Michael Jordan fue el mejor jugador de la historia del básquetbol y su combustible estuvo siempre en su competitividad. No descansaba en su talento, trabajaba incansablemente para ser cada día y cada partido un poco mejor. Para esto, buceaba en sus puntos débiles para saber a dónde apuntar.
Tim Grover fue uno de los entrenadores que lo acompaño de forma personal en el trabajo durante muchas temporadas. El primer fruto fue derrotar a Detroit Pistons para comenzar a crear un dominio absoluto en la NBA. El método estaba en las estadísticas negativas de su juego.
"Los números que tienen los equipos al finalizar cada partido corresponden a los puntos, minutos, asistencias, rebotes, etc. Todos analizan eso, pero Jordan buscaba otra cosa y pidió especialmente que se hiciera una planilla con los tiros libres que fallaba, las faltas que cometía y las pérdidas, en fin, todos los puntos negativos de su juego", contó el propio Grover en diálogo con Chasing Excellence.
El entrenador comentó que le preguntó a Michael por qué quería esos números. "Me respondió: 'Se suponer que tengo que anotar, bajar rebotes y hacer mejores a mis compañeros. No quiero ser reconocido por las cosas que se supone que debo hacer. No me piden que no pierda pelotas o que no erre tiros libres. Trato de trabajar consistentemente en aquello que hago peor y de esa forma el resto de mi juego mejorará automáticamente".
Ahí estuvo una de las claves de Jordan para, pese a ser el mejor, no parar de progresar y hacer su mito cada vez más grande.