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El Intuit Dome, el nuevo estadio de los Clippers, ya dejó de ser una simple obra arquitectónica para convertirse en un factor determinante en los partidos. Su tribuna más llamativa, The Wall, cuenta con 51 filas ininterrumpidas detrás de uno de los aros, ocupadas exclusivamente por fanáticos fervorosos que no dejan de alentar.

Inspirada en el ambiente de fútbol europeo, Steve Ballmer, dueño del equipo, buscó replicar la atmósfera intimidante del Muro amarillo del Borussia Dortmund, pero adaptada al ADN del básquetbol. Este espacio, además de presionar al equipo rival con ruido constante, ha comenzado a influir directamente en las estadísticas.

Los números respaldan el impacto de The Wall sobre los rivales. En 17 partidos jugados en casa, los equipos que tiraron frente a esta tribuna han registrado apenas un 72.3% en tiros libres, lo que equivaldría al peor porcentaje de toda la NBA si fuera un equipo. En triples, la efectividad es apenas del 33.3%, situándolos entre los cinco peores.

La presión quedó demostrada en el debut del estadio, cuando Kevin Durant, con un porcentaje histórico de 88.4% en libres, falló dos lanzamientos consecutivos en el último cuarto. Además, la estrategia psicológica se evidencia en que solo en cinco partidos los rivales eligieron tirar contra The Wall en la segunda mitad, evitando así el impacto en momentos decisivos del juego.

En un Oeste hipercompetitivo, donde las ausencias de Kawhi Leonard y las dudas sobre el encaje de James Harden habían generado interrogantes, los Clippers han logrado mantenerse en zona de play-in. Lógicamente, La Barba en un gran nivel y despuntes de nombres como Norman Powell e Ivica Zubac han tenido impacto, pero también hay que hablar de los resultados de un estadio que costó 2 mil millones de dólares.