A 20 años del oro olímpico

Leo Gutiérrez: "Esos jugadores y el cuerpo técnico son una familia para mí"

00:43 26/08/2024 | El jugador de Marcos Juárez habló con Básquet Plus sobre lo que significó aquel Atenas 2004 y como lo vivió desde su óptica. Tal vez sin tantos minutos pero aportando desde otro lugar.

Leo Gutiérrez junto a su familia dorada.

Leo Gutiérrez se suma a esta serie de entrevistas que hicimos de cara a los 20 años del oro olímpico de Argentina en Atenas 2004. El de Marcos Juárez recordó aquel torneo y esa generación dorada. Diferentes anecdotas, historias y mucho más encontrarás en esta charla entre un jugador que no tuvo tantos minutos pero vio todo desde otra óptica y analiza desde su lugar, junto a Básquet Plus, como fueron aquellos días de oro.

- Leonardo Martín Gutiérrez, Gracias por recibirnos una vez más para este especial de los 20 años Del oro olímpico. Tu situación es un poco particular, no jugaste mucho en ese torneo pero sos obviamente un nombre clave en toda la generación dorada. Te pregunto, ¿cuál es el primer recuerdo que se te viene a la cabeza de ese torneo?

. Las charlas que tuvimos, no estábamos bien. El empujarnos a mejorar y encarar un poco más decididos la fase importante del torneo, de los Juegos. Así que nada, eso se me viene más a la cabeza porque la verdad no lo pasamos bien en la zona de grupos y tuvimos esa pequeña charla que siempre tenemos para poner un poco las cosas en claro y salir adelante.

- Vos eras de los que jugaba acá y en ese equipo el único ¿Notabas un cambio grande entre lo que iba pasando con ellos? Porque vos no tenías ese contacto.

. Sí, veía las mejoras que tenían. El nivel que iban subiendo. Y la exigencia que teníamos Los jugadores que podíamos ir a una preselección que estábamos haciendo en Argentina o en algunas ligas Menores en Europa. Mismo te tenías que exigir al máximo. A lo mejor ellos estaban al 80%, vos tenías que estar al 150% para poder emparejar un poco el nivel que ellos tenían. Y lo bueno que eso te ayudaba a mejorar y a levantar tu nivel también. Así que con el tiempo te ibas poniendo y acomodando un poco más en el juego. Pero sí, el nivel de ellos todos los años iba subiendo un poquito.

- ¿Y algo que te pasaba con esto de que Justamente en el 2002 habían brillado. Probablemente el equipo más fabuloso de la historia del básquet mundial para mi gusto. Por cómo jugaron, por todo. En el 2003 dejaron dudas, por decirlo de alguna manera. En el preolímpico, más allá de ganar partidos que tenían que ganar con claridad. Y luego esa primera fase en el 2004 con algunas lagunas ¿Vos te das cuenta que para ellos se había convertido en algo natural estar preparados para los momentos de las grandes escenas, o veías que todos estaban con alguna duda en cuanto a que por ahí lo del 2002 fue algo que se dio una vez?

. Teníamos que seguir trabajando para ir mejorando. Las dudas que podíamos llegar a tener como equipo siempre estaban. Porque perder partidos es generar dudas. Entonces teníamos que enfocarnos en lo que queríamos hacer y a la hora de competir sabíamos que si no estabamos al 100%, por más que teníamos jugadores de un nivel gigantesco como Ginóbili, Nocioni, Scola, Sconochini en su mejor versión, Montecchia. Si no estábamos bien todos, no podíamos competir con el resto del mundo. Entonces cuando tenía que salir el plus del equipo, cuando tenía que salir el plus de cada jugador Individualmente, también lo ponían en la cancha. 
 

- Igualmente, yo sé que a todos nos hace un poquito de trampa el tiempo. Y vos por ahí ya estás pensando en la generación dorada larga y no en la del 2004. El 2004 era una incipiente generación dorada. ¿Todavía no sabías? Ese equipo siempre reaccionaba en los momentos clave, siempre en los momentos importantes. Por eso te preguntaba si no tenías dudas en cuanto a qué va a pasar cuando venga un partido realmente de cruce, por ejemplo, y tengamos que jugar bien. ¿Vamos a poder jugar bien ese día cuando no lo venimos haciendo bien?

