Especiales

De jugar en infantiles B a la NCAA, la fascinante historia de Ramiro Santiago

19:08 19/04/2021 | Un local de zapatillas y un contacto fueron la puerta de salida. Se formó en un junior college y luego consiguió una beca completa. Hoy la rompe.

Santiago en Harding (Foto: Harding)

"Cuando tenía 15 años jugaba en infantiles B y ahora estoy acá. Es un proceso largo, tenés que seguir metiéndole para adelante. Con esfuerzo todo es posible, no tengo dudas, para nada".

Una frase que repite Ramiro Santiago al cerrar la charla. Un pensamiento que forma parte de su razonamiento y de su personalidad, esa que es pura humildad. Porque eso es el bahiense y así llegó a Estados Unidos sin pedir permiso, con ayuda de los suyos y orgullo propio. 

Harding University lo reclutó esta temporada y en Searcy, Arkansas, dijo presente a base de puntos, trabajo duro y empeño. Desde que empezó con esto de la naranja soñaba con irse a Estados Unidos. Un local de zapatillas le ofreció la oportunidad y el bahiense la atrapó sin dudar. 

"Mi papá tiene un local de calzados de básquet e Iván Maggi, que trabaja acá para la NBA, era quien realizaba las importaciones. Él tenía un conocido que había estudiado con él en Estados Unidos y se dedica a traer jugadores argentinos a competir en el país. Desde ese momento ni titubeamos", confiesa el bahiense en una nota especial para Básquet Plus.

Aprendió desde pequeño el idioma para que no fuera su muro de Berlín y un examen lo puso enfrente a su destrozada utopía. "Tuve que rendir en Buenos Aires, me preparé con una profesora particular por cuatro meses ni bien decidí que iba a venir a Estados Unidos. Pero hacerlo en teoría es una cosa, la práctica otra. Eso me costó bastante al arriba al lugar. Por suerte tuve un amigo, llamado Julián Santamaría, que me ayudó muchísimo. Él también es argentino, de Mar del Plata", agrega Santiago, siempre agradecido por quienes lo asistieron al llegar. 

No fue Harding el primer colegio al que asistió, sino Seward County Saints de la NCAA junior, donde decidió estudiar Administración de Empresas: "Los primeros tres meses fueron los más complicados. El técnico me recomendó que tome clases básicas con profesores bilingües por si no entendía algunas cosas. Además, el entrenador era bastante bravo, nos sacaba, nos gritaba. A Julián le preguntaba cada dos por tres qué teníamos que hacer, cuáles eran las jugadas porque no entendía".

Verde en la cancha, tuvo que adaptar su físico, defender mejor ("no defendía a nadie"), sobrevivir y disipar sus falencias. Le hicieron correrse al puesto de uno, a pesar de que su posición siempre fue la de escolta, le dieron un libro de jugadas y necesitó aprender sobre la marcha. 

¿Cómo encontró la forma de memorizar cada situación? "Estudiándolas en papel es más difícil, pero igual lo hacía. Además, tenía amigos latinos que hacían otros deportes y les pedía ayuda. Los colocaba a todos en la cancha, hacíamos los movimientos y las aprendía gracias a eso".

No solo eso. Al volver a su país natal se entrenó sin descanso ni vacaciones, buscando desarrollar todas sus facetas físicas y ofensivas. Así fue que el segundo año todo fue de bien a muy bien, de correcto a excelente. Se puso de novio con una chica de Brasil que jugaba al vóley en la universidad (Laura De Para), logró al final de la temporada una beca deportiva completa para llegar a la División II de la NCAA y la situación fue otro anhelo concretado. 

"El técnico me llamó por teléfono y me ofreció jugar para Harding. Me pareció una locura, pero ni lo dudé. Académicamente es una escuela con un nivel espectacular, de las mejores en cuanto a la orientación de negocios. Está todo organizado, te dan horas de estudio, otras de entrenamiento y demás. Son un reloj suizo", confiesa. 

Aventuras nuevas, con planetas desconocidos, pero un rumbo preferido. "Quiero recibirme, terminar acá, es lo que le prometí a mi abuelo", esboza emocionado, como parte de un pacto simbólico hacia el Negro Rafael Emilio Santiago, la leyenda del periodismo basquetbolístico argentino, recientemente fallecido por un paro cardíaco. 

"Una vez que finalice la carrera espero que algún equipo me pueda venir a buscar. Quiero jugar al básquet por el resto de mi vida. Pero una nunca sabe, nadie tiene nada garantizado y un título es siempre un respaldo". Claridad, como en la cancha, así finiquita la idea de su futuro el bahiense. 

El técnico le dio toda la confianza y le dijo que quería que sea uno de los líderes del equipo. Sus promedios lo avalaron y en la temporada 2020/21 tuvo medias de 15,8 puntos, 3,8 rebotes y 2,2 asistencias en 15 partidos disputados. 

De hecho, en un choque ante Arkansas University se fue hasta los 35 puntos en un encuentro que fue derrota para Harding en doble suplementario 104-109: "Esa noche es inolvidable. El mejor partido que jugué en los tres años en Estados Unidos. El primer tiempo no jugué bien, pero luego cambié el chip mental y todo salió de la manera ideal".

Entre trayectos en los autos de sus compañeros para tomar las clases en una universidad gigantesca y una rutina que consiste en solo estudiar y hacer básquet, allí va Ramiro Santiago. 

Por su abuelo, su fantasía, la ilusión y su propia determinación, la historia de un corazón que vive de la razón. 

Entrenar, entrenar, entrenar, nunca frenar. Para el éxito no existe otro lugar que el siempre practicar. 

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

Compartir