Un huracán llamado Ron Artest
21:00 25/08/2021 | Creció inmerso en las drogas y las peleas familiares. Su idioma era la violencia. Malice at the Palace lo marcó, la salud mental lo salvó. Su historia.
El final del partido estaba cerca. De un lado el ángel, del otro el demonio. No era la voz de la consciencia, sino un compañero. “Ya podés dar el golpe”, le dijo. Un toro y una bandera roja a la vista, empezó el caos.
La pelea finiquitó el ciclo de uno de los mejores equipos de la época, con complicidad de los fanáticos y las autoridades de la liga. Ron Artest nunca más fue el mismo, y algunos de los suyos tampoco.
La reacción del hombre de los mil nombres terminó siendo el botón de escape de una serie acciones que se fueron gestando como un edificio a lo largo de los años, desde que no logró entender ni comunicar su salud mental.
Para comprenderlo hay que volver a su infancia, esa que inició un 13 de noviembre de 1979 en Queensbridge, Nueva York. Nació en las calles asoladas por las drogas y la pobreza en las que cada día era una lucha por la supervivencia.
Sus padres peleaban física y verbalmente todo el tiempo, hasta que se separaron cuando él tenía solo ocho años. La violencia atrae a la violencia y Ron era suspendido regularmente en la escuela por meterse en peleas con sus compañeros. No conocía otra forma de comunicarse, quizás para él eso era amor.
El consenso general en el barrio en ese momento era que el único medio para tener una vida exitosa para los pibes era vender drogas o agarrar una pelota...
"Eran las drogas o los deportes", recordó en su momento el rapero Capone (un primo de Artest) en el documental de la vida de Ron, Quiet Storm.
"Crack o básquet". Artest sabía que el tráfico de drogas no era para él y en su primer y único negocio de drogas terminó con una huida antes de que pudiera calmar sus nervios y cobrar su plata. Entonces, eligió el deporte para evitar otras complicaciones.
Entre los problemas en las calles y en su casa, Ron finalmente empezó a hacer terapia a los 13 para controlar su ira, cuando ir al psicólogo en esa época era completamente distinto y quienes recurrían a esa disciplina lo realizaban en secreto para no ser considerados locos o erráticos.
Entonces nació un jugador de básquet.... Ron se enganchó con la naranja, jugando con su papá siempre que era posible y sorteando los obstáculos que presentaba el clima inclemente de la única forma que sabía, disfrutando a pesar de todo, pero con esa rabia interna que acumuló en su niñez.
Y no solo eso, en 1995 su hermana falleció y el enojo se acrecentó aún más. “Jugó hasta el día después del funeral, donde vio a su mamá poner una de sus placas de básquet en el ataúd de Quanisha, que vivió apenas 10 semanas. El niño siguió compitiendo en la escuela secundaria, dejando su sangre, dando codazos a los más grandes y golpeando sus pies solo para asustarlos”, contó el periodista de ESPN, Eric Adelson.
En ese torneo, el entrenador de St. John's de aquel momento, Fran Fraschilla, estaba presente. Vio a Ron empujar a su propio compañero de equipo y sintió su emoción completamente desnuda. "El mismo día el coach le sonrió al adolescente musculoso y pensó: ´Ese es él. Ese es el que quiero´", recordó Adelson.
El interés de Fraschilla por Ron era inevitable. Congenió al instante con Artest porque él también tenía mal genio y una conducta demostrativa que, en última instancia, pudo haberle costado su trabajo.
Al llegar a St. John's, Fraschilla convenció a Artest de ser el eje del éxito del equipo, de transformarse en alguien tan vital para la supervivencia del programa como el agua que todos toman diariamente.
Fraschilla sabía cómo manejar a esta clase de talentos y las pruebas mentales eran constantes. Todo el mundo le tenía miedo a Ron, pero él lo mandaba al segundo equipo solo para forjar su carácter, darle disciplina y que mantenga los pies en el suelo.
Artest se propuso convertirse en uno de los defensores más agresivos del básquet universitario, y lo consiguió. Terminó su carrera en la universidad con promedios de 13,1 puntos, 6,3 rebotes, 3,2 asistencias, 1,9 robos y 1,2 tapas por juego, y con el elenco manteniendo un récord de 50-19 durante ese tiempo.
Dos años después de su experiencia universitaria, Ron Artest dio el salto a la NBA. Su personalidad continuó igual, nada cambió. No mostraba emociones y quienes se cruzaban con él pensaban un par de veces antes de mirarlo a los ojos.
