NBA

La desconocida anécdota entre Carlos Delfino y Ben Wallace

19:07 07/03/2021 | Cuando jugaban en los Pistons siempre se reían al encontrarse, hasta que el imponente pivote preguntó algo en serio.

Wallace y Delfino

Temporada 2004/05. Los Pistons venían de coronarse en lo más alto de la NBA tras derrotar a los Lakers en las finales de la campaña pasada. Carlos Delfino era un desconocido chico que llegaba para quedarse, pero antes debía pasar por una serie de pruebas que lo harían aprender, crecer y madurar en el proceso. 

Ben Wallace, Chauncey Billups, Richard Hamilton, Rasheed Wallace, Tayshaun Prince... Ese quinteto era dominante y esos iban a ser los compañeros nuevos del argentino nacido y criado en Santa Fe. No era los Bad Boys, está claro. Tampoco eran ningunos niños imberbes, sino que venían de ser campeones y sabían qué hacer para ganar, con mano dura, compañerismo y solidaridad.

Según recordó el escolta campeón de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 en una entrevista para Enganche, le costó dominar su lenguaje corporal en sus primeros meses en la NBA. Además, un episodio con Ben Wallace, uno de los mejores pivotes defensores de la época, lo marcaría para siempre. 

La anécdota surgió cuando le preguntaron cuál fue el peor momento suyo en la liga: "El primer año. Llegar a Detroit, que era el campeón de la NBA y no dar pie con bola. No hablaba el idioma, no entendía lo que me decían. Un día Ben Wallace venía a hablar conmigo y yo, como no entendía, siempre me reía y lo abrazaba. Y esa vez me preguntó algo serio y yo “jajajaja”. Hasta que entendí que me estaba preguntando quién estaba ahí sentado, y era mi papá, que era muy joven en ese momento". 

Sufrió el idioma, tuvo que adaptarse y comprender de qué se trataba la cosa: "Sufrí el idioma hasta que entré y también la revalida de la que hablábamos antes. Me hizo pensar que había dado un paso más largo del que podía y me decía “Soy un negrito de Santa Fe que toma agua de la manguera y estoy en un lugar en el que parecía que no estaba”. Después me reubiqué y entendí qué debía hacer para quedarme".

Y de qué manera lo consiguió, manteniéndose en la NBA por ocho temporadas y vistiendo las pieles de los Pistons, los Bucks, los Raptors y los Rockets. A pesar de las lesiones, de los contratiempos y de los sufrimientos, el Lancha se hizo paso y con resiliencia estableció una productiva residencia. 

Jamás perdió su esencia, una explosiva efervescencia.   

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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