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Generación Dorada

Hugo Sconochini y la capitanía de la Selección, un protocolo perfecto

12:00 31/01/2025 | El cañadense comandó varias de las hazañas de la Generación Dorada, pero el rol nunca le pareció tan prioritaria. Una orquesta que no necesitaba ninguna batuta.

Sconochini, el elegido de Magnano (Getty)

Hugo Sconochini vivió una historia particular con la Selección Argentina. Su debut llegó tarde, a los 27 años, pero rápidamente se convirtió en una pieza clave del equipo que revolucionó el básquet mundial. Designado capitán por Rubén Magnano tras su regreso en 2001, llevó la cinta en el Premundial, el inolvidable Mundial 2002 y los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Sin embargo, nunca sintió que la banda en su brazo le apretara de más dentro de un equipo que, según él, funcionaba de manera perfecta. “No, el capitán es necesario cuando tenés 10 compañeros que están todos locos, que no tienen idea qué dirección agarrar, cada uno piensa por su lado. Este equipo era un relojito, era perfecto, nunca una coma fuera de lugar”, recordó en diálogo con Básquet Plus.

El santafesino dejó la Selección tras Indianápolis, convencido de que su tiempo había pasado y que era momento de dar paso al recambio. Pero Magnano tenía otra visión. Argentina lo necesitó en el camino a Atenas 2004, y luego del Preolímpico lo convocaron para su última función. “Me llamaron y me hicieron sentir que era como ser parte de nuevo de esa banda, como un último show que te dicen ‘tocamos en Woodstock y después hacé lo que quieras’”, expresó. Su regreso no fue sencillo: sufrió una lesión de rodilla en la preparación y un golpe en el hombro durante el torneo, lo que limitó su rendimiento en números (2.5 puntos y 1.5 asistencias por partido), pero no su influencia en el grupo.

A pesar de las dificultades físicas, Sconochini cumplió un rol esencial en la estructura del equipo. Su experiencia fue clave en momentos de tensión y supo acompañar el liderazgo natural de figuras como Ginóbili y Oberto. “Cuando me dicen capitán, es un rol necesario porque tiene que haber uno, pero nunca necesitó una guía”, sentenció. Su legado no se mide en estadísticas, sino en la mentalidad con la que afrontó cada desafío, cerrando su historia en la Selección con la medalla dorada en Atenas 2004, el broche perfecto para un líder que entendió que, en esa orquesta, no hacía falta batuta.

Pablo Catalá / [email protected] 
En X@basquetplus

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