson, y lo convenció de adquirir el desperdiciado Nash.

Después del Draft de 1998, Steve fue cambiado desde los Suns a los Mavericks a cambio de Martin Müürsepp, Bubba Wells, los derechos de Pat Garrity y una selección de primera ronda (que luego se convirtió en Shawn Marion).

Y en territorio texano Nash se convirtió en el base formidable al que todos empezaron a acostumbrarse. Pasó de promediar 3,3 puntos en su temporada debut a conformar gradualmente una excelente dupla con Dirk Nowitzki, que era otro de esos talentos desconocidos del plano internacional que buscaba hacerse un nombre por sí mismo.

Se fue promediando 14,5 tantos y 8,8 asistencias en la 2003/04 y era hora de tomar por fin un rumbo conocido, no sin antes intentar negociar un contrato a largo plazo con Mark Cuban, quien estaba pagándole a Walker, Finley, Nowitzki y Jamison casi 50 millones en salarios combinados esa temporada.

El propietario quería construir su franquicia alrededor del Nowitzki más joven y no deseaba arriesgarse a firmar un contrato a largo plazo con Nash, que en ese entonces ya tenía 30 años, y le ofreció un contrato de cuatro años por aproximadamente 9 millones anuales, con un quinto año parcialmente garantizado. No era una burla, pero estaba cerca...

 

Los Suns, por otro lado, le ofrecieron sin dudar un acuerdo de seis años y 63 millones. Nash, fiel al equipo que apostó por él, se mostró reacio a dejar Dallas y regresó a hablar con Cuban para ver si igualaba el trato. Mark no lo hizo, y Nash firmó con los Suns para la temporada 2004/05.

Otra vez no lo valoraron, de nuevo era subestimado y esta vez el tiempo tampoco estaba a su favor. No miró atrás y se fue a Phoenix, en donde el destino le tenía preparada la sorpresa de su vida.

“¿Sabés que Steve es un gran tipo y lo amo a muerte, pero ¿no podía jugar como MVP con nosotros?”. Sí, Nash se fue siendo infravalorado y arrasó de la mano de Mike D´Antoni y su ofensiva de siete segundos o menos, volviéndose un basquetbolista mucho más ofensivo y anotador para quedarse con el premio al Más Valioso por dos temporadas consecutivas.

 

 

Hasta la campaña 2011/12 se mantuvo en Arizona y su fuego poco a poco fue apagándose. Los dolores de espalda monopolizaron su físico y en un último intento por lograr su primer anillo se mudó a los Lakers, integrando un estelar equipo con Kobe Bryant, Pau Gasol, Dwight Howard y compañía.

El hado que lo retribuyó pareció haberle cobrado el trato y ni con esos basquetbolistas pudo llegar al anillo y un 21 de marzo de 2015 anunció su retiro en The Players Tribune. "Escuché a alguien decir una vez que llega un día en que nos dicen a todos que no podemos jugar más. No somos lo suficientemente buenos. Excedente de los requisitos. Demasiado lento, tal vez. Cuando sos un adolescente con sueños descomunales y una obsesión creciente, y alguien te dice que esto no va a durar para siempre, da miedo. Nunca lo olvidé", confesó con esa sabiduría que lo caracterizó y diferenció desde que usaba pañales.

También su inteligencia fue aplicada fuera del baloncesto y diversificó su dinero de forma eficiente, extendiendo sus negocios e inversiones en equipos deportivos, empresas de tecnología y diferentes instituciones, como así también apoyando a los basquetbolistas jóvenes de su país siendo gerente general del seleccionado canadiense y desafiándose personalmente para convertirse esta temporada en técnico de los poderosos Nets.

Un niño se lame las puntas de sus manos y respira.

Eleva su mecánica y anota.

Grita y festeja simulando que fue el tiro ganador del partido.

Es canadiense y sueña con ser Steve Nash.

Ahora todo es posible, la NBA está a la vuelta gracias a ese pequeño que le dio un cambio de tuerca. 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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