. Yo creo que no teníamos dudas. Creo que fuimos convencidos de que podíamos conseguir una medalla.

Te digo la verdad: nosotros fuimos convencidos. Cuando salimos de Madrid, después de la preparación, íbamos convencidos de que íbamos a volvernos con una medalla. Teníamos eso en la cabeza. Era nuestra revancha de poder salir mejor parados de lo que habíamos hecho en el Mundial y quedarnos entre los mejores cuatro del Juego Olímpico. Eso era lo que queríamos. Yo no creo que hayamos tenido dudas en ningún momento. Sí, cuando empezaba a jugar, los resultados no fueron óptimos como en el 2002, porque en el 2002 llegamos a una victoria en la final. Si decíamos: ¿qué podemos hacer para mejorar? ¿Qué podemos hacer para mejorar y para que en el momento justo, el día justo, tengamos que ganar ese partido? Las dudas no estaban, sí las ganas y el deseo de mejorar, de jugar mejor día a día porque nos esforzábamos. Era así, era natural lo que le salía a ese equipo: esforzarse y decir: "Che, cometí este error, no lo cometo más en el partido siguiente." No es que decíamos: "Vos jugaste mal, perdimos, culpa tuya." No éramos así, nunca lo fuimos. Siempre fuimos como una familia muy unida, que se decía las cosas de frente y que, cuando estaban situaciones medias incómodas, salía lo mejor del grupo. Ese convencimiento de medalla era algo natural, hablado. Surgía por algo, por alguien, por todo, porque siempre lo hablábamos. Después del 2002, todos empezamos a meternos en la cabeza que teníamos que llegar a los Juegos Olímpicos y que teníamos ahí nuestra pequeña revancha de decir: "Si llegamos a la final o se nos escapa, o de conseguir una medalla, no es lo mismo." Salir tercero en un Mundial o salir segundo no es lo mismo que jugar una final olímpica o ganar un bronce olímpico. No es lo mismo. Entonces, yo creo que si esa generación no llegaba a la final pero jugaba por el bronce y lo ganaba, iba a ser una generación muy buena, como terminó siendo.
 

- ¿Cómo manejaban las dinámicas entre ustedes? Porque todos hablan de roles bien claros dentro de la cancha, pero fuera de la cancha vuelvo a lo que te decía al principio. Vos no jugas mucho y, sin embargo, tenías un peso específico, quizás porque tenías de antes con Pepe, con Gaby, con alguno más. 

. No era proporcional el tema del liderazgo o la parte vocal. No había líderes. No había un... sí, nosotros teníamos nuestro capitán, que era Hugo, y era un poco la voz. Si teníamos que pedir algo, la persona que iba a hablar era él. Pero no había una persona que dijera: "Tenemos que hacer esto." Era todo por igual. Estábamos todos ahí. Sabíamos que Ginóbili estaba acá arriba, que Fabri era nuestro segundo jugador, que estaba con mucho más respeto, entre comillas, que nuestro capitán era un líder natural en distintas cosas, que era Hugo. Teníamos base con Puma y Pepe, que eran muy compatibles los dos. Pero ahí, si alzaba la voz uno, todos escuchábamos y no era uno solo. Podíamos decir lo que pensábamos y lo que sentíamos en el momento. Cualquiera, siempre fue así.

Fuimos todos escuchados. Cuando teníamos esas pequeñas reuniones que nosotros teníamos durante los torneos o previo a los torneos, no es que hablaba uno. Hablábamos todos y nos decíamos todo lo que teníamos que decirnos en la cara y en el momento justo. Por ahí, en lugar de no haber líderes, había muchos en realidad. Para mí, el líder era el equipo. El líder en sí era el grupo. Y teníamos un timonel, diríamos. Ahí sí, cuando hablaba Rubén, no hablaba nadie. Para mí, el líder del grupo en sí fue Rubén, porque nosotros no teníamos uno dentro del grupo al que no le decíamos nada. Era nuestro entrenador. Los demás, si nos picábamos un poco, nos podíamos decir las cosas.

