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Corría enero de 1994 y Argentina se vestía de gala para recibir al épico Magic Johnson, quien en ese momento estaba considerado el mejor base del mundo. Su llegada era parte de una gira por el país que incluyó cuatro partidos amistosos. Uno en Córdoba, otro en Rosario, luego en Buenos Aires y finalmente en Bahía Blanca. Tres años antes, el armador había sido diagnosticado con el virus del VIH y dos años antes había sido uno de los jugadores más importantes del seleccionado de Estados Unidos que consiguió el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. 

Junto a Magic llegaron otros jugadores con pasado en la NBA como Reggie Theus, Earl Cureton y John Long. La primera parada del tour fue el 10 de enero en Córdoba, en el Polideportivo Carlos Cerutti. El equipo de fantasía de Estados Unidos se enfrentó a un conjunto conformado por las máximas estrellas de Argentina, entre los que se encontraban Marcelo Milanesio, Hernán Montenegro, Juan Espil, Diego Osella y Fabricio Oberto, entre otros. 

Magic se mostró distendido, pero en ningún momento dejó de competir. Con su holgada remera blanca debajo de su camiseta y con una sonrisa que iluminó la jornada cordobesa, Johnson deslumbró y regaló acciones de todo tipo ante el público que lo observaba con atención. Finalmente, se sacó fotos con todos y hasta tuvo el gesto de regalarle la camiseta con la que jugó aquel día a Marcelo Milanesio. De un base a otro base, como dictan las reglas. 

La gira siguió en Rosario, en donde se cruzó con Diego Maradona. Después estuvo en Buenos Aires y finalmente en Bahía Blanca. En total, Magic estuvo siete días en Argentina y, más allá del básquet, dejó una huella de alegría, diversión y carisma. Tal fue su relevancia que las anécdotas, recuerdos e historias de su visita se recuerdan con cariño hasta el día de hoy. Se vio a la persona detrás del personaje, al hombre detrás de la risa. Descubrieron que no había más que eso. También que no necesitaba más que eso. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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