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Existen varias maneras de lograr un objetivo, pero definitivamente el proyecto de San Martín para llegar a cumplir los suyos es como mínimo inusual en el marco de nuestra Liga Nacional, ya que en las últimas dos temporadas apostaron a mantener la misma base de jugadores, sin importar los vaivenes de los resultados. Sin ir más lejos, solamente hubo dos cambios en el plantel entre la temporada 2016/17 y la actual (Treise por Cantero y Keenan por Tintorelli) y no hubo cortes de extranjeros en ninguno de los dos cursos. A su vez, en esta temporada 2017/18 solo hubo un cambio temporada (Hicks por Mainoldi) y también fue positivo.

Todas estas decisiones fueron erigiendo una estructura sólida en el equipo correntino, con la que le sacaron ventaja a la mayoría de los equipos de nuestra Liga: al mantener también al entrenador, la idea estuvo mucho más solidificada y expresada en la cancha, así como el entendimiento de los roles que Sebastián González pretendió para cada uno de ellos. La buena química generó fluidez de juego y en el compromiso, tanto para defender como para atacar, y el resto ya es historia.

Arrancaron el año ganando el Súper 20. Pero sostuvieron el buen nivel, pese al mal paso en la Liga Sudamericana: culminaron la temporada regular en la segunda ubicación de la tabla de posiciones, gracias a un récord 29-9. En las primeras series de playoffs no encontraron su mejor funcionamiento, pero en ese momento fue donde relució la mentalidad y la gran estirpe ganadora de este plantel; sacaron adelante series muy parejas ante Boca (3-2) y Gimnasia (3-2), mientras que en las semifinales fueron superiores a Atenas y lo barrieron 3-0. En la gran final sucumbieron ante San Lorenzo, pero igualmente dejaron un papel dignísimo y de yapa se aseguraron un lugar en la próxima edición de la Liga de las Américas.

Este equipo que logró conformar, o mejor dicho mantener, Sebastián González tuvo una enorme cantidad de virtudes. Sin embargo, la primera y a partir de la cual floreció todo lo demás, tuvo que ver con la cantidad y calidad de la rotación del plantel, que además tenía el libreto en la cabeza y un referente como Matías Lescano. La incorporación de Justin Keenan sin dudas le dió un salto de calidad a San Martín, ya que con sus recursos y oficio abajo del aro se convirtió en un tipo dominante en los tables y también en un anotador amenazador (16 puntos y 4.7 rebotes), facetas que lo transformaron en el mejor sexto hombre de la temporada.

Otro de los dueños de la pintura a lo largo del año correntino fue Jeremiah Wood (6.9 rebotes), que también contó con la ayuda de un Leonardo Mainoldi (12.4 puntos y 6.5 rebotes) que cumplió la doble función y permitió abrir la cancha y ser un poco el equilibrio del equipo, junto con Fede Aguerre. En el perímetro tuvieron los motores que transformaron a San Martín en uno de los mejores equipos en cuanto a la velocidad de ejecución y el contragolpe, como lo fueron Lucas Faggiano, Jonatan Treise y Reynaldo García.