Obviamente que siempre quedaba en la conversación, en la discusión que teníamos, pero con el que no se levantaba la voz y no se le decía nada era con Rubén. De lo que te decía, si estabas jugando mal, agachabas la cabeza y decías: "Sí, estoy jugando mal," y nada más. El líder natural de ese grupo era Rubén.

- Es curioso, porque para el afuera era una persona con un carácter particular. Rubén tiene mucho de docente también.

. Rubén sabía cuándo tenía que levantar y cuándo no. Era un fenómeno en ese sentido. Creo que fue un entrenador justo para ese grupo en el momento justo, porque llegó en el momento que tenía que llegar a la selección con un grupo que necesitaba un líder como Rubén para que nos indique el camino. Sin desmerecer a los otros entrenadores, yo creo que él fue el entrenador justo en el momento justo, porque puso orden, porque no dejó que tuviéramos caciques, sino que éramos todos indios ahí adentro. El único cacique, entre comillas, era él, y al que se le hacía caso y se le decía todo que sí era él. Por eso llegó el entrenador justo con el grupo justo en el mejor momento.

 

- El otro día, Hugo me decía que el gran equipo es el que gana jugando mal y que esa Argentina, a diferencia del 2002, tenía eso y que fue una marca también. ¿Eso lo diferencia a favor del 2002?

. La experiencia. La experiencia que no teníamos en el 2002 la tuvimos en el 2004. Creo que fue la diferencia. Ajustamos en el momento justo y ganamos en el momento justo, porque si vamos más adelante, jugamos mucho mejor en el 2006 y perdimos. Entonces, no jugando tan bien al básquet, entre comillas, salimos campeones. Yo creo que la experiencia del grupo en ese momento salió en el mejor momento que tenía que salir, que fue en el cuarto de final, semifinal y la final.
 

- Alguna vez me dijiste que fuiste el responsable inicial de la calvicie de Manu en el partido de la palomita de Serbia, contamela a tu forma.

 . Yo vivía los partidos todo el tiempo muy parado o arrodillado. Me sentaba siempre por cábala, me sentaba al final del banco, y me fui parando de a poco. Porque me acuerdo mirando los tiros libres de Tomasevic arrodillado, y cuando sale el contragolpe me voy parando. Y cuando lo veo a Manu que tira y entra, se ve en el video que hago así y salgo corriendo. Creo que cae Pepe primero arriba de él, pero en las piernas, cerca de la cola, y yo voy arriba de su cuerpo y se empiezan a tirar todos. Bueno, yo hago un poco de fuerza para bancarlo, porque si no, al flaco lo aplastábamos todo, pero no le podía pegar, no podía hacer nada. Le mordí los pelos, por eso ahí empezó a tener la coronita. Le quemé la pelada.
 

- ¿Te acordás sensaciones de ese día en la villa después de ese partido?

- La verdad que lo vivíamos mucho dentro de la cancha. En el vestuario mismo, ya cuando íbamos en el micro, ya íbamos bajando los decibeles. Y cuando yo llegaba a la villa, obviamente que loseguíamos disfrutando. Entró en el tiempo, entró en esto, entró en aquello. Nos quedábamos un rato, nos juntábamos siempre. Después de cenar, nuestro edificio estaba unido. Estábamos en el segundo piso, nos juntábamos en la parte donde estaba Manu con Fabri, Pepey el Colo. Estaban del otro lado y los demás estábamos de este lado. Nos juntábamos siempre en el lado donde estábamos nosotros, que teníamos un balcón grande. Nos poníamos a jugar a las cartas y ahí ya era: "¿Vos viste la piña que pegaste? ¿Vos viste la pelota que perdiste?" Vivíamos de esa forma. Nos jugábamos unos trucos, tomábamos unas gaseosas ahí, unas aguas, porque teníamos la posibilidad de sacar bebidas de cualquier lado. Entonces nos quedábamos ahí y charlábamos. Nos divertíamos un rato y ya sabíamos que el otro día teníamos que ir a entrenar o ir a preparar el partido. Así que con él, a las doce de la noche, doce y media, cada uno se iba a descansar. Eso era lo que venía.
 

