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Liga Nacional

Nahuel Calvo, el que las vivió todas con su amado Peñarol

18:37 08/04/2024 | El base debutó con 16 años en el club de sus amores y terminó siendo pieza clave para que el Milrayitas lograra la permanencia hace 20 años en una temporada llena de contratiempos.

Nahuel Calvo, el hincha que saltó a la cancha para salvar a Peñarol (Peñarol)

La Liga Nacional está repleta de historias que reflejan el sentido de pertenencia de los jóvenes para con sus clubes. Pero pocos tuvieron que tomar la responsabilidad de guiar a la que consideran su segunda casa en la lucha por evitar el descenso. Y esa historia corresponde a Nahuel Calvo y Peñarol de Mar del Plata.

La historia de este base es la de amor por su club, haciéndose cargo de la responsabilidad de liderar en la 2003/04, cuando los marplatenses sufrían desde lo económico y lo deportivo. En todo ese contexto, un joven de 17 años debió tomar la responsabilidad y ayudar a zafar del descenso de categoría.

“Cuando era chico limpiaba el piso en los partidos de Liga, después estuve en la popular, después al codo y de ahí a la cancha a jugar. Fue un traspaso de lugares que me hicieron vivir mucho en cada uno, tuve la suerte de disfrutar a Peñarol desde todos lados. Es una vida de amor al club” contó, como para dimensionar lo que es en su vida.

Un debut inesperado

Y su debut fue directamente como titular en la 2002/03, en el debut del Milrayitas en la temporada ante Estudiantes de Bahía Blanca con solo 16 años. “No me esperaba formar parte del primer equipo, yo venía jugando en cadetes (actual U17), era muy chico, y la verdad que uno siempre sueña, pero lo ve lejos. No todos los clubes dan la posibilidad de formar parte del plantel de primera y segundo de tener minutos”.

De repente, de estar en inferiores pasó a jugar con sus grandes ídolos: “Tuve la suerte de jugar con ídolos de toda mi vida como Locatelli, Tato (Rodríguez), jugadores que me enseñaron un montón, así que pasar de jugar con mis compañeros de cadetes a jugar con tipos de trayectoria e ídolos, fue algo increíble. El equipo esa temporada estaba bien armado, mucho mejor que la segunda temporada que jugué, y gracias a mis compañeros que me dieron una mano pude adaptarme al juego de Liga Nacional”.

Y la noche frente a los bahienses fue completamente inesperada. “Era un chico y no imaginaba la posibilidad de cumplir mi sueño, y menos en mi club, con mi gente. No me hicieron costar la entrada al equipo porque ya me conocían, sabían que era un chico del club que iba a dar todo lo que pudiera dar desde mi lado, esa juventud, versatilidad, rapidez de cuando uno es chico. En ese momento la Liga tenía un nivel mejor, venían grandes americanos, con muchos nacionales de nivel, pude disfrutar de la Liga de grandes nombres que me enseñaron mucho”.

Esa 2002/03 terminó con 28 partidos y 2.1 puntos de promedio. Nada mal para un joven que poco tiempo atrás era el que limpiaba durante los partidos.

“Ser hincha y estar en el campo es una de las cosas más lindas que me pasó. Yo jugué en el club desde escuelita hasta la Liga. Todos los partidos que pude los fui a ver, soy fanático desde antes que ganáramos el primer campeonato, es una vida junto al club”.

La 2003/04, el punto de inflexión, sufrimiento y desahogo

La previa de la 2003/04 para Nahuel fue sumamente especial. En agosto de 2003 se confirmó su pase a Pamesa Valencia, que lo llevaría como promesa argentina junto a Leo Mainoldi y Fabricio Vay, pero lo dejaría un año a préstamo.

Para mí fue diferente porque estaba por irme a Europa, ya estaba contratado por Pamesa Valencia, estaba a préstamo en Peñarol para poder terminar la escuela y ya me iba, ósea que si no hubiéramos podido zafar hubiera sido algo muy duro. Con 17 años irme de mi club de toda la vida así, de esa manera, hubiera sido muy difícil”.

