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En una competencia plagada de estadísticas y récords como lo es la NBA, no suele escaparse ningún aspecto del juego y de la vida de los jugadores dentro de una cancha. Por ese motivo en particular y porque cualquier persona se hubiera sorprendido de tan solo verlo es que el plantel de los Washington Bullets ha quedado en la historia. ¿Por qué? Porque contaban con el jugador más alto y con el más bajo de todos los tiempos.

Manute Bol, de 2,31 metros de altura, comparte el récord con el rumano Gheorghe Muresan y había aparecido en la liga como una figura que invitaba al asombro constantemente por su tamaño. Llegó en 1985 a una franquicia que, apenas dos años más tarde, consiguió en el Draft a un jugador caracterizado por ser exactamente lo contrario al sudanés: Muggsy Bogues, un base de apenas 1,60 metros. Juntos disputaron uina temporada, en la que llamaron la atención más por su contraste que por lo que pudieron hacer dentro de la cancha.

Sin embargo, cada uno fue capaz de imprimir su sello en las planillas estadísticas: el primero promedió 2,3 puntos, 3,6 rebotes y 2,7 tapones, mientras que el segundo registró 5 tantos, 5,1 asistencias y 1,6 robos.  Aquella imagen tomada en 1987, con uno parado al lado del otro, se ha vuelto un recuerdo invaluable de lo que significó sus carreras. Dos jugadores marcados por su aspecto físico que, contra todos los pronósticos, supieron mantenerse en la élite de la élite por más de diez cursos. Manute y Muggsy, tan distintos como similares.