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El 22 de junio de 1994, los Knicks disputaron el séptimo partido, en el que el ganador se lo llevaba todo, por las Finales NBA frente a los Rockets. El escenario estaba preparado para un emocionante enfrentamiento con Houston. Sin embargo, cuando sonó la bocina final, los Rockets se impusieron por un escaso margen de 90-84. John Starks, el gran escolta anotador de los Knicks, jugó un papel importante en aquella derrota.

Aunque el partido fue muy disputado, los problemas de tiro de Stark se convirtieron en el punto central de la desgarradora derrota. En el 6º partido, los Knicks estuvieron a punto de ganar el título después de que Hakeem Olajuwon bloqueara parcialmente el tiro de Starks. Aunque brilló en ese juego, el siguiente fue una historia diferente. Starks tuvo una mala racha de tiro, con un abismal 2 de 18 en tiros de campo.

A falta de pocos segundos y con los Knicks perdiendo por dos puntos, Starks recibió un pase de Patrick Ewing. Starks se elevó para lanzar un triple que podría ganar el partido, pero el tiro se estrelló contra el aro, sellando el destino de los Knicks y dando a los Rockets el primer campeonato de la NBA de su historia.

Para John Starks, el séptimo partido de pesadilla se convirtió en un momento decisivo de su carrera. A pesar de su contribución general al éxito de los Knicks durante la temporada de 1994, sus problemas con el tiro en aquella fatídica noche eclipsaron sus logros. El tiro fallado por Starks se convirtió en un símbolo de lo que podría haber sido la oportunidad de conseguir un campeonato y grabar su nombre en los libros de la historia de Nueva York.