La historia de Christ Bonazebi, el congoleño que impresiona en la Liga
17:00 22/12/2021 | Amaba el fútbol. Un día lo cautivó el básquet. Llegó a España gracias a Ibaka, jugó en Estados Unidos contra Zion y Ayton, y aterrizó en Argentina.
En 1994 se produjo uno de los genocidios más implacables y menos conocidos por el mundo occidental. Sucedió en Ruanda. Fue un conflicto armado entre dos de las principales etnias del país (hutus y tutsis), duró 100 días y terminó con un saldo de entre 800,000 y 1,000,000 personas asesinadas.
Según algunos especialistas, como asegura la congoleña Soraya Souleymane (experta en minería y desarrollo) en una charla con el diario El País, “se podría decir que el conflicto de Ruanda se exportó al Congo”. Como una suerte de efecto mariposa, el acontecimiento se trasladó y el ejército ruandés (tutsi) “los siguió hasta acá dando inicio a los enfrentamientos con los hutus de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR)”.
Más de cinco millones de personas murieron en el este de la República Democrática del Congo desde 1996, de acuerdo a datos estimativos, ya que hay diferencias entre los números que difunde el gobierno y los de las agencias extranjeras.
No solo ese país lleva ese nombre. Tampoco es el único que sufrió pugnas de poder y situaciones bélicas. Mirando para el oeste se encuentra un lugar llamado República del Congo, una excolonia de Francia que obtuvo su independencia a mediados del siglo XX y pasó por una dura guerra civil entre junio de 1997 y diciembre de 1999 que terminó con la instalación de Dennis Sassou Nguesso en el poder, quien hasta el día de hoy mantiene su cargo.
Tres años después de ese hecho nació Christ Vainqueur Bonazebi, más precisamente un 18 de febrero de 2002. Su papá, Gilbert, y su hermano mayor, Beauchamp Fly, fueron jugadores de básquet. Sin embargo él tenía otros planes y se enamoró del fútbol rápidamente.
“¿Por qué no jugás al básquet? Sos muy alto”, le decían todos los que lo veían. Claro, su papá medía 2,00 metros y su mamá, Loukula Leonie, 1,90. La genética estaba a su favor y su hermano mayor constantemente trataba de contagiarle el amor por el básquet mostrándole cómo picar el balón y lanzar al aro.
Él seguía poco interesado.
Hasta que un día se fue a un club y decidió probar su propia suerte sin que la familia se enterara, especialmente su padre y su hermano. Todo cambió, para bien. Se convirtió en un adicto a la naranja y a principios de 2015 decidió que haría lo imposible para ser un basquetbolista profesional.
“En ese momento muchos jugadores estaban empezando a irse a Europa y Estados Unidos para competir profesionalmente y eso fue una forma de motivación para mí. Si ellos pueden salir, yo también, siempre y cuando entrene duro”, le contó Christ a Básquet Plus.
“¡Ibaka! ¡Ibaka! ¿Vos sos Serge Ibaka?”, le gritaron un día por la calle.
“¿Quién”, respondió él.
Nunca había escuchado hablar del máximo representante en la historia del básquet de su país. Tuvo que ir a preguntarle a Gilbert por su figura. “Sí, jugué con su padre cuando era joven, hace mucho tiempo. Ambos son del Congo”, le dijo su progenitor. Tener una figura de ese calibre a quien admirar fue un motor que se mantiene hasta el día de hoy para Christ y para todos los niños del país.
“Ibaka para mi carrera significa todo. Es la persona que más me ayudó y gracias a él estoy acá. Siempre que lo veo le agradezco por lo que hizo por mí. Utilizó su dinero para que yo salga adelante, su tiempo… Lo admiro mucho, es un ejemplo para mí. Un ídolo”, exclama mientras se le pone la piel de gallina.
Después de esa epifanía se inscribió en dos de los campus que Ibaka organiza todos los años en la zona y logró captar la atención del mismísimo jugador de los Clippers, así como también de otros basquetbolistas originarios del Congo como Christian Eyenga y algunos entrenadores españoles que estaban en búsqueda de talento.
“Al final de este campus iremos al otro Congo para participar de otros entrenamientos, van a ir vos y dos de tus amigos. Serge va a pagar todo”.
Tal fue la impresión positiva sobre Christ que el interior de los Clippers lo fichó oficialmente para la Serge Ibaka Dreams Academy, una rama de su fundación que busca “inspirar a los jóvenes a creer y luchar por sus sueños a través del deporte”.
El próximo desafío: Estados Unidos.
“Jugué en Las Vegas y Los Angeles por un par de semanas con muchos basquetbolistas que ahora están en la NBA como DeAndre Ayton (su equipo perdió en la final contra el del interno de los Suns), Zion Williamson, Lu Dort (compañero de Gabriel Deck en el Thunder), Hamidou Diallo y Jordan Nwora, que era mi compañero en el Team Africa”, recordó Bonazebi.
Esa exposición logró darle la chance de que desde España finalmente le ofrecieran una beca para estudiar y jugar al básquet. “Me rodeé de grandes personas, pero mi adaptación no fue fácil, especialmente con el idioma. Como estaba en Barcelona tenía que aprender español y catalán. Y el frío… Llegué en invierno y la pasé muy mal”, explicó el africano.
Ese mismo año (2018), después de un duro inicio, jugó para la selección catalana gracias a su buen rendimiento (todavía se acuerda de ese torneo en el que perdieron en las semifinales y tiene la camiseta del equipo y la medalla en su habitación como forma de motivación, ya que fue el día “más duro” de su vida) y todo el trabajo duro que había invertido en su carrera empezó a generar ganancias.
Ustedes se preguntarán cómo hizo para terminar en Corrientes, Argentina.
“Mi agencia, You First, empezó a buscar opciones donde yo pueda acabar mi formación y desarrollar mi baloncesto, que es lo que más deseo. Apareció Regatas y no dudé. Cada vez que llego a un lugar nuevo tengo muchas ganas, quiero estar acá, me encuentro muy feliz. Corrientes se parece a España por la gente y la playa. Soy un extranjero, pero por el idioma y la cultura me siento en casa. Es una ciudad muy tranquila, no hay problemas. Las únicas cosas que no me gustan, aunque ya me estoy adaptando, son el calor y los mosquitos”, dijo el pivote.
Christ Bonazebi tiene apenas 19 años, aunque su hoja de ruta diría que ya vivió más de cinco vidas. Adversidades, complicaciones, contratiempos… Nada puede con su deseo de querer ser mejor y de ganarse un lugar en el básquet profesional. Debutó con Regatas en la Liga Nacional frente a Hispano en la última fecha antes del receso y va por más.
Por sus siete hermanos, por sus padres, por Serge y por sus abuelos, por ser un ejemplo más para todos aquellos niños que piensan que a veces no hay salida. Por ser simplemente un soñador, por divertirse y jugar.
Y el básquet el camino, como siempre. Qué regalo divino.
Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14
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