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Kawhi Leonard es de esos jugadores que parecen maquinas extraídas de una película de ciencia ficción para acabar con todos los enemigos. Como una especie de Terminator listo para destrozar la NBA, sin que se le mueva un músculo de su rostro.

Por esa razón que la forma de ser del nacido en California y San Antonio encajaron a la perfección y mucho más si su entrenador es Gregg Popovich, quien ama preparar y trabajar jugadores desde la cero para insertarlos de lleno en la cultura Spurs.

Con Leonard está situación fue tal, desde el primer día cuando el entrenador le dio un espaldarazo gigante al canjearlo por una de por entonces su jóvenes figuras como George Hill. Aquel traspaso de San Antonio fue un tanto dudoso por la apuesta, pero al correr del tiempo fue un gran acierto, dado que Kawhi le dio a San Antonio otra punta de calidad al equipo y sobre todo mucha contundencia defensiva.

Popovich se obnubiló con el número 2 de principio a fin, le encantaba todo lo que hacía su dirigido, pero mucho más le gustaba lo sobrio que era para desenvolverse en la cancha, sin siquiera hacer un solo gesto, solamente pensando en ganar. “Recuerdo que se la robó a Curry, simplemente le quitó el balón, la volcó al otro lado y su expresión no cambió en absoluto. No levantó el puño ni se vio genial ante la multitud, ni hizo ninguna de esas estupideces que se hacen en los festejos. Simplemente se va al otro costado de la cancha a defender, como si estuviera muerto de aburrimiento y eso es realmente lo que me encanta de él”, admitió el coach de los Spurs.

Si hace cinco años atrás alguien decía que Leonard no iba a jugar más en San Antonio, lo iban a tildar de loco seguramente, puesto que no había mejor relación entre coach y jugador que la Kawhi y Pop. Sin embargo, una lesión, desconfianza y enojos los separó y hoy sin tanto rencor de por medio, se respetan y se extrañan, aunque esto último jamás lo dirán públicamente.