James Harden, el hombre que no aceptaba su destino
16:23 15/01/2021 | El nuevo jugador de los Nets siempre tuvo una personalidad particular que lo llevó a buscar que el mundo gire alrededor suyo.
Sería una discusión larguísima y absurda hablar sobre los egos que abundan dentro de la NBA. En jugadores, entrenadores y hasta directivos. Ejemplos sobran. En este informe, tocaremos de costado el tema, para centrarnos en un caso puntual: James Harden.
El Barba, nacido en Los Ángeles hace 31 años (agosto de 1989), no fue un jugador extraordinario en su formación, pero se hizo un nombre que le permitió, con 20 años y apenas dos de juego en la NCAA con Arizona State, alcanzar el puesto 3 del draft 2009, elegido por Oklahoma City.
El Thunder era, en ese entonces, el equipo del futuro. Había fichado al fenomenal Kevin Durant en su último año en Seattle (2007/08), antes de la mudanza, y a Russell Westbrook un año después (2008/09). Es decir, en 3 años armó un trío fundacional, con los picks 2, 4 y 3 de tres drafts consecutivos.
En ese esquema, Harden, muy jovencito, quedó como el sexto hombre de un OKC que venía, pese a tener a KD y Westbrook, de hacer un papelón en la 08/09 (récord de 23-59). Con la llegada de Harden, el crecimiento de KD, RW y otros jóvenes (Sefolosha, Collison), más el arribo de Serge Ibaka, ganaron 27 partidos más y, ya en la segunda campaña con el trío unido, se fueron a 55 triunfos y unas finales de conferencia perdidas ante el luego campeón, Dallas Mavericks.
En el tercer año, siempre ascendente, llegaron a las finales, las primeras ganadas por LeBron James con Miami, pero entonces todo lo bueno que venía sucediendo, empezó a romperse. Harden se cansó de ser sexto hombre, no llegó a un acuerdo para renovar (él dijo que no lo esperaron) y OKC lo mandó en un trade gigante a Houston. Durant aguantaría 4 años más, hasta irse a GSW, y Westbrook 7, para volver a unirse con Harden en los Rockets.
Harden llegó a Houston apadrinado por Daryl Morey, el GM de la franquicia, que podríamos decir le dio las llaves del equipo. La Barba, en los 8 años completos que estuvo con el equipo, hizo lo que quiso, se comportó como quiso y el club hizo lo que él quiso. Por ejemplo, llevar y luego sacarse de encima a Dwight Howard, a Chris Paul, al propio Westbrook, etc. Todo esto, mezclado con un estilo de juego ideado por Morey y llevado al campo por D'Antoni, con JH como líder. Salió todo mal, porque entre otras cosas, un año tras otro, Harden demostraba que nunca se hacía cargo de sus propias responsabilidades y que tenía una notoria falta de liderazgo positivo.
Se convirtió en, quizá, el mejor anotador de la NBA, pero sus equipos siempre hacían agua en el Día D, con aquel fatídico séptimo juego como máxima expresión, ante Golden State (donde ya jugaba Durant), en el 2018, en el que Houston erró 27 triples seguidos, cayó tras estar 3-2 arriba en la serie y quedó afuera de las finales de la NBA. Aunque el grupo duró dos años más, ese día murió la idea. Pero Harden ni se mosqueó.
En la burbuja de Orlando, en el sitio donde el máximo experimento de los Rockets (el small ball), fracasó rotundamente (pero no por el estilo, sino por sus ejecutores), La Barba volvió a esquivar el bulto, pero no pudo evitar el tsunami que empezó con la renuncia de D'Antoni y la salida de Morey. Ya no era su lugar. En el receso, hizo lo imposible para que lo echaran del equipo, pero no lo logró. Volvió tarde, gordo y dinamitó al equipo, lo que provocó que, en un día de lucidez, la dirigencia se diera cuenta que era una lucha perdida.
Harden colmó el vaso declarando en contra del equipo, y en 24 horas, se decidió su partida hacia los Nets, donde se reecontrará con Durant, casi 9 años después. Si las cosas fueran matemáticas y los nombres fueran números, podríamos decir que los Nets armaron un dúo (o trío, si Irving, otro personaje peculiar, sigue), invencible. Pero Harden se ha encargado de demostrar año tras año que él va contra la ciencia. Quizá, con Durant al lado, que fue el único de los tres fantásticos de OKC que logró ganar un anillo, pueda superar su mote de perdedor y, finalmente, sumar un título. La gran duda es qué pesará más, si la calidad de KD en un equipo sin alma, o la nube negra que va con Harden allá hacia donde él se mueve. No falta mucho para despejar la incógnita.
Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus
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