Especial

La historia de cómo León Najnudel descubrió al Chapu Nocioni

15:06 14/07/2021 | En el día del que hubiera sido su cumpleaños número 80, recordamos una de las tantas fantásticas anécdotas del gran León.

Nocioni en 1996, cuando Najnudel lo llevó a Racing (Fotos Marcelo Figueras)

Esta historia es parte del libro "El Chapu, memorias de un guerrero".
 

A los pocos meses de su llegada a Santo Tomé, donde integró el plantel de primera que ganó el torneo local, ocurriría el día D en la carrera de Chapu. Corría ya agosto, los primeros días. Gabriel Darrás, exjugador de la selección argentina, estaba en Buenos Aires y fue a tomar un café al bar El Dandy, famoso porque allí se había gestado la Liga Nacional Argentina, a partir de que su creador, León Najnudel, vivía enfrente. Y seguía siendo el sitio donde Najnudel, entrenador, pasaba sus tardes, siempre con amigos hablando de básquet. Darrás (santafesino), se encontró con Najnudel. “¿Gaby, que jugadores jóvenes están surgiendo en Santa Fe?”, preguntó León. “Mirá, en Unión de Santo Tomé están jugando con muchos pibes muy jóvenes y me comentaron que hay uno que se destaca, Nochino, Nichino, algo así se llama”, respondió Darrás. 
 
Al día siguiente, Pilo estaba tranquilo en su casa de Gálvez, tomando unos mates, cuando sonó el teléfono. Atendió Ángela, que estaba planchando, y le pasó a Pilo. “Es un cordobés que quiere hablar con vos”. Era Enrique Tolcachier, el histórico asistente de Najnudel. “Hola señor, ¿cómo le va? Le paso con León Najnudel, que quiere hablar con usted”. Un amigo odontólogo que tenía en Santo Tomé le había conseguido el teléfono de la familia del joven buscado. Pedro pensó que era una broma. “Mire, sabemos que usted tiene dos hijos que juegan al básquet y yo estoy interesado por el menor. Tengo buenas referencias, pero me gustaría verlo en acción. ¿Cuándo lo puedo ir a ver?”. Pilo seguía sin tomárselo demasiado en serio, porque Najnudel era una leyenda en la Argentina. Pidió una hora para averiguar cuándo era el próximo partido de Chapu. Llamó a la secretaría del club y ahí le dijeron. A la hora, Najnudel volvió a llamar. Había día y hora del partido. Sábado siguiente, a las 18, en Santo Tomé. “Allí estaré”, dijo León. Pilo lo conocía solo por fotos, pero le aseguró que cuando lo viera entrar se daría cuenta que era él. 
 
El 5 de agosto de 1995 era un sábado del duro y frío invierno en Santo Tomé. Ese día, en cancha de Unión, se enfrentaba el local contra Rivadavia de Santa Fe en la categoría juveniles de la Liga Santafesina, a las 6 de la tarde. El partido finalmente se retrasó y arrancó 6:40. En Unión jugaba Chapu. Pilo fue con Ángela y con Pablo, que eran los dos únicos que sabían que iría Najnudel, pero con expresas órdenes de no decirle nada a Andrés. “Pablo era medio bocón, por eso las indicaciones”, recuerda Pilo. 
 
Un rato antes del comienzo del partido, León llegó al estadio con su esposa Mónica y su pequeña hija Corina, de 2 años y medio. Como nadie obviamente podía pensar que era él, le cobraron la entrada y pasó. Allí se encontró con Carlos Delfino padre, a quien conocía de su participación en la Liga para Echagüe. Delfino estaba porque en Unión jugaba su sobrino, Facundo Rodríguez. Lo acompañaba su hijo mayor, Carlitos, de 12 años, que asomaba como un pichón de crack. “Me acuerdo de ese día -dice Carlitos-. Yo lo conocía porque también jugaba en Unión y, aunque era mini, me quedaba a ver los entrenamientos de los más grandes. Chapu era blanco teta y siempre llevaba una camiseta que decía que era la más linda. Ya era trabadito”. 
 
Los jugadores hacían los primeros movimientos en el primer piso del club, con Gachi. “Elongábamos, hacíamos la primera entrada en calor. Todas cosas que jamás había hecho en mi vida”. Desde ese primer piso, Gachi miró hacia las plateas y comentó: “Che, ese que está ahí me parece que es León Najnudel”. Andrés sabía quién era León, pero no tanto como para reconocerlo fácilmente. Entre los chicos se generó un murmullo, pero Chapu no le dio mayor importancia. De hecho, nunca lo vio una vez que estuvo en la cancha. 
 