- ¿A esas charlas cuánto valor le das? ¿O es matar el tiempo?

. Salían buenas charlas. Yo creo que esas charlas, esos momentos hacen al grupo, hacen a la hermandad, al estar juntos. Porque no era que éramos cuatro que estábamos ahí, o seis. Estábamos todos. Iban y venían. A lo mejor Manu se iba un rato a la habitación a hablar con su familia, volvía, Fabri lo mismo, pero habitualmente estábamos todos. Y salían las bromas. El que siempre estaba hinchando un pocoera el Chapu y el Puma, que se ponían ahí picante entre ellos dos con Hugo. Para mí esas charlas hacían a la unión del grupo. Por eso ese grupo fue tan grande. Estábamos todos juntos, nos llevamos muy bien, nos gustaba juntarnos, nos gustaba juntarnos y teníamos ansiedad previa a las preselecciones. Falta una semana, falta diez días. No había whatsapp, no había nada. Un mail, un telefonazo. Cuando llegas, nos juntábamos un día antes para ir a cenar. Y eso era lo lindo del grupo, que quería estar juntos. Por eso creo que esas charlas eran muy buenas para la unión.
 

- ¿Qué diferencias imaginás con celulares, notebooks, tablets?

. Lo que noto ahora en el básquet moderno, diríamos, es que cada uno está por su lado, jugando un juego, haciendo videollamadas con familias o mirando fotos en Instagram, sin tanta comunicación verbal. Yo siempre digo lo mismo. A mí me llamó la atención. Tenía dos jugadores que se estaban riendo y los miro y les digo: “¿De qué se ríen?” Y se reían, estaban pegados, mandándose por WhatsApp y se reían. Les digo: “Yo no puedo creer, están pegados y se están mandando eso.” Yo creo que se mataba un poco esa unión, porque así, la tecnología te saca todo eso. No la teníamos. Había computadora, estaba la aplicación Skype, que hablábamos con nuestra familia para verlo un poco, pero no mucho más. Por eso también digo que cómo va cambiando todo. Porque en ese momento, si tuviéramos la tecnología que hay ahora, no hubiésemos estado tan unidos como estábamos en ese momento, porque pasábamos mucho tiempo juntos. En la villa, alguien nos dijo que podíamos comer a cualquier hora. Nosotros nos poníamos horario para comer todos juntos. Y terminábamos de comer y decíamos: “Bueno, vamos a un café.” Sacábamos un cafecito y el otro le decía: “Ah, permitido, un heladito.” Entonces nos quedábamos ahí charlando, hacíamos sobremesa de una hora. Venían otros deportistas, nos veían siempre juntos. Eso era buenísimo.
 

- El clima olímpico también generó una cosa especial, porque para la mayoría de ustedes era el primer juego. Todo el tema de ese clima de deportistas de todas las disciplinas, de otros países.

. Sí, fue una locura. Yo particularmente no lo disfruté tanto como el segundo. No tuve la chance de ir a ver otro deporte, como sí en el segundo Juego Olímpico. En Atenas, yo particularmente no estaba mucho tiempo con Chapu, así que no recuerdo haber ido a ver un deporte, porque estaba lejos aparte. Pero sí, en Beijing sí fui a ver mucho: natación, fui a ver tenis, atletismo. Y sí, el contacto con otros deportistas. Conocí a Salvador Hernández. Cosas que pasaron, que fueron gruesas. Jugar al PlayStation con Messi. Cuando voy a tener la posibilidad de compartir con un groso como Messi un partido de PlayStation. Tener esa chance de ver a gigantes del deporte mundial es único, te vuelve loco, es mortal. También pasa que caminando un chiquitito así, flaquito capaz que es campeón olímpico. Te encontrás con muchos, y a todo el mundo no conoces, pero lo disfrutás.
 

- No lo tenía en la pauta, pero me acuerdo que había una anécdota muy simpática con la PlayStation y Messi.

