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El gimnasio hoy llamado Facundo Campazzo fue el puntapié inicial de esta historia familiar ligada al básquet y el romanticismo de otros tiempos con el club como cómplice del cuidado de los hijos con horas y horas de deportes dentro de una institución. Así fue la infancia de Manuel Buendía, con el básquet como mandato familiar y el Muni como respuesta a todo.

Con 17 años, secundario completo y una ilusión deportiva que no pudo ser lo llevó a aceptar una propuesta de expandir las fronteras más allá de Córdoba: "Jugué el último Final Four U17, quería salir campeón del asociativo pero no se pudo. Yo tenía en la cabeza que quería jugar al básquet y asì fue que en ese torneo vino un representante a ver y me ofreció  ir a una prueba en diciembre a Regatas de Corrientes. La decisión fue difícil pero era lo que quería y además me vino bien porque yo no quería jugar contra el Muni, contra mis amigos, así que tomé la determinación convencido"

A la etapa en Corrientes la precedió el aprender el deporte con el equipo y también con papá, Carlos. Según cuenta la leyenda y afirma el protagonista, era una base anotador que usaba parte de su tiempo en inculcarle a sus hijos Iván y Manu el amor por el entrenamiento y por mejorar: "Mi viejo nos llevaba tempranito a perfeccionar un poco el tiro, nos hacía hacer ejercicios para manejar la zurda porque nos decía que para jugar bien al básquet había que usar las dos manos y sin querer, sin darnos cuenta estábamos haciendo un trabajo extra con nuestro viejo, quien nos ha compartido su pasión por el básquet", recordó.

A los hermanos menores, generalmente cuando de deporte se trata siempre hay un hermano mayor que enciende la llama de una actividad y atrás van los otros continuando  el camino. Por eso que para Manu el primer referente dentro de una cancha fue nada más y nada menos que su hermano: "Mi hermano Iván, cuatro años más grande fue por así decir como mi primer ídolo. Jugaba lindo en la camada ahora muy conocida por haber jugado con el Facu (Campazzo). Se los veía bien, hacían muchas jugadas lindas, es más él también se iba a ir a Peñarol con Facu, pero por una lesión y por no querer dejar a los amigos no fue".

Regatas ya estaba instalado en la Liga Nacional y con la llegada de Nicolás Casalánguida se apuntaba a tener un equipo de vanguardia y pelear cosas importantes, imponiendo un desafío de alto rendimiento para el jovencito e inquieto Manu Buendía: "A Regatas llegué a final de la  temporada cuando estaban  Nico (De los Santos) y Javier (Martínez) como bases y como no estaba en la lista de buena fe solamente entrenaba. Al año siguiente fue el que salimos tricampeón y jugué un poco porque Nico Ferreyra estaba lesionado. Creo que hice un lindo papel y pude jugar partidos importantes".

Cuando todo parecía marchar sobre ruedas, con un equipo campeón y además participación dentro del equipo, Manu veía como su sueño de jugar Liga Nacional de manera estable se estaba consiguiendo, pero en el nivel profesional las decisiones no siempre son a favor del protagonista o las esperadas, por eso que para el arranque de la nueva campaña el entrenador optó por traer otro base como suplente y continuar con Buendía como tercer base.

"Me sentía apto para la Liga y como no tuve la oportunidad de seguir como segundo base ante la llegada de otro jugador, decidí buscar otro rumbo y ahí fue que se dio mi salida a préstamo a Estudiantes de Olavarría. Ese período me lo tomé de menor a mayor. Me fui de Regatas a Estudiantes sabiendo que por algo fue y algo tenía que mejorar para estar mucho mejor si quería jugar la liga, lo tomé así. Me tocó bajar al TNA en mi último año de juvenil, jugué regular, ni tan bien ni tan mal. Después pasé a Petrolero y hubo un momento donde casi me cortan, pero terminé jugando los últimos cuatro partidos antes del receso de navidad, lo hice bien y por decisión del técnico me termine quedando”, recordó el cordobés y sobre como tuvo que lidiar con sus primeras experiencias fuera de Regatas.

