Kenny Anderson y su carrera como entrenador que casi termina en lo peor
08:46 09/10/2024 | Hoy está cumpliendo 54 años y recordamos el día en el que sufrió un derrame cerebral que estuvo cerca de llevarlo a la muerte. Venía de meses muy estresantes por su nueva profesión.
El devenir de los jugadores de la NBA tras el retiro puede ir en cualquier dirección. Están aquellos que son inquietos y buscan invertir su ganancia; otros se vuelcan al periodismo, algunos optan por ser entrenadores y otros, simplemente, se dedican a gastar lo que ganaron, casi despilfarrando.
En el caso de Kenny Anderson, tras unos largos años de estar en otros menesteres, intentar meterse en el mundo táctico y ser coach fue su elección. Catorce años de carrera y haber sido un gran base lo avalaban para intentarlo; entonces optó por arrancar, pero desde abajo, con los jóvenes en el baloncesto universitario.
La Universidad NAIA Fisk en Nashville confió en él para el puesto de entrenador jefe. "Sabía que la escuela necesitaba algo de trabajo en el programa deportivo. Por eso pensé en mi entrenador de secundaria, Jack Curran, y me inspiró a querer empezar desde abajo y darle a los jóvenes del equipo algo a lo que aspirar".
Pero, claro, estar al frente de un plantel, querer volcar tus conocimientos desde la óptica del entrenador y no de cómo lo haría uno habiendo sido un gran jugador no es algo fácil de realizar o de sacarse de encima en la carrera desde la banca. "Estuve estresado, sin comer bien. Los chicos no se lo estaban tomando muy en serio y me di cuenta de que eso era mucho estrés para mí", contó a Slam Online.
Aquella primera experiencia no fue buena en cuanto a resultados, ganando solo ocho partidos y perdiendo 17. Eso afectó su salud; todo tomó otro color y, mientras descansaba en la off-season, en su casa en Florida, sufrió un derrame cerebral que puso su vida en jaque. Aquel ataque le ocurrió mientras pasaba un rato de tranquilidad junto a su hija, Tiana, y su perro, Kaleb. Vivió un instante de zozobra del cual se pudo recuperar y no fue más que un gran susto.
Hoy continúa intentando con su vida como entrenador y ya está confirmado para la próxima temporada al frente de Fisk. Su recuperación fue rápida, acorde a su pasado como deportista de alto rendimiento, aunque tiene algunas pequeñas cuestiones neurocognitivas que no se restablecieron del todo.
"No tengo limitaciones físicas, pero mi memoria no es tan buena ahora", expuso Kenny.
Al límite se vive como entrenador de baloncesto, una carrera que demanda mucha pasión y corazón, pero que debe tener el cuidado necesario para que cada persona que ocupe ese cargo tenga chequeos periódicos que indiquen un buen estado de salud. El estrés en esa tarea es considerable, y sin salud no hay pasión que valga la pena.
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