. El ganador seguía, era de a dos, yo jugaba con Porta. Nosotros ganamos a unos tenistas, no recuerdo quiénes eran. Llega Messi con los chicos de la selección y nos piden si podemos jugar. Terminamos el partido y jugamos contra ellos. Había un reglamento interno de la villa, que no se podían gritar los goles, porque se fiscalizaba bastante. Decidimos que no se podían gritar los goles y empezamos a jugar. Empezamos a jugar, el chico elige el Barcelona, que en ese momento con él era imbatible. Me mira Porta y me dice que vamos a agarrar a un italiano que defienda, a un equipo italiano. Agarramos al Inter, tiramos todo para atrás y jugamos el contragolpe al Barcelona. Hasta que mete un gol. Mete el gol y grito: “¡Gol!” y se para. Le pregunte que haces. El Chapu estaba en la puerta y le decía que el negrito se enojaba y no lo parábamos más. Seguimos jugando, nos meten el segundo, y en el segundo se chocaron una vez las manos y no lo gritan. Es la primera vez que veo a un chico que juega tan bien con él mismo. Con él mismo en la PlayStation. Hacía cosas que yo no podía creer. Tocaba los botones y hacía sombrerito, cañito, para acá, para allá. No lo podía creer. Muy lindos momentos. Estaban todos los chicos, Todos en toda la mesa empiezan a desayunar. Entonces, a las ocho, tenemos que bajar todos. No vamos a dejar que nuestros compañeros estén diez minutos esperándonos porque sería tarde. Igual que en el almuerzo. En los Juegos Olímpicos no. En los Juegos Olímpicos era un poco libre. Nos decían: “Muchachos, de tal hora a tal hora vayan a cenar, descansen, mañana a tal hora entrenamos.” El horario de salida era rajatabla. Además, nos poníamos multas internas nosotros. Así que todos teniamos que estar a la hora de llegar a la salida del micro. No es como que estás en un hotel en una concentración y que vos bajás y tenés el micro ahí. Tenés que ir hasta el frente, donde salen los micros, y tenés que llegar al horario porque el micro tiene un horario de cumplir y se va. Entonces, teníamos que ir. En eso sí, era todo recto. Después, en el almuerzo y en la cena, más tranquilo.
 

- Vos, que sos el más memorioso, me parece. ¿Dónde vieron la vuelta olímpica de Rubén?

. No, yo ni la vi en la villa. Porque vi que Manu dijo que la había visto en la villa y demás. No, yo creo que no la vi hasta el año siguiente, de que realmente corrió. Pero sí me la contaron. Rubén salió en un skipping toda la vuelta de la cancha. Pero la verdad, no me acuerdo de haberla visto en la villa. Sí que me lo contaron.
 

- Después de España, ¿esa euforia post-Serbia se les vino muy abajo? ¿O ya habían pasado esa prueba de decir: “Uno de los dos primeros lo ganamos”? Que era, me parece, el gran miedo, entre comillas.

. Bueno, la Olímpiada es muy dura. Tuvimos euforia, te vuelvo a repetir. Nosotros éramos muy centrados en ese tema. No éramos un equipo que se quedaba pensando en el día anterior. Cuando ganábamos, pensábamos en lo justo y necesario del triunfo, y cuando perdíamos, lo mismo. No nos quedábamos pensando qué hicimos mal, qué hicimos bien. Yo creo que al otro día, cuando ya estábamos para jugar contra España, estábamos pensando en España. Además, España para nosotros era un equipo de los candidatos y queríamos seguir midiéndonos con equipos que estaban a priori por encima del nuestro. Entonces, sabíamos que iba a ser un partido difícil. Además, los chicos estaban todos en España, la mayoría en España. Y con varios de los jugadores españoles había un poco de pica y se les quería ganar. No estábamos pensando en lo que había pasado en el partido anterior. Ya estábamos pensando en lo que venía, que era un partido duro. Y bueno, creo que fue el partido en el que más diferencia perdimos.
 

- ¿Y eso los afectó un poco en cuanto al plan?

