En los primeros días de mayo de 1993, Comodoro Rivadavia presentía que se venía una noche histórica. En su cuarta temporada en la élite del básquetbol argentino, Gimnasia y Esgrima estaba a un paso de su primera final y en la ciudad del petróleo lo único que se respiraba era básquet. Cualquier tema de política, economía o fútbol quedaba en un segundo plano; las radios, los diarios y las charlas de bar tenían como única temática la semifinal de la Liga Nacional entre el equipo de la ciudad y GEPU. “El ambiente en Comodoro esos días fue tremendo y no sólo en el Socios, sino que las noches previas a los partidos, los hinchas se hacían sentir tocando bocina cuando pasaban frente a nuestro hotel”, recuerda Rafael Costa, uno de los bases del conjunto de San Luis.
Con León Najnudel en el banco y un quinteto estelar compuesto por Edgard Merchant, Andrew Moten, Sergio Aispurúa, Sebastián Uranga y Mark Landsberger -bicampeón de la NBA con Los Angeles Lakers-, Gimnasia dominaba la serie semifinal ante GEPU por 2-1 y tenía la gran chance de abrochar el pase a la final en el Socios Fundadores, donde era casi imbatible.
Luego de haber controlado los tres primeros juegos a su ritmo, los comodorenses presentían que el domingo 2 de mayo de 1993 podía ser una jornada histórica para la institución por su primera clasificación a la final de la Liga Nacional. Desde las primeras horas de la tarde, la gente ya hacía fila para ingresar a la cancha. Sin embargo, esa noche no quedó en la historia de los patagónicos por el pase a la final y para festejar dicho privilegio debieron esperar 13 años más.
Ese partido y esa fecha quedaron -y probablemente quedarán por muchos años más- en los libros y registros de la Liga Nacional por Andrew Moten quien, en la actuación individual más espectacular que se recuerde en nuestra Liga, logró la máxima anotación histórica en un partido con 63 puntos. Es una cifra que realmente llama la atención, aunque sus compañeros Aispurúa y Uranga reconocen que a ellos no los sorprendió porque eran conscientes del terrible poder anotador del norteamericano.
“Lo que hizo Moten durante toda la temporada fue tremendo, tenía una escopeta en la mano”, cuenta el Vasco, que esa noche acompañó a Moten en el goleo con 14 puntos. Por su parte, el entrerriano Uranga remarca las virtudes del americano: “Muchas veces lo teníamos que frenar por cómo iba para al aro constantemente”.
Esa noche, Andrew jugó los 40 minutos y firmó una planilla increíble de 63 puntos con 5-14 en triples, 12-17 en dobles y 24-25 en libres. Además bajó dos rebotes, recuperó tres bolas y dio una tapa. ¿Asistencias? Ninguna, esa noche el pase no era opción.
“Pensé que en estos años ya lo habían superado”, le confesó el propio Moten al sitio Última Bola cuando se cumplieron 20 años de su partido histórico, en 2013. Igualmente el goleador de la Liga Nacional en la temporada 93/34 aún recuerda el partido ante GEPU y el contexto del mismo: “Hice todo lo posible para que Gimnasia ganara, yo sólo quería llevar a mi equipo a las finales”.
Como suele suceder en muchas actuaciones individuales sobrenaturales el equipo de la figura cae derrotado. Aquella noche mágica de Michael Jordan en el Boston Garden, su Majestad también anotó 63 puntos (la máxima de la NBA en playoffs), pero Chicago cayó derrotado en manos de los Celtics de Larry Bird.
De regreso a nuestra noche histórica de la Liga Nacional, el Gimnasia de León Najnudel sufrió con el tándem Juan Espil- Esteban Pérez. El bahiense se destapó con 34 puntos y el Gallo -el jugador más regular de GEPU en la serie- lo hizo con otros 35, para que los de San Luis se quedaran con la victoria por 113-109.
Uno de los factores por los que los sureños habían dominado la serie (perdieron el primero en suplementario y ganaron los dos siguientes con claridad) había sido la pobre actuación de Espil, que en los primeros tres juegos acumuló 0-19 en triples, una marca irreconocible en un tirador de sus pergaminos. “Para nosotros, Gimnasia fue el rival más duro del camino al campeonato; nosotros estábamos mal y sufríamos en el juego porque Espil, de tremenda temporada, no encontraba el aro”, rememora Costa sobre esos primeros juegos de la llave.