Esa campaña se suponía que Calvo sería el base suplente de un Leo Diebold que ya tenía 34 años y apuntaba a aportar toda su experiencia. Sin embargo, se lesionó a los pocos encuentros y Calvo debió tomar la titularidad, a los 17 años, en un equipo que desde el inicio supo que jugaría en la parte baja. “Iba a cumplir el rol de darle un poco de aire a él algunos minutos, acomodar un poco al equipo en ataque, defender y darle un descanso porque por la edad que tenía no iba a poder jugar tantos minutos. Nos encontramos con que se lesionó en el inicio del torneo, no quedaba otro, no había plata, un momento muy complicado del club, sino el peor. Con lo que había teníamos que tirar para adelante. Me dijeron ‘no hay otro, te vamos a conseguir un suplente a vos’ y me tocó agarrar la batuta en un momento muy complicado. Todos sabemos que cuando las cosas van bien, todo va bien, y cuando van mal, todo va mal. Y así fue”.

“El segundo torneo que juego, que pasamos momentos muy complicados, fue muy dura para mí, porque se me mezclaba el ser hincha con ser jugador. Vivir esa situación incómoda de pelear el descenso con mi club era muy doloroso, no solo por la responsabilidad que tenía que tomar y lo responsable que pudiera ser de lo que pasara, sino porque no tenía la experiencia necesaria para hacerlo. Pero gracias a dios todo salió bien y siempre jugué igual en cada cancha, y eso por ahí me permitió, con un poco de caradurez, estar a la altura de los jugadores que hacía años que estaban jugando” recordó Nahuel.

Calvo pasó a jugar 21.9 minutos, con 5.9 puntos, 1.7 rebotes, 2.2 asistencias y 1.1 robos a lo largo de 43 partidos. “El entrenador me dijo que juegue como jugaba en el club, que no sintiera ninguna presión, que aunque la sentía por ser hincha del club no me cargaban mochilas, podía jugar libre. Es me ayudó a desenvolverme porque no me hacía sentir presión, más por ser base y del control de juego, una posición tan importante. Me tiraron para adelante, nunca para atrás y eso es lo que necesitábamos”.

Y la pasaron realmente mal. “Fue una temporada que sufrimos mucho, que costó mucho, que hubo muchos cambios de entrenadores, reincorporamos jugadores que necesitábamos para zafar de la situación. Se pasaron momentos tensos como pasa siempre que se juegan esos momentos, pero el equipo hasta el final tenía confianza de que no iba a pasar”.

La pasaron mal hasta la anteúltima fecha, jugada el 2 de abril del 2004, cuando vencieron a Libertad en Sunchales por 105 a 98 y aseguraron su permanencia en la Liga Nacional. “Después del partido me acuerdo que me di un abrazo en mitad de chanca con Fernando Rodríguez, que era uno de los que le pasaba lo mismo que a mí. Esos jugadores que estaban en el club que amaban y sentían que podían dar una mano desde el lado deportivo. Fue increíble, nos sacamos una mochila muy grande, hubiera sido muy difícil seguir si hubiera pasado lo que no pasó. Ese abrazo con Fer demostraba ese alivio que sentimos. Tuvimos la suerte de tener al uruguayo Silveira y a Joseph Bunn, dos jugadores que iban al frente y dejaban todo, que era lo que necesitábamos en ese momento, porque los partidos que se juegan por el descenso, se juegan con huevos. La calidad queda en segundo plano y se juega con inteligencia y muchas ganas. Terminamos con un plantel muy aguerrido, y a pesar de la temporada complicada que pasamos, ganamos algunos partidos que nos dieron lugar a salvarnos”.