. No, como que nos puso un poquito alerta. Porque si perdíamos el partido siguiente, podíamos quedar afuera o tener un cruce mucho más difícil todavía. Por más que sabíamos que los cruces iban a ser duros. Como que nos puso un poco más alerta haber perdido ese partido.
 

- Te llevo directamente a Italia, porque los otros dos partidos, más allá de que el de Nueva Zelanda fue complejo, lo pasaron. Esto de ganar los partidos que había que ganar: el de China fue el único fácil, y el de Italia para cerrar, que todos hablan de que no había por ahí una exigencia grande porque no te cambiaba demasiado ganar o perderlo. Y por ahí vuelvo a lo de los primeros partidos. Como que ustedes parecían que estuvieran programados para empezar a jugar en cuartos de final, que no les calentó demasiado esa primera fase.

. Nos dolió perder con Italia. Nos dolió. No es que nos quedamos muy tranquilos. Como que dijimos: “¿Cómo vamos a perder este partido?” Eso nos dolió bastante. Pero ya sabíamos las llaves por dónde íbamos. No cambiábamos mucho. Entonces, sabíamos que el cuarto de final iba a ser durísimo. Y que la llave de que nos perdíamos era España y Estados Unidos, que iba a ser por ese lado. Así que nada, no nos cambiaba mucho el panorama que teníamos de lo que venía entre cuartos de final y posibles semifinales.
 

- Te voy a preguntar distinto a los otros por tu relación con él. ¿Cómo era lidiar con Chapu en todo? En lo bueno y en lo malo.

. Estando en la habitación con él, muchas veces dejaba pasar un tiempo cuando estaba medio caliente. No era de expresarse demasiado, de estar en la puteada o nada. Seguía callado hasta que él empezaba con su diálogo. Y bueno, después íbamos a conversar. Y íbamos a comer. Si ya te empezaba a hablar, era porque ya se le había pasado todo el enojo. Para mí era muy natural. Siempre fue muy natural estar con Chapu. Sí, por ahí me tenía que separar un poco, dejar de hinchar un poco. Pero entonces se ponía medio pesado. Pero estaba bueno también, porque era divertido. Es divertido él. Está siempre con una sonrisa. Después de levantarte a las 7:30 de la mañana para ir a entrenar y saber que Rubén te va a hacer correr de Mar del Plata a Buenos Aires en 45 minutos, ¿entendés? Uy, la pucha, nos va a matar Rubén. Y Chapu se levantaba con una sonrisa. Entonces eso te alegraba también. Te decía: “Si vamos a correr, no pasa nada. Dale, que vamos, vamos, vamos.” Y Chapu te llevaba para adelante. Un fenómeno. Un genio.. Nosotros estábamos con una pelota totalmente distinta a la que íbamos a jugar. Cuando llegamos ya era distinta. Era más plástica, no tenía tanto grip en la pelota. Entonces te cambiaba o te costaba acostumbrarte. Entonces esos berinches que tenía él de patear las pelotas para todos lados, los teníamos que soportar. Pero a veces, claro, esperar 10 minutos a que el turco vaya a buscar la pelota de la segunda bandeja. Porque el Chapu había pateado todas las pelotas del canal. Pero bueno, ya sabíamos que era Chapu.
 

- Y ese partido, ¿te acordás? Particularmente, en algún momento, por lo menos, haber hablado. ¿Había más la chance de tratar de tranquilizarlo? O cuando estaba cruzado como ese día, ¿no hay manera?

. No, no hay manera. Ah, te escucha, te escucha. Sí, pero sigue con la suya. Yo siempre me acercaba cuando estaba medio ofuscado y siempre le decía: “Tranquilo. Estás bien en esto, estás haciendo mal esto, dale. Vamos, tranca, que vas a entrar de nuevo. Entra positivo.” Él te escucha. Dentro de la cabeza de él es su cabeza y su personalidad. Después fuimos cambiando todo. Porque las trabadas que teníamos todos siempre estuvieron. Pero hasta el 2004 nos costaba más destrabarnos rápidamente. Y bueno, él era uno de esos que le costaba destrabarse rápido.
 

- ¿Te acordás de ese momento? ¿De ese momento? El partido con Grecia. Lo saca Rubén y va a Walter.