Después de ser ignorado por los Knicks, Artest fue seleccionado con el pick 16 del Draft de 1999 por los Bulls y, a pesar de estar casi en la quiebra, Ron les daba plata siempre a todos sus conocidos, se iba a jugar los barrios de Chicago para mantener su instinto agresivo y hasta aplicó para un trabajo en Chicagoland Circuit City con tal de tener descuentos de empleado.
Aunque su talento superó a sus problemas en los primeros años, fue traspasado a los Pacers en la mitad de la temporada 2001/02. Ahí, el director ejecutivo y presidente del equipo, Donnie Walsh, ayudó a orquestar una estrategia más eficiente para su conflictiva estrella defensiva.
“Me adelanté a mi tiempo. En ese entonces, los medios decían que estaba loco, que no me encontraba listo para jugar en ese nivel. Ahora ellos comentan algo distinto, explicando que hay que conseguirle ayuda a esa persona”, comentó Artest en una entrevista para The New York Post.
“Afortunadamente, Walsh también se adelantó a su tiempo. Ese hombre es asombroso. Me reunía con Donnie después de las prácticas y luego con el terapeuta. Él fue una parte importante de mi felicidad", agregó Ron explicando esa etapa que le permitió explotar gradualmente en la cancha en una de sus versiones más dominantes.
De apenas 10,9 puntos en la temporada 2001/02 a 15,5 en la siguiente, 18 en la 2002/03 y 24,6 en la 2004/05, justo cuando tras apenas siete encuentros llegó el hecho que lo cambiaría todo. Malice at the Palace, la pelea que marcó un antes y un después en su carrera y en la NBA.
El 19 de noviembre de 2004, Artest estuvo en el centro de un altercado entre jugadores y fanáticos durante un partido en el mítico Palace of Auburn Hills. La pelea involucró a Ron, Ben Wallace de los Pistons, los compañeros de equipo de Artest, Jermaine O'Neal y Stephen Jackson, varios otros basquetbolistas y espectadores, incluidos los hinchas de Detroit, John Green y A.J. Shackleford.
La lucha provocó que el cotejo se detuviera con menos de un minuto para el final. O'Neal, Jackson y Wallace fueron suspendidos indefinidamente el día después del partido y luego la NBA hizo lo propio con Artest, ¡pero por el resto de la temporada regular, más cualquier juego de playoffs!
Por este motivo, el exterior se perdió 86 partidos en total, lo que fue la suspensión más larga por un incidente en una cancha en la historia de la NBA.
Ya sea que estuviera en los Bulls, los Pacers, los Kings o los Rockets, Artest era una falta técnica andante. Las discusiones y las peleas lo siguieron en casi todos los encuentros y su pasado no dejaba de atormentarlo.
En este punto, Ron decidió dar la vuelta la página y dedicar su vida a la búsqueda de la paz interior. Pasó toda su vida en guerra consigo mismo y con su propia mente hasta que siguió con la terapia, buscó asesoramiento para la crianza de los hijos, el manejo de la ira y su matrimonio.
A su debido tiempo, y después de un sinfín de conflictos, comprendió que su lucha se debía a una depresión no resuelta y problemas de salud mental hereditarios.
Al entender finalmente lo que estaba pasando por su cabeza, Artest no solo pudo dar pasos hacia esa tranquilidad, sino que también se sintió inspirado a tomar medidas para ayudar a otros que luchan con lo mismo.
Con la esperanza de remodelar su vida y encontrar su identidad, Ron Artest se convirtió en Metta World Peace y su misión fue ayudar a difundir la paz en lo que respecta a la conciencia de la salud mental.
Fue campeón de la NBA con los Lakers, agradeció a su terapeuta tras el título y hasta subastó su anillo para donar a organizaciones benéficas dedicadas al tema los 670,000 dólares que recaudó.
Artest incluso se propuso reconciliarse con John Green, el mismo hombre que inició la pelea en Detroit. Arrojando luz sobre el personaje durante su documental mencionado anteriormente, Ron destacó que, al igual que él, el hincha estaba luchando contra sus propios demonios en 2004, siendo un alcohólico en recuperación que lidiaba con sus problemas familiares.
Su nombre actualmente mutó hacia Metta Sandiford-Artest, pero su búsqueda de la paz mundial continúa siendo su objetivo y su pasado debe ser asimilado antes de juzgarlo.
En su vida residen un par de enseñanzas. La salud mental importa y los infiernos internos por los que cada persona está pasando son imposibles de comprender por el resto de las personas, por lo que juzgar sin conocer al otro debería estar prohibido.
Por más como Ron, el que escuchó a su corazón.
Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14
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