Y el amor de la hinchada milrayitas se vio en el regreso: “Volvimos de Sunchales habiendo zafado del descenso y en las afueras de Mar del Plata empezamos a ver banderas. Los jugadores se levantaron y no entendían nada, yo si porque sabía el fanatismo de este club y lo que es la gente. Se pensaba que volvíamos y no iba a haber nadie para recibirnos por haber peleado el descenso, y empezamos a ver banderas, gente gritando, una fiesta desde que llegamos al aeropuerto hasta Garay y Santiago del Estero”. Y recordó cómo lo vivió, siendo hincha prácticamente desde la cuna: “No me lo voy a olvidar más porque no se esperaba, al contrario. Volvíamos medio derrotados de la cabeza porque a pesar de que nos habíamos sacado esa mochila de tensión, sabíamos que no había sido una gran temporada. Pero ahí nos dimos cuenta a quién teníamos atrás. La gente estuvo todo el tiempo y eso es lo que le debíamos a ellos, salvar esa temporada para poder empezar de cero, y así fue. Fue la temporada que pisamos fondo para poder levantar y después conseguir tantas cosas que conseguimos”.

Un amor para toda la vida

Después de esa temporada llegó el paso a Valencia, para después seguir en España e Italia, pero siempre sin dejar de lado su amor por Peñarol. “Peñarol es mi vida, es mi casa, son mis amigos, es mi adolescencia y mi niñez. ES muy difícil explicarlo, pero las sensaciones que da Peñarol no las sentí en ningún lado. Es un club de básquet y es increíble que tengamos ese amor por la camiseta, cosa que no pasa en otro lugar. Viví tantas cosas en Garay y Santiago del Estero, me crié ahí y tengo mis amigos de ahí”.

En ese contexto de estar lejos, hubo un medio clave para acercarlo a Mar del Plata desde donde estuviera jugando: “Tenemos una gran suerte de que existan Los Martines dentro del club. Dos pibes de fierro que conozco de muy chicos (Juan Martín Alliani y Martín Escalante), les tengo un gran aprecio y siempre a toda la gente que estuvo fuera de la ciudad nos hicieron sentir un poco más cerca. Desde que están ellos que desde cualquier lado podemos informarnos de lo que pasa con el club, y eso hizo que fuera mucho más fácil, porque yo me fui en 2004 y ellos arrancaron en 2006-2007, y desde ese momento tuvimos esa conexión que cuando uno está afuera es tan importante porque si no se desarraiga del club, y era muy importante para mí. Vinieron años muy buenos y tuve la suerte de seguirlo muy de cerca gracias a ellos. Cada vez que terminaba la temporada en Europa me volvía y tuve la suerte de estar en cada título y festejar los campeonatos que ganamos y disfrutarlo como un hincha más. Al principio fue difícil, y cuando aparecieron los Martines cambió todo, nos hicieron un poco más parte de lo que es el mundo Peñarol y estando a 14 mil kilómetros uno se siente mucho más cerca”.

Y ahora lo vive desde la tribuna: “Cada vez que juega el equipo de la ciudad, poder verte con tu gente que festejaste torneos, estuviste en las malas, que saber que pasaron un montón de cosas y todavía están ahí solo por amor al club, es mágico. Por eso Peñarol en mi vida representa algo muy importante y de hecho no creo que haya algo más que eso. Siempre fui muy fanático, y ya me costó irme a Europa y no estar acá, y cuando volvía festejaba los torneos. El que lo vio en las malas y el que lo vio en las buenas nos acordamos de momentos. Lo mejor de Peña es su gente dicen, y es así”.

En esto agregó que “me encanta ir a la cancha, no me pierdo ningún partido, y también disfruto el ir a apoyar incondicionalmente, sea cual sea el resultado, como muchas veces lo han hecho conmigo mucha de la gente que veo y me conocen, porque yo hace 32 años que llegué al club. Conozco a mucha de la gente que estuvo en todos los años buenos y los malos. Siempre va a ser una buena excusa para un reencuentro viendo al equipo de la ciudad”.

Alejandro Malky / [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @alemalky

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