Me acuerdo cómo salió. Me acuerdo que el cambio fue justo. Te hago la secuencia. Falta de Chapu. Obviamente pensando que no era falta. Tercera. Rubén lo saca. Y en lugar de la rotación habitual pone a Walter. Sale Chapu. Tira el libre Grecia. Ataca a Argentina. Técnico a Chapu. En el banco. Perder la posición no es como ahora. Son dos tiros libres y la pelota. Para ellos. Ahí quedamos 11 abajo. Y ahí seguramente lo hemos reputeado todos. No me acuerdo. Pero sí, no para de hablar. Porque él siempre dice: “No es falta” o “Me pegó él.” Entonces ya sabemos que va a tener esa reacción. Ahí se le cobró la multa correspondiente, que tuvo que pagar. Mala mía, dice después. Hay que saber pararlo y saber cuándo tenés que meterte y cuándo no. Con él. Pero él te escucha, obviamente. Pero cuando está así, de esa forma, hay que dejarlo que sea. Obviamente que estaba perjudicando al equipo en ese momento. Pero salió bien también, porque entró Walter y la rompió en mil pedazos.
 

- Para vos, ¿qué era en ese momento la opción de meter a Walter? ¿Lo viste como algo lógico? 

. Primero pensaba en apoyarlo a Walter, de darle el ánimo que necesitaba para que hiciera las cosas bien. Porque tampoco era más que lo que podía llegar a hacer él.  Resultó siendo un mago porque levantó el partido. Y él no venía jugando mucho. Entonces no lo tenían tan descifrado como a Chapu o a Hugo, que eran los jugadores que jugaban en la posición de tres. Pero cuando entró Walter con esa mano mágica que parecía que llegaba a todos lados, volvió locos a los griegos. Fueron puntos de él, siempre apoyándolo y dándole para adelante. ¿Cómo lo veo hoy? Fue una movida táctica justa del entrenador. En ese momento no lo pensaba. No lo pensaba. ¿Qué está haciendo? ¿Está loco este tipo? ¿Mete un jugador frío? No lo pensaba. Solo pensaba en apoyar a mi compañero y esperar que el resultado se ponga favorable para Argentina. Aún faltando mucho, estábamos 11 puntos abajo contra el local, 20.000 griegos.

- ¿Pensaste o recordas si el grupo o vos pensaron que el sueño se acababa ahí?

. No, no. No recuerdo haber pensado eso de decir que hasta acá llegamos. Sí recuerdo que nos empujábamos mucho entre todos, dándole para adelante, tratando de relajarnos, de tranquilizarnos. En los minutos de los tiempos muertos, o en parates para secar la cancha, los que se acercaban al banco nos decían que estuviéramos tranquilos, que comenzáramos a jugar, a defender más fuerte. No recuerdo que se me haya cruzado por la cabeza, a mí particularmente, pensar que ya no podíamos ganar el partido. Todo lo contrario. Recuerdo momentos en los que Walter venía a buscar una toalla, le decíamos "vamos por acá" o se acercaba a preguntar algo y nos parábamos todos con el balón para que no se cruzara. Era el momento en el que teníamos que estar más unidos, y creo que esa unión salió a flote. Te repito, Rubén, ese golpe táctico con la entrada de Walter fue fundamental.
 

- ¿A esa altura te afectaba un poco no jugar?

. Me afectó los primeros dos minutos. Después del partido contra España, estaba muy mal. Iba con la idea de que no iba a tener participación en el equipo, porque los demás jugadores en mi posición estaban en un nivel muy alto. Competía en los entrenamientos, no es que me sacaban muchas ventajas, pero ellos estaban un paso arriba de mí. Sabía que iba a ser el jugador número 12, que tenía que estar preparado para entrar y hacer las cosas bien. Cuando entré en el partido contra España, los dos o tres puntos que tomé no los metí. Eso te saca las chances de seguir jugando, porque si yo metía dos de los tres tiros, seguramente Rubén me hubiera tenido más en cuenta. Estuve mal los primeros días, lo hablé mucho con mi mujer, y con nuestro jefe de equipo. Entre los dos me ayudaron a entender mejor mi situación, lo que estaba viviendo, y a darme cuenta de que no solo se trataba de jugar o no, sino de estar en un equipo con jugadores excepcionales, compitiendo al mejor nivel, y que tenía que estar mentalmente preparado para apoyar a mis compañeros. Si me tocaba entrar nuevamente, tenía que hacer todo lo posible para ayudar al equipo. Entonces empecé a disfrutar más a partir del tercer o cuarto partido.
 