León se había sentado al lado de Pilo, que fue a su encuentro apenas lo vio, en las viejas butacas de cine que hacían de plateas, a la altura del medio de la cancha. Se sacó los anteojos que llevaba y se puso a mirar atentamente el calentamiento de Chapu, una vez que bajaron al campo. Andrés tenía la camiseta número 15 y hacía lo de siempre: corría, saltaba y la volcaba con violencia en cada entrada. Cuando Pilo le quiso indicar a León cuál era su hijo, León lo cortó: “Sí, ya me dí cuenta cuál es”. A los 3 minutos de empezado el juego, Najnudel se levantó, saludó a Pedro y le dijo: “Ya ví todo lo que tenía que ver. Me voy a comer pescado al Quincho de Chiquito”. El Quincho de Chiquito era el restaurante más famoso de la zona, donde solía cenar Carlos Monzón, el boxeador más exitoso de la historia argentina, campeón del mundo con 15 defensas de su corona, retirado en la cima. Pilo y Ángela no entendían nada. “Pero León, ¿se hizo más de 400 kilómetros y lo va a ver nada más que cinco minutos?”, dijo Pilo. “No se preocupe, es suficiente, lo van a llamar en los próximos días para que Andrés vaya al campus de Racing en Buenos Aires”, dijo León, y se fue. 
 
Cuando terminó el partido (que ganó Rivadavia 81-66, pese a los 15 puntos de Chapu), y todos se habían enterado de su presencia, incluido Chapu, Andrés encaró a Pilo y le dijo “¿viste que estaba León Najnudel, a quién habrá venido a ver? Seguro que a Mauro”. Mauro era Rotschy. “No, te vino a ver a vos”, le dijo Pedro a su hijo. Chapu se quedó sorprendido. “¿A mí?” “Sí, y me dijo que te quiere llevar a Racing”, agregó el padre, pero para no acelerar muy rápido, siguió, “pero tenemos que ver, porque está el tema de la escuela”. Ángela, que estaba al lado, jugó para Andrés: “Pero qué escuela, en Buenos Aires tiene que haber escuelas también”. “Mi viejo siempre estuvo convencido de que yo tenía que terminar la secundaria, por eso cuando después abandoné en quinto año fue el peor palo que pude pegarle”. Pilo y Ángela se volvieron a Gálvez y Andrés siguió con su vida en Santo Tomé.
 
A los pocos días, Aldo San Martín, directivo de Racing Club en ese entonces, llamó a Pilo y le confirmó la propuesta para que Andrés se sumara al campus de Racing, con la chance de llevar un acompañante. Pilo le preguntó si podía ir con su hermano Pablo, y no hubo problemas. 
 
El día indicado, un viernes, los llevó a la terminal de Rosario en su Renault 12 y los mandó a Buenos Aires en colectivo, donde representantes de Racing los iban a ir a buscar. Y así fue. “Nos fue a buscar Teo Fidalgo y nos llevó a un hotel del gremio de los docentes que había en el barrio de Once. Después apareció San Martín y León, que quería verme enseguida. Él siempre se quedó cerca de mí. Me presentaba a todos y les decía, ‘este es Nocioni, va a ser bueno’”. Pablo participó de esos entrenamientos, en donde estaba el plantel de Liga más unos pocos invitados, además de los Nocioni: “En un momento encara al aro y se la vuelca en la cara a Fabián Tourn, y se la grita. Tourn, en la siguiente, se la devuelve y le dice ‘pendejo, la próxima vez que me faltes el respeto te la doy’. Yo pensé que se iba a quedar piola, pero a la próxima Chapu fue y se la volcó de nuevo. Era muy caradura”. 
 
Pilo los recogería en Buenos Aires el domingo. No le gustaba mucho manejar en la Capital, pero siendo domingo era un poco menos complicado. Se presentó directamente en la sede de Mitre, que tenía en el fondo una canchita de básquet, donde se hizo el campus. Apenas llegó, León se le arrimó y le dijo: “Le tengo que ser sincero Pedro. Estoy un poco sorprendido con Andrés. Lo quiero sí o sí para este año porque creo que me puede dar satisfacciones”. 
 
El ojo de Najnudel había funcionado a pleno, como cuando años antes un gordito le había llamado la atención en los picados callejeros de Cañada de Gómez. Se llamaba Hugo Sconochini. 
Fuente: 
El Chapu, memorias de un guerrero

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