El punto de inflexión de Petrolero lo marcó para bien y muestra que un sacudón a tiempo es necesario para saber cuales son las cosas con las que uno cuenta y que si no hay esfuerzo la recompensa generalmente no llega: “La situación de haber estado casi cortado me abrió los ojos y a partir de ahí fue todo en ascenso, empecé a jugar mucho mejor y deportivamente me sirvió mucho para seguir trabajando. Entendí que gratis nada me va a venir y fue como el último golpe para levantarme”.

La vida lo siguió poniendo por fuera de la Liga Nacional, su máxima aspiración en ese momento y por eso que llegó otra chance en la Liga Argentina, esta vez en La Unión de Colón. Si hay algo que caracteriza a Manu es su desfachatez y carisma para ser tan natural dentro y fuera de la cancha, por eso que en Colón también tiene lindos recuerdos: “En La Unión de Colón conocí otra gente y también me di cuenta que una de las cosas más lindas y que rescato de viajar tanto es conocer buena gente, hacer amigos en todos los lugares donde jugué. La verdad que eso llena mucho el alma y disfrute en cada lugar en cual me tocó jugar”.

Tras la experiencia en Colón con un equipo al que no le fue del todo bien en esa temporada, pero si a Buendía para posicionarse como jugador, llegó un llamado que lo tomó por sorpresa: “Cuando me llamó Villagrán estaba con un amigo de vacaciones y me sorprendió. Ahí nomás me ofreció directamente ir a jugar la liga con Gimnasia de Comodoro y ni lo dudé, era un lindo desafío y estaba bueno para mí volver a la élite”

Las historias y las contrataciones hoy en día se dan en base a meta data, estadísticas que pueden definir de pies a cabeza a un jugador y cada vez menos de las otras, por recomendación. En el caso de la llegada del surgido del Municipal de Córdoba al sur fue por un jugador: “En el segundo año que estuve en Comodoro, Martín (Villagrán) me contó que cuando me llamó para venir se dio por un comentario que le hizo Diego (Romero) por un Súper 20 que había jugado en Regatas y se acordó de mí”

Las vueltas de la vida lo tiene a Manuel Buendía disputando una semifinal de la Liga Nacional en un equipo grande como Boca Juniors y a pesar de ser un jugador de reserva, la personalidad que muestra cada vez que salta a la cancha lo pone como un jugador muy preponderante en la rotación del elenco de Gonzalo García.

“En Boca estoy cien puntos, no me puedo quejar. El premio al mejor sexto hombre es un mimo al esfuerzo que se hace día a día, pero es un premio grupal que sin la ayuda de mis compañeros no lo podría haber obtenido, ellos me ayudan a mejorar. El reconocimiento fue algo muy lindo y que también puso contenta a la familia y eso es algo que valoro mucho”.

Subiendo escalones, así va Manuel Buendía, primero dejó el Muni para un desafío de Liga Nacional con Regatas, luego retrocedió por cuestiones tácticas y la fortaleza mental para confiar en si mismo lo tiene de nuevo en los primeros planos del básquet argentino, pero aún queda un salto, ser titular en un equipo. “Me encantaría ser titular, no me siento menos que nadie nunca, no solamente acá en Boca sino también cuando estuve en Gimnasia. Mi forma de ser es la de no tener miedo a nada y obviamente después depende del entrenador que confíe en mí, la oferta vendrá cuando tenga que venir, por lo pronto me preparo para cuando llegue la chance y hoy estoy feliz en Boca”

Con un horizonte claro y una forma de ser que lo hace entre relajado y distendid, demostró que sabe usar ese desparpajo para darle al equipo lo que necesita en el momento que lo requiera. Manuel Buendía volvió a la élite del básquet argentino y a base de rendimientos sólidos manda un mensaje al resto de los equipos de que acá hay mucho más que un armador revulsivo, hay un organizador listo para el siguiente paso.