La anécdota, ya muy conocida, cuenta que Espil encontró el aro en la serie luego de que antes del cuarto partido, el Gallo lo meara en la mano derecha para cortar la mala racha. La brujería funcionó a la perfección para destrabar la cabeza del bahiense y, en dicho juego, entre los dos tiradores hicieron estragos en la defensa de Gimnasia para que antes del final del primer tiempo, GEPU llegara a sacar 23 de ventaja (48-25) y sorprendiera a los más de 3.000 comodorenses que colmaron el Socios Fundadores.
En esa primera mitad, Moten estuvo muy contenido, con 11 unidades (3-5 en triples y 1-1 en dobles). Su show llegó en el segundo tiempo. En los primeros minutos de la segunda mitad Najnudel pidió un tiempo muerto que Uranga aún recuerda como si el partido hubiese sido ayer: “León dijo ‘así no lo vamos a ganar, hay que pudrir el partido’. Eso quería decir que debíamos cambiar nuestro juego por un ritmo más vertiginoso al que no estábamos acostumbrados, pero con Andrew y Merchant teníamos dos jugadores para hacerlo”.
“Había que sacarlos del orden con un juego de mayor vértigo y Andrew, que tenía mucho corazón y amor propio, tomó la lanza”, agrega Enrique Tolcachier, asistente de Najnudel en ese momento, para tratar de buscar algún tipo de explicación a lo que hizo Moten a continuación.
Penetrando hasta la pintura y desafiando a los grandotes de GEPU, tirando de tres puntos y mostrando una efectividad asombrosa en libres, Andrew fue una máquina de anotar, que en sólo 20 minutos consiguió la escalofriante cifra de 52 puntos. Si los 63 tantos parecen imposibles de superar, qué podemos decir de los 52 conseguidos en un tiempo de 20 minutos; es decir que anotó 2,6 puntos cada 60 segundos.
Para llegar a esta marca inigualable fue vital que Moten siguiera los consejos de León y Tolca, que le marcaron que cada vez que le hicieran una falta, inmediatamente tirara o hiciera el gesto de lanzamiento igual para poder sacar libres. Desde la línea, esa noche embocó 24 de 25.
En el intento por frenarlo, en GEPU desfilaron al banco por infracciones los bases Gustavo Fernández y Rafael Costa, por lo que tuvo que cerrar como armador un joven Héctor Minzer, que en cuatro minutos cometió sus cinco faltas y ni siquiera pudo llegar al final del juego.
Gimnasia también fue perdiendo a sus soldados y cerró el partido en cancha con Oscar Chiaramello, Mario Bellido, Alberto Falasconi y Rodolfo Juárez. “Sacábamos, le dábamos la pelota a Andrew y él hacía el resto”, simplifica Pitu Juárez esos minutos finales en que los patagónicos eran más “Deportivo Moten” que nunca.
Unos instantes antes, el Verde había llegado a estar dos puntos abajo, 97-99, con 2m31s’ por jugar. Sin embargo, en esos momentos, el Gallo Pérez, con un par de triples (siete en total) y Espil, desde la línea, aguantaron la embestida del local, para que GEPU terminara quedándose con el triunfo por 113-109 y opacara la brillante noche del exjugador de Florida Gators en la NCAA.
“Nunca más logré una anotación parecida, fue el mejor partido de mi carrera”, cuenta Moten, pero a la vez reconoce con total dolor que no lo pudo disfrutar: “Tras la derrota estaba muy triste y desilusionado porque habíamos perdido una gran chance de ir a la final”.
Esa noche solamente se pensaba en la oportunidad de pasar a la final que había perdido Gimnasia o la vuelta a la vida en la serie de GEPU. Recién con el paso de los años la Liga Nacional fue tomando real conciencia de lo que hizo Moten y la instancia de la temporada en que lo consiguió agranda, aún más, su gesta.
Sobre la noche que Jordan anotó sus 63 puntos a Boston, Bird dijo “Dios se ha disfrazado de Michael Jordan”. Quizá comparar a Moten con Dios sea una exageración, pero lo mínimo que se puede decir de esa noche del 2 de mayo es que en el Socios Fundadores estuvo Michael Jordan disfrazado de Andrew Moten.
Joaquín Zurletti