- ¿Y sobre el tema con Chapu, lo hablaban durante el torneo o lo postergaron?

. Yo particularmente sentía que no debía manifestar mis problemas personales, porque era un poco egoísta. Estaba pensando en mí mismo y no en el equipo. Entonces me lo guardaba para mí, vivía mi situación internamente. Chapu también estaba lidiando con sus problemas personales de manera similar. Ambos lo vivimos de forma interna y tratamos de solucionarlo lo mejor posible sin afectar al grupo.
 

- ¿Eso no te llevó a retraerte o apartarte del grupo, que estaba tan unido en ese momento?

. No, al contrario. Cuando participas menos, ves más detalles y cosas que los demás no ven.  Tenías un equipo que te escuchaba. Podías decirle a Manu, por ejemplo, "no vayas por la izquierda porque te están doblando siempre". Él te escuchaba y cambiaba. Entonces, al contrario, me metí más en el grupo, en el equipo, en la idea. Estaba más atento a lo que pedía Rubén, tanto técnica como tácticamente. No me alejé del equipo; al contrario, después de las charlas que tuve con mi mujer y con Ale, me integré más en el equipo y me involucré más en lo que estaba sucediendo.
 

- Sobre la serie con Estados Unidos, que viste desde afuera, ¿cómo la comparas con el partido del 2002? En el de Atenas, habiendo visto ambos partidos desde afuera, ¿lo viste más controlado que el de Indianápolis?

. En el de Indianápolis, justo lo vi el otro día. Nos descontrolamos un poco porque nos encontramos con una ventaja de 19 puntos, y no habíamos jugado nunca con Estados Unidos en esa situación. En Atenas, cuando encontramos la ventaja, estábamos más aplomados y tranquilos. Sabíamos que podían tener una reacción rápida, pero estábamos mucho más sólidos y organizados.
 

- Cuando terminas ese partido, ¿cómo explicas lo que sentiste?

. No podía creer que íbamos a jugar una final olímpica, que sería la segunda final importante que íbamos a jugar. No podía creer que estábamos en esa situación. La sensación de que no se nos escapaba ni en pedo, de que íbamos a ganar, estuvo presente durante todo el tiempo antes del partido.
 

- En las imágenes de los festejos de los dos partidos, parece que sos el más contento. ¿Cómo lo explicas?

. Lo entendí al tiempo. Estaba jugando unos Juegos Olímpicos, en la final, y aunque no haya tenido muchos minutos, soy parte de ese equipo campeón olímpico. Me entrené y sufrí como los demás, y me puse tan feliz como ellos. Disfruté al máximo, y me acordaba de las charlas que tuve con mi mujer y con Ale, que fueron fundamentales para mantener mi ánimo en el equipo.
 

- Veinte años después, ¿qué es el oro para vos?

. No el oro en sí, sino lo que representa el equipo. Esos doce jugadores y su cuerpo técnico son como una familia para mí. Todo lo que sucedió antes, durante y después de los Juegos Olímpicos lo llevo muy grabado en mi corazón. Siempre les digo a los chicos que disfrutemos de esos momentos, que apreciemos la gente, porque es algo único que llevamos muy adentro.
 

- Cuando lo ves ahora, ¿qué te pasa?
 

. Me pone muy contento compartir momentos con ellos. Me divierto mucho, siempre surgen nuevas historias de lo que vivimos en los procesos, no solo en el 2004. A veces decimos que deberíamos hacer un libro sobre nuestras experiencias. Recordar esos momentos y estar juntos es muy especial. la nostalgia siempre está, y me hace sentir emocionado al recordar lo que vivimos.
 

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

 

 

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